Todas las comidas que me gustan, engordan. Todas las actividades que me hacen mejorar, me resultan en cierta medida incómodas. Parece que desarrollo y comodidad fueran como el agua y el aceite, absolutamente incompatibles. ¿Es realmente así?

¿Sentir que creces sería tan motivador si fuera fácil? Desconozco si existe el corredor que no suda apenas. Pero yo no conozco otro modo de conseguir peces que meterme en el río. Y mojarme el culo, claro.

Supongo que los psicólogos podrán explicar por qué no hay otra manera de superarse que esforzarse. Por lo que parece, hay determinadas conexiones neuronales que sólo se activan cuando existe algún tipo de inquietud o incertidumbre.

Yo no pretendo ganar el campeonato del mundo en mi sector profesional. Me conformo con estar en “buena forma”. Y de igual modo que toca andar, comer sano y pasar por el gimnasio algún día que otro, la “salud profesional” pasa por hacer con cierta regularidad una serie de cosas que me cuestan, como

  1. Pedir lo que quiero. Pedir siempre es difícil. Porque para pedir tienes que estar dispuesto a dar, sin esperar nada a cambio. Porque tienes que sentir que “mereces” eso que vas a pedir, que estás a la altura de aquello que esperas recibir. Porque cuando pides, estás de alguna manera señalando al otro una carencia. Y porque cuando pides, debes estar preparado para recibir un no, o peor aún, un “silencio administrativo” por respuesta.
  2. Madrugar. Odio el sonido del despertador. Pero reconozco que una vez que me he tirado de la cama y he conseguido arrastrarme bajo la ducha, estoy animada y creativa. Y que ese estado mental comienza a decaer a mediodía… Así que trato de aprovechar a tope mis momentos de máximo rendimiento porque me sirven para organizar el día y para llenarme de energía para afrontarlo.
  3. Decir que no. A nadie le gusta tener que decir que no. Aunque ahora esto del email y del whatsApp nos lo haya puesto más fácil, al menos a mí, tener que decir que no me estresa. Sea a quien sea. Pero lo necesito hacer, porque si no establezco prioridades no puedo mantener los compromisos que he establecido ni realizar mi trabajo con un mínimo de calidad
  4. Pedir y recibir feedback. Es la opinión de los demás lo que nos ayuda a mejorar. Por eso, yo la pido todo lo que puedo, aun cuando sepa que tal vez no me guste lo que voy a escuchar. Quizás son muy “suelta” al darla cuando me la piden, olvidando casi siempre lo difícil que es para el otro recibir comentarios críticos, aun cuando los hubiera pedido explícitamente. Sin embargo, aun cuando te tropieces, gratifica cuando ayudas.
  5. Admitir errores y pedir disculpas. Me fastidia como al que más meter la pata, le doy demasiadas vueltas al error. Sin embargo, trato de asumir que la forma más efectiva de reemplazar esa sensación de hundimiento es mirarlos de frente y tratar de aprender de ellos. Y por supuesto, pedir disculpas con franqueza y reparar en lo posible el daño causado.
  6. Escuchar más que hablar. Las relaciones son un elemento crítico para cualquier profesión. A mí, que me encanta hablar y polemizar, me cuesta callar para escuchar al otro. Pero cuando, “forzándome” lo consigo, encuentro oportunidades para fascinarme con la gente. Y sé que es cuestión de práctica el disfrutarlo.
  7. Hablar en público. A todos nos inquieta el momento de hablar en público. Quien diga lo contrario, creo que miente. Ya sea frente a cinco personas o cinco mil, aprender a contar tus proyectos, a convencer de tus teorías o a compartir eso que sabes hacer, es imprescindible para ser un profesional valioso. Así que toca aceptar alegremente cualquier ocasión para hacerlo. Porque la única manera de mejorar es haciéndolo cuantas veces puedas.
  8. Hacer lo que no me gusta. Como tenemos mucho tajo, siempre puedo encontrar cosas que tengo necesariamente que “dejar para mañana”. Y que mañana se convierta en pasado mañana y así hasta llegar a nunca jamás. Es fácil vivir sin comer lentejas, pero educar tu paladar, amén de incorporar hierro a tu dieta, es sin duda muy positivo. Cuando me obligo, me siento completa.
  9. Desapegarme de lo que me lastra. Crecer implica ser más consciente de qué y quienes nos están lastrando. Mis prejuicios, mis hábitos, mi perfeccionismo, mi necesidad de tenerlo todo controlado… Pero también esos compañeros que siempre ponen peros o esos grupos de trabajo que se focalizan en lo que falta sin apoyarse en lo que tienen, que lloran por lo que necesitan sin dedicar un segundo a lo que pueden hacer por tener. Me hace crecer pasar un poco de todo eso.
  10. Hacer esfuerzos a largo plazo. Me cuesta especialmente el esfuerzo a fondo perdido. La inversión sin retorno en beneficio clara y a la vista. La paciencia no está entre mis virtudes. Pero sé que el buen vino necesita años reposando en barrica. Así que trato de incorporar objetivos a largo asumiendo que algunos esfuerzos son también a fondo perdido. Porque en la vida no hay garantías de premio por mucho que te esfuerces.

 

Cada uno tendrá sus “ejercicios” de crecimiento, pero sin duda todos cuestan… ¿O es que a ti te es posible mejorar sin obligarte a tragarte pequeñas pildorillas amargas?

@vcnocito