Hoy me gustaría hablar del movimiento pero no del movimiento físico, que por cierto siempre es beneficioso incluso para el cerebro como demuestran las últimas evidencias científicas que han estudiado el tema, sino que especialmente quería hablar del movimiento que hacemos a nivel personal para no quedarnos estancados siempre en la misma tarea, de ese movimiento que nos debería impulsar a desarrollarnos, a mejorar nuestras habilidades y a mantenernos siempre curiosos, también en el trabajo

No es nada fácil moverse, en este amplio sentido de la palabra que comentaba ahora. Con frecuencia empezamos nuevos retos y propósitos (ahora que empieza un nuevo año, más si cabe) que abandonamos antes de terminarlos aun siendo conscientes de los beneficios que nos proporcionarían si los completáramos. Suele ocurrir que cuando no vemos resultados inmediatos, perdemos la motivación, pensamos que no merece la pena dedicarle tiempo a esa tarea y dirigimos nuestra atención a otra cosa. Muchas veces no somos conscientes de que cuando se trata de dar pasos para desarrollarnos en lo laboral (y en lo personal también), los resultados tardan en llegar o al principio llegan con cuentagotas, y solo se aprecian cuando con el paso del tiempo echas la vista atrás y te das cuentas de cómo estabas unos meses o años atrás y como estás ahora.

Además, todo movimiento requiere de esfuerzo, tanto el movimiento físico como el enfocado a un cambio o mejora en el trabajo. Sin algo de esfuerzo por nuestro lado es difícil que logremos los resultados buscados. Aplica perfectamente el viejo dicho de “quien algo quiere, algo le cuesta”. Aunque ojo, que esfuerzo no significa necesariamente sacrificio. Debemos trabajar en sumar cosas para nuestro desarrollo sin restar (sacrificar) ninguna otra cosa a cambio. El secreto a mi modo de ver está en ir dando pequeños pasos, ir consiguiendo pequeños triunfos que consoliden nuestra idea y nos convenzan de que vamos por el camino correcto.

Los que de verdad saben de estas cosas lo llaman también “autoliderazgo”, es decir, decidir donde quiero ir a parar en los próximos años. Porque no es cierto aquello de “es que soy así y ya a mis años no puedo cambiar”. Son frases que sirven de excusa para no arrancar ese movimiento que nos saque de la comodidad de nuestra zona de confort, aunque nos quejemos luego de que realmente no se está tan confortable en dicha zona de confort. Porque al final, todos somos el resultado de la construcción que vamos creando poco a poco. Esto del autoliderazgo es aplicable a cualquier persona, con independencia de a qué se dedique o de qué cargo ocupe en la empresa, pues tiene que ver con la capacidad de gestionarse a sí mismo. Se trata de darse cuenta de conocer nuestras fortalezas y nuestras áreas de desarrollo y desde ahí, actuar (moverse) para conseguir las metas que me planteo.

En resumen, el movimiento cuesta porque siempre hay resistencias y fuerzas de rozamiento que hay que vencer. Pero la otra opción, la inmovilidad, es peor porque te lleva a quedarte oxidado y anticuado. Hay que mantener viva la curiosidad que nos lleve a explorar nuevas actividades o nuevas formas de hacer las cosas y no esperar a que las cosas sucedan sin más. Debemos ser proactivos dar pasos al frente y marchar hacia donde queremos ir sin esperar a que el objetivo venga caído del cielo.