De niño me preguntaba si los peces dormían. Pensaba que no lo hacían porque siempre los ves en movimiento y con los ojos abiertos, pero me parecía imposible que no durmieran nada. Ahora, gracias principalmente a Google, sé que los peces sí que duermen, pero como no tienen párpados, lo hacen con los ojos abiertos mientras mueven lentamente las aletas para estabilizarse en el agua. De esta manera, aun dormidos, están siempre alerta para poder huir rápidamente en caso de que aparezca cualquier amenaza.
Eso de dormir con los ojos abiertos y moviéndose ligeramente me recuerda al comportamiento de algunas personas en la oficina. Están con los ojos abiertos, sí. Se mueven y parece que hacen algo, también. Pero en realidad están dormidos, no hacen ninguna actividad productiva y ante la más mínima amenaza, huyen de ella rápidamente (ahí si que se mueven rápido), se enfadan y dicen que eso no les compete, se escaquean del trabajo o tiran de escalado a los jefes para ponerse a salvo.
A ver, que también es verdad que quien más que menos, hemos tenido días o periodos de tiempo de siestecitas en modo pez, en los que el objetivo era pasar desapercibido haciéndose el ocupado, procurando evitar cualquier amenaza externa en forma de nueva tarea o proyecto. De hecho, hay un estudio llamado “Trabajo Vacío” del académico Roland Paulsen, de la Lund University de Suecia, que viene a concluir que de media un empleado dedica entre una hora y media y tres horas al día a no hacer nada.
Pero hay quien supera con creces esas tres horas y hace de ese comportamiento su forma de vida laboral permanente. Si les pides cualquier cosa, se hacen los ocupados y te dan plazos larguísimos porque su secreto es tardar 4 días en hacer algo que se puede hacer en 4 horas. Si te fijas un poco en ellos, ves que apenas hay avances en la parte que les corresponden. Puro postureo laboral sin más. La tecnología también les ayuda: no hay nada como aporrear el teclado del ordenador vigorosamente para parecer muy ocupado, aunque realmente estén escribiendo la lista de la compra.
Es un perfil bastante tóxico como lo son otros de los que ya hemos hablado en este blog, como el torpe proactivo, el pelota, o el trepa. La diferencia principal es que este pez durmiente pasa mucho más desapercibido que los anteriores. Es más, en muchas ocasiones es una persona hasta bien valorada en la empresa porque se percibe como alguien ocupado (acordaos, ojos abiertos, movimiento de aletas), con personalidad para priorizar tareas, con foco en su trabajo, y con personalidad para decir “no” si se le pide salir de ahí (esta es la huida rápida en caso de amenaza externa).
Este perfil se siente como pez en el agua, (nunca mejor dicho), en organizaciones que priman un entorno laboral estático y seguro, donde la proactividad y la innovación son totalmente secundarias o hasta molestan. Otro caladero (más expresiones marineras) para este perfil son las empresas grandes, cuanto más grandes mejor, donde el trabajo y la responsabilidad está muy distribuidos y hay menos control sobre lo que hace la gente. Cada uno controla su tiempo y su trabajo y por tanto, aumentan exponencialmente las posibilidades de escaqueo. También suelen desempeñar puestos donde la medición y seguimiento de los resultados es difusa, de modo que sea complicado relacionar directamente esfuerzo con resultados.
¿Qué hacer si tu compañero es uno de estos tipos? Pues principalmente, no dejar que te influya ni que te contagie su actitud pero tampoco permitir que te deriven su trabajo. Entrar en esa dinámica de apatía constante es en realidad una cárcel mental que te lleva al envejecimiento profesional inmediato. Un poco triste, ¿no?