Tengo claro que me estoy haciendo mayor, y lo noto por lo gruñona y criticona que me estoy volviendo. Cada vez me cuesta más mantenerme indiferente ante algunos comportamientos: toda la vida me han sacado de quicio los caraduras, y a estas alturas ya no los tolero. Ese tipo de perfiles que pretenden lucrarse del trabajo y el esfuerzo de los demás, todo ello a cuenta de una embriagadora sonrisa, cada vez me indignan más. Realmente no sé si me indignan más, o simplemente que con el uso de Internet y las redes sociales, las tropelías de los caraduras se ven magnificadas como tantas otras cosas, y sus capacidades de manipulación alcanzan límites insospechados y cantidades ingentes de víctimas. ¿Qué a qué me refiero? Detallo un par de casos concretos que a mi entender son exponente del nuevo “Caradurismo 2.0”.
El primero es el de la empresa Über, tan de moda. Cuentan con un lema autoexplicativo: “ Everyone’s Private Driver. Uber is evolving the way the world moves”. Perdónenme señores de Über, porque Uds. serán muy innovadores, alternativos, y habrán creado una App altamente usable y diferencial. Pero se les ha olvidado que las reglas del juego han de ser las mismas para todos. Como bien se ha demostrado, y se ha fallado judicialmente en varias ciudades europeas, lo que Uds. generan es un negocio fraudulento que compite de modo desleal con taxistas y otros actores del sector transporte que pagan sus impuestos, tasas, y que están regulados por múltiples normativas. La evolución que Uds. proponen pasa por saltarse toda la regulación que el resto de actores del mercado han de respetar, pasa por fomentar economía sumergida, y por no ofrecer ningún tipo de garantía en el servicio recibido para los usuarios…¡¡Vaya morro!! A mí también me parecen caro el servicio de taxi como usuaria, y no estoy de acuerdo con la regulación en muchos ámbitos; pero lo que sí que tengo claro es que las leyes se dictan para todos, y hemos de cumplirlas mientras estén vigentes. El cambio posible para todo esto ha de hacerse por los cauces legales.
El segundo ejemplo es el proyecto Internet.org. Este proyecto me parece un chiste. El Sr. Zuckerberg, inventor de Facebook y una de las personas más ricas del mundo, está altamente preocupado porque las personas más desfavorecidas del planeta no tienen acceso a Internet. Culpa de ello por supuesto a los desalmados operadores de telefonía, que se empeñan en no invertir ni desplegar sus redes en zonas deprimidas del planeta, impidiendo así que los negritos del África, o que remotas poblaciones de la India puedan desarrollarse y “conectar personas”. Zuckerberg, en su afán de hacer el bien, desarrolla en un laboratorio nuevos sistemas de red, para que sea posible abaratar los costes de despliegue, y prueba dichos sistemas en esas zonas deprimidas, dando acceso gratis a Internet a esos colectivos desfavorecidos… Pero eso sí, el acceso es a “SU INTERNET”, porque no permite navegar libremente a los negritos, si no que les ofrece un portal cautivo para que naveguen…¡¡Todo altruismo!! Sr. Zuckerberg, si me lo permite, los operadores de telecomunicaciones son empresas, y como tales están en el mundo para ganar dinero. Para controlar las maldades de estos actores, existe la regulación. Creo que se ha puesto Ud. un traje que no le corresponde, y que toda su inversión supuestamente altruista tiene unos fines muy concretos, que pasan por ampliar su negocio.
Lo que quiero concluir con este post es que no todo ha de valer en Internet. Si bien la red nos permite innovar y facilitar el desarrollo de negocios o nuevos modelos comerciales, no creo que debamos consentir que se crucen los márgenes de la legalidad. Eso nos acabará dañando a todos.