Hemos hablado de la importancia del networking varias veces en este blog, y tiene su por qué: los expertos dicen que aproximadamente el 80% de los puestos de trabajo se cubren con las recomendaciones o con el boca a boca, sin que llegue a publicarse de manera oficial una vacante de empleo. Es decir, las personas con una red de contactos más amplia tienen siempre más facilidad para cambiar de trabajo, conseguir una promoción en su empresa o encontrar un trabajo nuevo que aquellas que no se preocupan de cultivar su red de contactos.

Es verdad que hay gente que “cultiva a lo loco” sus contactos, y obtiene el efecto contrario al deseado. A todos nos gusta sentirnos útiles, pero a nadie le gusta sentirse utilizado. Si recurrimos a aquel compañero tan majo con el que hace diez años que no hablamos solo para pedirle que nos haga hueco en su equipo, a lo mejor no se lo toma del todo bien. No hay que llamar solo cuando necesitamos ayuda, hay que estar dispuesto también a ofrecer ayuda cuando se nos requiera y hay que mantener viva al menos una llamita de contacto. El networking no puede ser solo la última opción a la que recurrimos cuando le vemos las orejas al lobo sino que hay que saber relacionarse a lo largo del tiempo, no solo cuando necesitamos el favor.

¿Y qué hacer para mantener una buena red de contactos? Lo primero de todo, aprender a segmentar y conectar con aquellos profesionales con los que realmente puedas obtener alguna sinergia. Merece la pena seguir a voces autorizadas de tu sector y no mandar solicitudes de conexión a diestro y siniestro. Aunque también es verdad que cualquier lugar puede ser bueno para entablar un contacto laboral interesante, desde tu compañero de gimnasio hasta los otros papás o mamás del cole de tus hijos (es lo que los expertos llaman “vínculos débiles”). Es decir, que no solo se pueden entablar contacto con personas con intereses parecidos a los tuyos profesionalmente en un entorno cien por cien laboral.

El networking efectivo no tiene un principio y un fin sino que es una actividad que debe estar en constante movimiento para que funcione. Es un proceso a largo plazo donde la clave, como casi siempre en el mundo profesional, es la confianza. Nadie quiere contratar a alguien con quien no va a congeniar personalmente, pero para conseguir esa confianza hay que ser sincero y auténtico porque de lo contrario, se nos va a ver el plumero enseguida. Tenemos que ser conscientes de que como dijo Jose Mourinho cuando entrenaba al Real Madrid, “si ni siquiera Jesucristo caía bien a todo el mundo, imagínate yo”. Pues eso, habrá gente con la que simplemente no congeniemos, pero no pasa nada. Hay dejar de lado la timidez y acercarse a otras personas con las que sí tenemos cosas en común: llámales de vez en cuando, queda a tomar un café con ellos, acuérdate de su cumpleaños, comenta sus publicaciones o menciónales en las tuyas si hablas de algo de su incumbencia o interés… los esfuerzos darán sus frutos.

No cabe duda de que el “capital relacional” es uno de los mayores activos que puede tener un profesional. Las personas a las que se les da bien generar vínculos sociales tienen más facilidad para adaptarse a nuevos entornos laborales, se integran con mayor facilidad y pueden convertirse en líderes con mayor facilidad. Busquemos ese capital relacional, porque dicha búsqueda nos reportará seguro buenos beneficios.