Eso de que las máquinas nos quitan el trabajo lleva ocurriendo desde la Antigüedad. Estoy seguro de que el que inventó la rueda mandó al paro a muchos compañeros prehistóricos que ya no eran necesarios para transportar cosas pesadas, así como la máquina de vapor destruyó miles de empleos en su día o las centrales de telefonía digitales arruinaron la carrera laboral de las telefonistas de “las chicas del cable”. Pero parece que las máquinas se han vuelto cada vez más voraces con nuestros empleos y que además empiezan a estar ya por todas partes. En la inauguración del Mobile World Congress de este año el presidente de Telefonica, Jose María Alvarez Pallete, dijo que el 40% del tráfico de internet es generado por máquinas. Es decir, se puede decir que mientras tú, querido lector, está leyendo este blog, hay por ahí una máquina haciendo poco más o menos lo mismo, o al menos consumiendo los mismos recursos de internet que tú.

El verdadero cambio derivado de la digitalización que estamos viviendo en los últimos años es que las máquinas están empezando a ser utilizadas para tomar decisiones, no solo para realizar trabajos mecánicos o de fuerza bruta. Y decisiones importantes, como invertir en Bolsa tu dinero o despedirte de tu empleo. Cuatro conductores de Uber fueron despedidos por el análisis de trabajo realizado por un algoritmo o más recientemente, otro empleado de Amazon corrió la misma suerte porque al parecer no entregó un paquete urgente dado que no había nadie en casa para recogerlo, lo que el algoritmo interpretó como una negligencia grave por parte del mensajero.

¿Es justo que te eche de tu trabajo un software de ordenador? Seamos sinceros, aunque suene a episodio de Black Mirror, una base de justicia sí que hay en la decisión. En un trabajo se pueden marcar unas normas, que por supuesto deberían ser bien explicadas a todos los trabajadores así como las consecuencias de su incumplimiento. Luego el algoritmo evalúa el cumplimiento de esas normas de forma imparcial porque no tiene sesgos de género, nacionalidad ni de ningún otro tipo y tampoco entiende de manías personales, o de sobrinismos o cuñadismos. ¿Nada de lo que quejarse entonces?

No estoy en contra de que las máquinas apoyen en la toma de decisiones empresariales. Pero he dicho “apoyen” y no que sean los únicos decisores. Es fundamental añadir el factor humano a esa toma de decisiones. En el caso de los conductores de Uber despedidos, se quejaban de que no se les había permitido presentar alegaciones, y de ser cierto, tienen razón en quejarse. Las máquinas sirven para levantar alertas, pero detrás tiene que haber personas que juzguen si hay una justificación detrás de esas alertas. Vivimos en un mundo cada vez más digital, más aun tras la pandemia, y precisamente por eso se está revalorizando el factor humano como valor diferencial para las empresas que apuesten por ello a la hora de tratar a sus clientes y empleados porque tarde o temprano, las máquinas estarán al alcance de todos y será el factor humano el que marque la diferencia.

Habría que crear un marco legal que regule el uso de la inteligencia artificial en un despido (ojo, y también en las nuevas contrataciones), pero antes que eso, hay que aplicar el sentido común: las herramientas que se usen y los criterios que éstas sigan deben ser explicadas a los trabajadores, quienes deberían tener derecho a que la decisión del algoritmo sea revisada por un humano antes de aplicarse. No obstante, creo que las máquinas serán cada vez más decisivas a la hora de contratarnos o despedirnos. La cuestión es combinar la inteligencia humana con la artificial para que de ahí salgan decisiones más justas y acertadas.