Me gustó mucho este artículo de Jesús Garzás que leí recientemente en LinkedIn en el que habla sobre el valor de la resiliencia en el trabajo. Este concepto de resiliencia tiene su origen en el campo de la Física, donde hace referencia a la capacidad de un cuerpo para recuperar su forma original después de un impacto o deformación, y extiende su significado, como dice la siempre socorrida RAE, para llegar a ser la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o situación adversos. Una palabra que a pesar de no ser sencilla de pronunciar, se ha puesto de moda últimamente en el ámbito laboral.

Estoy seguro de que todos nos definiríamos como “resilientes” en el trabajo y si nos preguntaran diríamos que somos muy flexibles ante cualquier situación imprevista y que nos encanta hacer cosas nuevas en nuestra profesión. No me imagino a nadie diciendo en una entrevista de trabajo “mire, contráteme para este puesto, pero por favor, no me cambie nunca ni de jefe, ni de compañeros ni de funciones, porque no soporto los cambios”.

Pero la verdadera resiliencia es muy humilde y generalmente no se dice, sino que se hace. Cuando existe, rara vez se nota sino que suele pasar totalmente desapercibida. No es nada habitual que digamos que la cualidad principal de alguien en su trabajo es que se adapta a cualquier cosa. Pero no obstante, cuando no existe, sí que se nota, y mucho. Porque hay veces que es sencillo adaptarse a los cambios y subirse a la ola buena cuando el viento sopla a favor y los cambios son para mejor. Si pasas a trabajar en un proyecto más importante, con más visibilidad y con más medios de lo que tenías antes, cualquiera puede cambiar el chip más o menos rápido.

Pero eso no es lo habitual. Lo habitual suele ser que el viento sople a favor pero de repente, cambie de dirección y sople en contra, y luego sople de lado, y al final ni sople. Es en esas circunstancias donde debe aparece al rescate la resiliencia, la capacidad de adaptarse a los cambios. No es algo tangible, es decir, no es un flotador al que agarrarse, sino que es una habilidad y una capacidad innata que no suele verse, pero que cuando se tiene te mantiene a flote en situaciones difíciles. Suele confundirse resiliencia con resignación, pero no es lo mismo. Yo lo veo más bien como un afán de superación, una actitud de no bajar los brazos al primer contratiempo, de tratar de jugar la partida aunque te hayan llegado malas cartas en lugar de abandonar.

Debido a su humildad, la resiliencia tiene tendencia a pasar desapercibida y a no ser valorada y es complicado que una persona verdaderamente resiliente presuma de ello porque ve esa cualidad como algo normal: te encuentras con un problema inesperado, lo resuelves y sigues. Pero es una cualidad fundamental en la vida laboral de una persona. Hemos hablado muchas veces en este blog de la cantidad de cambios y situaciones diversas a las que tenemos que adaptarnos a lo largo de nuestra vida profesional. Por ello, es crítico saber adaptarse a esos cambios y ser capaces de mantener el rumbo hacia los objetivos que nos hemos marcado, a pesar de los vaivenes que las tormentas profesionales puedan depararnos. Aunque luego no presumamos de ello.