Escuchar es más importante que hablar. Yo no tengo duda alguna: escuchar al equipo es condición sine qua non para crear un ambiente de trabajo agradable y productivo. Nada mejora tanto el clima laboral. Siempre que sea de verdad, claro está. Porque oír no es en absoluto, aunque muchos aún no lo sepan, sinónimo de escuchar.

Personalmente creo que todos deberíamos hacer una reflexión profunda sobre la calidad de nuestra escucha. Seguro que muchos alzamos la mano al ser preguntados sobre la importancia de la escucha en cualquier relación. Y curiosamente, ninguno la dejaríamos sobre el regazo si la pregunta fuera “¿confiesas estar pensando más en la respuesta que darás que en lo que te están diciendo?”

Pues resulta que, confesemos o no, todos lo hacemos. Cada día más. ¿Cuántas veces te has sorprendido deseando que otros acaben de hablar para colar “tu discurso”? Reconoce que oyes sus palabras, mientras dedicas tus esfuerzos a buscar hueco para hablar tú.

También lo hacen los jefes, por supuesto. Y si fastidia que notar que tú compi desconecta cuando le cuentas los pormenores de tu viaje a Croacia, notar que a tu jefe le entran los detalles de tu proyecto por un oído y le salen por el otro, jode y mucho.

¿Y cómo conseguir que nos escuche? Pues, contrariamente a lo que podríamos pensar, la solución no pasa por gritar más, sino por comprender cómo funciona su cabeza. Y no es tan difícil, porque reconócelo, en esto de la escucha, funciona exactamente igual que la tuya 🙂

Escuchar supone un esfuerzo. Porque implica callarte. Por fuera y también por dentro, apagando cualquier pensamiento que recorre tu cabeza. El tic tac de tu siguiente cita también. Supone centrarse en el otro, quitarte de en medio, para centrarte en sentimientos y significados.

¿Cómo conseguir que te escuchen con todos los sentidos, que capten tu mensaje al tiempo que lo interpretan correctamente? Leo mucho sobre cómo practicar la escucha activa, pero no tanto sobre qué hacer cuando eres tú el que necesitas ser escuchado. Creo, sin embargo, que la receta no difiere en demasía. Es la eterna canción de “trata como te gustaría ser tratado”.

Así que, si quieres que tu jefe te escuche, ponte en su piel. Algunas ideas para empezar a practicar

• Busca un momento sin distracciones. El pasillo no es el mejor sitio. Pide hueco y acepta de buen grado el “en otro momento mejor” tengas la prisa que tengas. Adopta desde el principio una actitud positiva y trata de crear un clima agradable, con una postura relajada y sacando del armario tus mejores galas empáticas.

• Trabaja tu comunicación no verbal. El lenguaje corporal del que habla y lo que dice se escuchan por igual. Busca los mensajes clave escondidos, aprende a leer entre líneas y vete moviendo tu discurso hacia el terreno más propicio.

Declara al principio tu intención, resume en dos palabras qué le vas a contar y qué le vas a pedir, qué va a salir ganando, a qué riesgos se enfrenta o en qué fregado le estás proponiendo meterse.

• Prepara lo que vas a decir, vete al grano y aporta contenido. Recuerda lo de planteamiento, nudo y desenlace. Administra adecuadamente hechos, cifras, ideas y lógica.

Lanza preguntas. Arrástrale a la conversación, pídele opinión y consejo sobre los detalles. Dale espacio para que opine y muéstrate reflexivo frente a sus aportaciones.

Pide feedback. Hablar desde el púlpito de la autosuficiencia no es la mejor manera de ser escuchado. Un “¿qué te parece?” O varios “¿podrías ayudarme a completar este aspecto?” despiertan al más dormido de los oyentes. Pero con cuidado, que a nadie mola ser pillado en un renuncio.

• Y por supuesto, aplícate el cuento. Escucha a su vez a tu jefe con el mismo interés que pretendes para ti. Habla sin prejuicios y guarda en el fondo del baúl tus juicios de valor. No pretendas cambiar sus ideas, no adelantes conclusiones.

Aprender a ser “todo oídos” es la mejor receta para ser escuchado. Demostrado esta que los humanos somos grandes imitadores y que los comportamientos, buenos o malos, se nos pegan. Te acuerdas del efecto espejo?

@vcnocito