Estas cosas pasan. Suena el despertador por la mañana, te desperezas y te viene a la cabeza lo que te espera en la oficina ese día. Y quieres hacer como esos niños que dicen que les duele mucho la tripa mientras desayunan un cuenco de leche con ColaCao y galletas con la esperanza de saltarse el examen de matemáticas que les espera. Pero un día, sucede algo diferente. Por algún motivo, ese día va y te acuerdas de que antes no era así, de que antes no te daba tanta pereza levantarte. Antes, te gustaba ir a la oficina.
Hay veces que identificas perfectamente el motivo de este cambio: ese nuevo jefe con el que no te entiendes, ese cliente que te exige más de lo razonable, ese compañero con el que tanto te reías antes que ya no está. Pero otras veces no hay ningún motivo que explique por qué te da tanta pereza ir a la oficina. Simplemente, ya no te gusta.
En otros artículos de este blog he defendido la idea de perder el miedo al cambio. El mundo está lleno de oportunidades y aunque salir de la zona de confort da siempre algo de vértigo, a la larga todo cambio enriquece y es positivo. Sin embargo, ahora querría darle una vuelta al discurso. Antes de tomar una decisión precipitada, hay ciertas cosas que se pueden hacer para volver a estar contento en tu trabajo. Solo se requiere cambiar un poco el punto de vista con el que miramos nuestro día a día.
Me refiero a poner foco sobre si en nuestro trabajo podemos ayudar de alguna manera a otros compañeros o a otras personas en general. Porque siempre es una gran satisfacción ayudar a los demás a conseguir sus objetivos. Decía Toni Kukoc, un famoso jugador de baloncesto croata de los años 90, que una canasta hace feliz a un jugador mientras que una asistencia hace felices a dos. Y es cierto. Por supuesto que conseguir logros personales nos enorgullece, pero el sentimiento de orgullo que nos llena cuando vemos que hemos ayudado a otra persona a superar alguna dificultad o hemos sido de alguna manera partícipes en su éxito es todavía mayor. Si queremos sentir que tenemos un trabajo mejor, debe convertirse en prioritario colaborar en que las personas de nuestro alrededor también tengan un trabajo mejor.
Asimismo, todos tenemos la oportunidad de ser un líder en nuestro trabajo, lo que también es motivo de satisfacción personal. Para ser un líder, solo es necesario tener seguidores, (o followers como se diría ahora). Un seguidor es alguien que elige ir donde tú vayas porque confía en ti, y si confían en ti es porque tú has demostrado que crees y confías en ellos. Cuando tú te muestras como una persona en la que se puede confiar y que puede aportar cosas a los demás, te acabas convirtiendo en un líder sin importar el rango, el título o la ocupación que tengas.
Así que a veces no es necesario cambiar de puesto o de empresa para decir que tienes un trabajo mejor. Nuestro trabajo puede volver a gustarnos como antes si somos capaces de cambiar nuestro enfoque y verlo como una manera de ayudar a que otros mejoren, de colaborar para que todo un equipo llegue a conseguir un objetivo común. Y si no lo ves así y sigues sin estar contento con tu trabajo, siempre queda la opción de dar el salto y buscar otro sitio mejor. Ahora bien, empieza en ese nuevo sitio teniendo en cuenta que serás más feliz si te llegas a sentir parte de un equipo y si forma parte de tus objetivos el conseguir que otros cumplan sus propios objetivos.