Lo confieso: Este año he visto el festival de Benidorm. Atraía por el ruido en redes de varias canciones candidatas a representar a España en Eurovisión y picada por la curiosidad, me senté a ver la final.

Dos candidatas han movido a la gente hasta espacios nunca vistos, mojando en el caldo eurovisivo incluso hasta a algunos políticos. Y lo han hecho apelando a sentimientos. Al feminismo, a la nostalgia por la tradición perdida, a los sentimientos “de tierra”… Supongo que a cada cual le movía el suyo, pero el caso es que la gente se movía.

Sin embargo, gana la perfección técnica. Que, según parece a tenor de las reacciones en la redes y del voto popular que no llega al 5%, ni emociona, ni engancha a nadie.

¿Es la perfección un valor demasiado “antiguo”?

Yo creo que no. Aspirar a ser cada día mejor es y siempre será un valor seguro. Esforzarte y querer superarte dice de ti que tienes ambición y ganas de ser mejor. ¿Cómo no va a ser eso bueno?

La reflexión que hoy comparto es si una exigencia y un perfeccionismo descontextualizados pueden terminar esclavizándonos… y creando un producto que “no llegue” a nadie. ´

Porque llegue demasiado tarde, porque lo haga a un precio demasiado alto por incluir unas prestaciones que nadie valore, o porque el esfuerzo invertido en la “perfección técnica” haya quitado recursos al esfuerzo de mejorar su “nivel de “enganche” con el cliente al que va destinado.

Como parece ser el caso. En un mundo lleno de productos cuasi-iguales, tal vez lo perfecto sea enemigo de lo bueno.

Es verdad que, además, el medio digital pone más difícil la conexión.

Porque la competencia está a la distancia de un click y, dado que los productos cada vez se diferencian menos unos de otros, saltar de uno a otro está chupado.

Pero, sobre todo, porque detrás de toda esa macro-oferta, las personas seguimos deseando conectar con otras personas. Y en esa batalla, solo la emoción engancha.

La gente se siente más soberana que nunca y quiere ejercer su poder

Desde 1959, Suecia escoge a sus cantantes en un concurso televisado, el Melodifestivalen, uno de los eventos más seguidos del país. Los suecos han ganado Eurovisión en seis ocasiones, las dos últimas en 2015 y 2012, alcanzando en la última década el top 5 en siete ocasiones. Salvo en una, todas sus canciones quedaron dentro de las diez más votadas del concurso.

El sueco ha ido evolucionando. Hasta 1974, decidía un «jurado de expertos». Pero ese año, decidieron integrar varios “jurados populares” de 15 personas de entre 16 y 60 años. La fórmula cuajó, porque aquel ABBA arrasó en Eurovisión. Tuvieron que pasar casi 20 hasta que en 1993 introdujeron el voto telefónico para sustituir a ese “jurado popular”. El concurso recibió tantas llamadas, que colapsaron la red telefónica del país. Y el resto es historia.

Creo que la lectura y la lección son obvias.

Tenemos que aprender a tirar la piedra y poner la oreja. A hacer propuestas y a dejar que sea el público al que van dirigidas quien nos diga qué es lo que le gusta y qué le engancha.

Sé que cuesta contar con la gente. Hacerlo solo tal vez pueda ser más rápido y mucho menos complicado.

Pero toca compartir con ella más conocimiento y experiencias, abriendo canales para la conversación, para el feedback y también ¿por qué no? para la contribución al diseño.

Tenemos que ser, en todo lo que hagamos, más flexibles e interactivos con todos. En la empresa y fuera de ella. Con colaboradores, pero también con con clientes y competidores.

Siempre conseguiremos sumar más cuando trabajemos con esas “otras personas” que tienen otros conocimientos, experiencias y perspectivas.

No sólo ganaremos en aceptación potencial de nuestra propuesta. Es que, además, contar con la gente hace que entienda que tratas de resolver su problema de una manera muy personalizada, lo que te permitirá crear una relación de confianza única.

Y, ya sabes que, en la era digital, la confianza es la madre del éxito.

Conectar para aportar valor sube enteros

Si eres de los perfeccionistas acérrimos, tengo noticias regulares. Te toca aprender a convivir con el ligero malestar que provoca la imperfección. Pero tranquilo, que a todo se acostumbra uno.

Flexibiliza tu mente. Ábrela a otros valores, además de a la calidad, sin renunciar a ninguno, Pero, incluyendo en tus juicios la variable del equilibrio entre perfección y emoción.

Sé lo mucho que cuesta.

Hace unas semanas he tenido el honor de participar como ponente en un evento TED. Y, por cierto, os dejo aquí la charla por si la queréis ver.

Quienes ya me vais conociendo, sabéis de mi obsesión por crecer. Y de que, por ello, primero me apunto al bombardeo, lo hago lo mejor que puedo y nunca quedo del todo contenta. Me obsesiono en pedir crítica.

Pues bien, al hilo de esta charla, mi hermana me ha dado el mejor de los consejos: “Trabaja para mejorar, pero no te obsesiones con la perfección. No tienes que ser perfecta, lo que tienes es que asegurarte de ser tú misma y de comunicar, porque aportas al otro”.

¡Cuánta razón! ¡Gracias Judith!

Como todo, el éxito está en el término medio.

@vcnocito