Estos meses hemos escuchado hablar hasta el hartazgo de lo mucho que necesitamos todos mejorar nuestras “capacidades digitales” si aspiramos a conservar nuestro puesto de trabajo. De que no habrá lugar en el mundo para nosotros sin soft skills, sin upskilling y reskilling.

Genial, comprendido:  Póngame cuarto y mitad de upskilling y 200 grs de soft skills. 😊

¿Ya sabes realmente qué es lo que tienes que aprender a hacer o sigues sin saber por dónde empezar?

Me ponen mala los grandes conceptos que se nos repiten como un mantra pero que nadie nos trocea para que podamos empezar a comerlos. Por ello, me propongo arrojar hoy un poco de luz sobre este asunto, compartiendo mi propio proceso personal y el que vivo en los proyectos en los que participo.

Más allá de los “qué”, necesitamos ver claro los “cómo”.

Yo reconozco que estamos ante la madre de todos los cambios. Ese giga-cambio que sucede cuando al cambiar la forma en la que hacemos las cosas, vamos cambiando poco a poco y sin darnos cuenta lo que somos. Es cierto que ninguno somos ya quienes solíamos ser. Que necesitamos aprender. Y que, aunque esto nos lo cuentan mucho menos, necesitamos completar esa formación enfrentándonos a lo que sentimos ante esa necesidad de cambiar para dar la talla.

Pero digo yo que en algún punto tendremos que ordenar nuestro plan de aprendizaje. Para dejar de ir como pollos sin cabeza saltando de Instagram al curso de WordPress. Que tendremos que saber cómo elegir la capacidad que vamos a desarrollar, y en consecuencia, a qué curso apuntarnos o a qué newsletter suscribirnos y qué blogs leer. Que tendremos que ver cómo se hace eso de “ponerse las pilas” para superar la angustia frente al cambio, el miedo a no dar la talla o ese sentirme demasiado viejos para volver a empezar.

¿Qué pasos debería dar hacia mi transformación digital?

En mi experiencia, el desarrollo de una mentalidad digital consta de 3 niveles o estadios de actividad, pensamiento y sentimiento.

Un primer “acercamiento entusiasta” al nuevo modelo

Un modelo marcado (te guste o no) por la tecnología. Y aquí no hay más secreto que dejar de decirte que no “eres tecnológico”, que “no sabes” o “no entiendes” y buscar un “amistamiento” al menos a nivel de usuario animoso con lo digital. Asumiendo de una vez que no tienes que saber de la existencia ni mucho menos de los detalles de un tal protocolo IPV6 para poder conectarte a internet. Que lo que a ti te importa es saber que allí encontraras información, ocio, productos, relaciones, conocimiento… Qué servicio hay que contratar y dónde hay que hacer clic para acceder. Y punto pelota.

Llegar a este nivel sería el equivalente a comprar “tu billete de entrada” para este mundo. Para sentirte con derecho a estar ahí y a conversar sin pensar, sin acertar e incluso sin aportar. Para, perdóname la expresión, dejar de sentir que “estás de prestadillo” en un lugar al que no perteneces. Hay que dar el primer paso que es “apuntarse” al club.

¿Quién puede ayudarte con esto? Pues me temo que tú y solo tú. Porque este es un proceso 100% personal que combina necesidad/urgencia/apetencia y autoconfianza. Es ese “sí quiero”, ese “venga, me pongo” que implica dejar de agobiarte por todo lo que aún te es ajeno y por todas las cosas que aún no sabes hacer. Un proceso que comienza dejando de buscar respuestas para empezar a hacerte las preguntas adecuadas: ¿Qué aporta? y ¿para qué puede servirme a mí?

Este paso es un cambio de chip que ningún curso va a dar por ti. Busca si acaso referentes, (amigos y desconocidos) que, habiendo pasado por aquí, tengan la generosidad de compartir argumentos, beneficios y miserias y también dónde encontraron sus fuentes de energía emocional. Busca empujón en el ejemplo de otros. Y ten claro que en esta fase lo que necesitas es, más que aprendizaje, puro convencimiento.

Y ello me lleva al segundo de los planos.

Un plano de «alfabetización digital«

Este no me lo invento yo. Lo marca la UE en su marco básico de competencias digitales DigComp 2.1. Este nivel correspondería a tener unas “manos digitales” básicas y transversales a todos los sectores de actividad. Que serían:

  • Informatización y alfabetización digital. Refiriéndose a la búsqueda de información digital, a la evaluación de su fiabilidad y relevancia y a su organización y almacenamiento.
  • Comunicación y Colaboración. Abarcando todo lo relativo a la interacción con otras personas a través de medios digitales, a la creación y a la compartición de recursos digitales. Y también a las normas en la participación digital y en la gestión de la identidad digital.
  • Creación de Contenido Digital. Refiriéndose a la creación y edición de contenidos multimedia y a la gestión de los derechos de autor de las creaciones digitales.
  • Seguridad. Abarcando prácticas que garantizan el uso seguro y sostenible de la tecnología, la protección de datos personales y también de la salud y del medio ambiente.
  • Resolución de Problemas. Recogiendo las competencias relacionadas con la identificación de necesidades tecnológicas, así como necesidades de actualización en las competencias. El saber trazarte tu plan, vaya.

No puedo estar más de acuerdo con estos señores. De hecho, hay una de ellas que yo pondría en mayúsculas porque a menudo me encuentro con que pasa totalmente desapercibida como necesidad. Me estoy refiriendo a la elaboración de contenidos digitales en formato texto, ilustración, voz o video, algo que cualquier chaval hace sin despeinarse. Para pensar por qué tú no puedes.

¿Quién te puede ayudar en esta fase? Te adelanto que estás en el escalón más fácil. Cursos, charlas, webinar y tutoriales los tienes de todos los colores. Fundación Telefónica, Miríada o Google pero también perfectos desconocidos desde sus blogs o sus canales de YouTube te ofrecen más conocimiento del que puedes procesar. Nunca hubo tanto y tan bueno dónde elegir. Sólo tienes que priorizar por tema. Y aquí, tirar de gustos o necesidades inmediatas, que éstas si te las suelen apuntar.

Y por fin llegamos al que para mí es el verdadero quid de la cuestión: La forma en la que pensamos y sentimos y, en definitiva, la forma en la que abordamos los retos que la empresa (y la vida) nos va poniendo por delante.

El plano de nuestros valores y creencias: nuestra mentalidad

¿Os habéis preguntado alguna vez por qué algunas buenas ideas llegan a puerto y otras naufragan en el mar? El elemento clave en el éxito de un proyecto nunca son los medios, ni los procesos o las herramientas. Son siempre las personas y sus actitudes.

Si nuestro cambio no equilibra conocimientos y emociones, si no cambia en nada nuestra manera de pensar ni el rol que decidimos jugar, no habremos hecho casi nada. Ese curso que hoy dimos mañana ya no será suficiente y vuelta a empezar.

Toca asumir que, a ser ciudadano digital (y profesional digital) se aprende. Que ni los nativos digitales que tan bien parecen manejarse han nacido sabiendo. Pero que, por suerte o por desgracia, este es un cuento de nunca acabar.

Porque una mentalidad digital es un circo de tres pistas. Que se configura metiendo en tu cabeza y en tu alma al menos estas variables. Asumiendo además su cambio de significado respecto a la idea que tenemos preestablecida.

  • Un contexto incierto. Una sociedad y un panorama, que esta vez se caracteriza por una total falta de “valores seguros” a los que agarrarse. El momento en el que nos toca vivir va, sin duda, de sustituir certezas por apuestas. De aprender a tomar decisiones sin más garantías que el acercamiento a las tendencias que intuimos. De liarnos a probar sin tener claro si lo que hacemos es realmente lo que queremos hacer y si servirá para algo. De echar a andar sin haber cerrado hacia dónde queremos ir.
  • Un nuevo esquema de valores. De lo que la sociedad te pide, quiere y valora. Algo que está cambiando porque ¿Qué duda cabe que conceptos como estabilidad, transacción y jerarquía están dejando paso a emoción, comunidad y servicio? No hay más que ver cómo cambia nuestro comportamiento como consumidores y también como lo hacen los modelos de negocio en las empresas capaces de sintonizar con ellos. Es momento de comprender que nuestro trabajo y nuestras relaciones tienen que resintonizarse también con ellos.
  • Un individuo empoderado. Que deja de esperar que le resuelvan y coje el toro por los cuernos. Es nuestro momento. El momento de conocernos, de reconocernos, de querernos y de confiar en eso que nos hace únicos. De mirarnos, de escuchar lo que otros nos dicen y de comprar una libreta para ir dibujando poco a poco nuestro valor, nuestra historia y nuestra capacidad de servicio. Sin que nadie nos lo mande, sin que nos acompañen, sin que “nos lo hagan”. Nos toca tirar de este carro.
  • Un aprendizaje sin fin. Algo que no es posible hacer sin desempolvar nuestros años de colegio y recuperar ese apetito curioso por todo y por todos. Ese “no te acostarás sin aprender una cosa más”. Ese no dejar una duda sin resolver ni una referencia cazada al vuelo sin consultar. Buscando espacio y método para aprender de una manera que se integre en tu día a día como algo sencillo y natural. Asumiendo que tu desarrollo es tu responsabilidad. Y tu móvil tu gran aliado.
  • Mucho más sentido de comunidad. Aunque parezca un contrasentido, una mentalidad digital es una mentalidad de servicio. De individuos que se fortalecen con el único propósito de aportar valor. Que ayudan, que conversan, que preguntan y se relacionan buscando el enriquecimiento mutuo. Que crean redes colaboración cuanto más diversas mejor y que no desdeñan ninguna cabeza a la hora de crear.  
  • Algunas herramientas nuevas. Porque cuando la tecnología es capaz de mejorar nuestras capacidades, permitiéndonos hacerlo más rápido y con menos esfuerzo, no hacer uso de ella rayaría en la idiotez. ¿O vas a seguir dejándote el brazo en montar la nata teniendo a tu alcance una estupenda batidora de varillas? Hazlo si quieres, pero deja de autoconvencerte de que así sabe mejor. Al común de los mortales nos da igual.

Puede que te parezca un proceso ajeno, incluso demasiado inabarcable. Pero yo te aseguro que no lo es. Que las semillas de todo eso ya están en ti y que solo tienes que hacerlas florecer. Siempre que tengas lo que hay que tener: autoliderazgo, corazón y entusiasmo.

Ya te aviso que la falta de cualquiera de ellos, te impedirá disfrutar (y brillar) en la era digital.

¿Mucho que procesar por hoy? Supongo…

Te prometo una segunda parte 🙂

@vcnocito