Los imbéciles en las oficinas son como las figuritas del roscón de Reyes: todas tienen uno. Seguramente oculto, pero presente, y te toca cuando menos te lo esperas. Todos nos hemos encontrado alguna vez en el trabajo con ese imbécil, esa persona que hace sentirse miserables a los que le rodean, o que les enervan, esa persona que se cree superior a todos y que disfruta descubriendo y evidenciando los errores de los demás…
Aunque también vete a saber si ese imbécil eres tú, porque la mayoría de la gente prefiere sufrir en silencio a los imbéciles que decirle su opinión sincera directamente, así que, si eres el imbécil de la oficina, no esperes que nadie te lo diga. Además, el concepto de imbecilidad es siempre subjetivo, pero como norma general, el imbécil es aquel con quien a nadie le gusta trabajar porque sencillamente nadie se siente a gusto en su presencia.
¿Qué características tiene un imbécil de oficina? Pues el primer signo es que piensan que todos los demás son imbéciles excepto ellos. Además, el mal comportamiento es contagioso, luego suele ocurrir que un grupo sin fricciones y donde las tareas se reparten eficientemente sin problemas se contamina cuando llega un imbécil. La gente empieza a luchar por el status y dejan de confiar los unos en los otros (que es lo que hacen los imbéciles). Es significativo que haya gente que parece pertenecer siempre a equipos de trabajo complicados y problemáticos, ¿verdad? El problema, sin duda, son ellos.
Otra característica de los imbéciles es que los compañeros de trabajo no suelen discrepar con ellos, pero tampoco comparten su opinión con ellos. Nadie se siente cómodo comentando con un imbécil sus ideas. Los imbéciles agobian sin saberlo a sus compañeros de trabajo defendiendo con vehemencia su punto de vista por lo que la gente prefiere retirarse antes que debatir con un imbécil. Si en una reunión alguien plantea una idea y la respuesta es el silencio general, probablemente ese es el considerado imbécil del grupo.
Un rasgo más que define a los imbéciles es que sienten que el problema siempre lo tiene el equipo con el que trabajan y no ellos. Temen parecer incompetente por culpa del desempeño de los demás, así que la reacción es centrarse en las carencias y en los errores de los compañeros, poniéndolos bien de manifiesto. El imbécil es el que suele considerar imbéciles a todos sus compañeros. Aunque eso sí, si hay algo que los demás hacen bien, el imbécil rápidamente reclama su parte del éxito del trabajo, aunque él no haya hecho prácticamente nada en vez de reconocer el trabajo bien hecho de otros.
Y una vez que lo tenemos identificado, ¿cómo lidiar con el clásico imbécil de la oficina? Bernard Shaw dejó escrita la fórmula mágica para ello: “Nunca luches con un cerdo. Te llenarás de barro y se reirá de ti”. Evitar la confrontación suele ser la mejor receta, porque es muy fácil convertirse en un imbécil discutiendo con un imbécil. El verdadero imbécil no suele entender de grises, solo blancos y negros. Es decir, estás con él o contra él. Entonces, si te pones a discutir, lo normal es que acabes atrincherado en la posición contraria a la suya… sólo que él tiene más práctica que tú en esas situaciones. Mejor dejarlo a su aire.