Hace unos días ví en Twitter una foto del Papa Francisco dando una palmadita en el hombro a un miembro de la Guardia Suiza mientras pasaba junto a él. Lo mejor de la foto era la cara de satisfacción del guardia, esa cara que habría que poner en el diccionario al lado de la palabra “Felicidad” para ilustrar su definición. La foto me hizo pensar en qué es lo que hace que una persona llegue a ser un verdadero líder.
Recuerdo la película Invictus, en la que Morgan Freeman hacía de Nelson Mandela, otro personaje que fue sin duda un líder nato. Me acuerdo de la escena en la que Mandela, todo un presidente de una nación, recibe en su casa con toda humildad al capitán del equipo de rugby (el actor era Matt Damon), muestra interés por su estado físico, le prepara y sirve él mismo el té, y muestra el máximo interés por escucharlo y por comprender como lidera a su equipo. Gestos así son los que a mi juicio refuerzan el liderazgo de una persona.
Todo grupo humano necesita un líder. En la familia, en el grupo de amigos, en un equipo de futbol, o en cualquier departamento de una empresa, siempre surge alguien que lleva un poco la voz cantante. Y yo creo que el liderazgo verdadero reside en los pequeños detalles, y se va ganando día a día, en pequeños gestos
Centrándome en el mundo de la empresa, el líder debería coincidir con la figura del “jefe”, sobre el que recae esa tarea, por lo menos teórica, de ejercer el papel de guía a quien deben seguir los demás. Pero la cuestión es que, como decía en un post anterior, “jefe” y “líder” no siempre coinciden en la misma persona.
También en la empresa, el verdadero liderazgo reside sobre todo en los pequeños detalles del día a día. Cosas como felicitar a alguien por el trabajo bien hecho, pero no con un correo masivo cuando se acaba un proyecto en el que van en copia personas que no han dedicado ni una hora a ese proyecto, sino con una conversación de medio minuto un día cualquiera, diciendo algo como “que bien me vino para el comité el Excel que me mandaste”. O interesándose con sinceridad por las circunstancias personales de cada uno tratando de prestar algo de ayuda, en plan “Márchate hoy un poco antes a casa y trata de resolver ese problema que tienes”.
O por poner un ejemplo personal, hace años trabajé con un director que tenía en la agenda de su teléfono las fechas de cumpleaños de todos los miembros de su equipo (éramos como 40 personas), de manera que todos los años te felicitaba. Detalles casi insignificantes pero a los que un líder debe prestar atención.
Otro aspecto fundamental para reforzar el liderazgo es el dar ejemplo. No se puede pedir al equipo que tenga compromiso con un proyecto en el que el responsable del grupo no está comprometido él mismo. Y de nuevo, el quid está en los pequeños hechos cotidianos del día a día. Si se pide continuamente reducir gastos, el jefe debería tratar de reducir él mismo los viajes de trabajo, o no alardear de un móvil corporativo carísimo. Si se dice que el bienestar del equipo en la oficina es fundamental, no se entendería que por ejemplo la máquina de café esté varios días averiada.
El jefe es la figura de referencia dentro del grupo y su modo de actuar es permanentemente observado por su equipo, de manera que su ejemplo acaba cundiendo entre todos. Si un día el jefe se preocupa por atender personalmente una pequeña reclamación de un cliente cualquiera, estará contribuyendo a fijar el nivel de calidad esperado del departamento de atención al cliente, y de paso estará contribuyendo a reforzar su liderazgo.
Un pequeño detalle puede que no tenga importancia, pero la suma de muchos sí que la puede tener. La importancia del pequeño detalle es que se suele percibir de forma más inmediata. Ahí es donde reside, en mi opinión, el verdadero liderazgo