Cuando parecía que eso de la Inteligencia Artificial era algo reservado a unos pocos, llega ChatGPT, una aplicación de acceso web capaz de escribir en cuestión de minutos un texto sobre cualquier tema, con tintes que rozan lo mágico para el ojo del profano.
Yo la he probado y me ha flipado la rapidez, y también la aparente facilidad, con la que te prepara escritos bastante apañados, te encuentra opiniones de expertos y citas que vienen al caso, o te proporciona preguntas inspiradores o datos sobre cualquier tema.
Sé que tiene legión de lovers y ejército de haters. No hay más que ver cómo arde en Twitter el hastag #chatGPT
Yo le doy la bienvenida.
Sin paliativos.
Porque nuevas herramientas siempre suman.
Pero, como a casi todos, enseguida me surge una inquietud: ¿Cómo van a cambiar el trabajo de todos las aplicaciones de inteligencia artificial?
- Podemos seguir confiando en que “las máquinas nunca podrán superar al hombre”.
- O comenzar a pensar en cómo nos deberían hacer cambiar a nosotros. Porque su capacidad para “dar el pego”, sustituyendo a muchos profesionales, está fuera de toda duda.
Yo me atrevo a imaginar algunos escenarios, todos ellos altamente probables.
Cambiará el valor de muchas tareas. Y el precio que se pagará por ellas.
Es obvio que todas las tareas relacionadas con el marketing y la comunicación se van a ver muy afectadas. Vamos a ver mucha más inteligencia artificial (IA) en estudios de mercado, análisis de competencia, elaboración de contenidos o incluso en conversaciones en redes sociales.
Cambia también el mundo del diseño gráfico. La IA puede ya generar imágenes a partir de textos y visualizaciones de datos utilizando algoritmos de aprendizaje automático para determinar la mejor forma de presentar la información. Puede utilizarse para crear personajes de videojuegos más realistas y para generar niveles y escenarios de manera automática. O para mejorar la calidad de imágenes y eliminar elementos no deseados. (Por cierto, este último párrafo se lo he pedido a ChatGPT, pero ahora sigo yo 😊)
Por si esto fuera poco, la IA entra también de lleno en el ámbito de la programación, con aplicaciones que construyen rutinas en el lenguaje de programación que les pidas.
Temen por sus garbanzos, profesionales, departamentos y empresas enteras.
¿Tienen razones para estar nerviosos?
Veremos.
Sé que surgirán profesionales que, siguiendo ese consejo milenario “si no puedes vencer a tu enemigo, acuéstate con él”, aprenderán a usarla para hacer un trabajo mejor, apoyándose en ella para tareas menores o como fuente de datos o inspiración. Puede que estos mantengan, e incluso aumenten, el valor y el precio de su trabajo.
Pero es de temer el efecto que ya ha marcado el mundo del producto, cuando la entrada de elementos de que abaratan la producción ha acabado tirando por los suelos el valor de la moda, la electrónica, la cosmética, la decoración…
Como profesionales, nos tocará esforzarnos al máximo en nuestras tareas, apasionándonos con ellas, para evitar hacer realidad esa máxima de Guy Kawasaki de que, al final, o eres diferente, o acabarás siendo barato.
Volverán las buenas ideas
Hay quien dice que el mundo de las ideas y los conceptos volverá ponerse en valor por encima del de la ejecución. Que dejaremos de escuchar aquello de que las ideas están sobrevaloradas y que lo importante (y lo único valioso) es el cómo se llevan a la práctica.
Muchos afirman que volverá a ser más importante saber preguntar que saber la respuesta. Qué se llevarán el gato al agua quienes sepan comprender, resumir y presentar emocionando historias, productos y estrategias frente a quienes elaboran el producto.
Dicen que la creatividad y, la visión y la estrategia volverán a ser valores en alza.
Pudiera ser. Ojalá.
Pero para ello, las empresas tendrán que cambiar mucho. Porque todas dicen valorar la creatividad y pero pocas quienes saben integrarla en sus procesos y gestionar al, muchas veces difícil, empleado creativo.
Es cierto que los empleados “obedientes” tienden a rendir mejor, incluso cuando ejercen puestos de liderazgo. Porque la gente más disruptiva, suele ser más complicada de manejar. Todo es más fácil cuando el personal se limita a arrimar el hombro sin cuestionar nada.
Como profesionales, dos trabajos tendremos: El de adquirir hábitos que fomenten nuestra creatividad y el de poner a punto nuestras fuentes de inspiración y generación de ideas.
La mediocridad se verá elevada al enésima potencia
Perdonadme el pesimismo, pero no puedo evitar extrapolar ese adónde nos ha conducido otra aparente “facilidad” para el trabajo tedioso. Siempre me quedará la duda de si fue la capacidad que tenemos hoy de cut&pastear sin despeinarnos quien mató a nuestra creatividad es que nunca la tuvimos.
Soy firme defensora de reutilizar el trabajo que ya se haya realizado, siempre y cuando utilices el tiempo que ganas para ponerle tu aportación original. Dí la bienvenida a aplicaciones como Turnitin que permitían al menos sacarle los colores con aplomo al caradura. Espero que pronto veamos herramientas que detecten si hay o no mano humana detrás.
Me encantaría pensar que la inteligencia artificial supondrá el fin de los mediocres, de todos esos que hoy pasan el día reenviando emails y cut&pasteando documentos de otros poniendo como escusa que el agobio al que les somete su empresa “no les deja tiempo para pensar”.
Estoy segura de que será así en el largo plazo.
Pero no soy optimista en el corto.
Me temo que desmontar la mediocridad no interesa a ningún mediocre. Y las empresas están llenas de ellos.
No sé quién se atreverá decirle al emperador lo desnudo que va.
Lo que sí que sé es que, con chatGPT o no, hay aspectos en los que todos los profesionales podemos mejorar, al menos de momento, a un robot. Y que convendría que comenzáramos a aplicarnos más en emocionar, en empatizar, en preguntar, en apasionarnos, en compartir, en enseñar o en reír más durante nuestra jornada laboral.