A todos nos gusta tener el reconocimiento de los demás y que nos digan lo bien que hemos hecho las cosas. Les pasa a los niños pequeños, que están siempre haciendo las monerías que provocan la caída de la baba de los orgullosos papás. Les pasa a los adolescentes, que necesitan a toda costa pertenecer a un grupo y por tanto, su aprobación, porque de no ser así pasan automáticamente a engrosar el grupo de los “pringaos”. Y nos pasa también a los adultos fuera del trabajo. ¿Qué es, si no afán de reconocimiento social, ese no parar de publicar fotos llenas de felicidad en las redes sociales? O cuando invitamos a cenar a casa a esos amigos que sabemos que con seguridad se van a deshacer en elogios hacia nuestro estupendo risotto.
De hecho, algunas personas tienen el problema de que necesitan en exceso el reconocimiento de los demás. En el trabajo son aquellos a los que una pequeña crítica, aunque esté rodeada de aplausos de otros, les provoca ansiedad o incluso ira y odio hacia quien critica. En realidad, tras ese excesivo afán de reconocimiento se esconde inseguridad y miedo al fracaso (lo mismo que pasa con los adolescentes). Como decía Hans Seyle, el médico austriaco que estudió por primera vez los efectos del stress en el cuerpo humano, “tanto como anhelamos la aprobación, tememos la condena”.
No obstante, estoy convencido de que es importante tener en el mundo laboral una cultura de feedback y de reconocimiento de los logros de todos. Sentirse reconocido hace que cualquiera se sienta más feliz en el trabajo lo que siempre redundará en una mejora de la productividad, y además es la mejor manera de retener a la gente talentosa. Hay quien piensa que es mejor dar un feedback basado en las debilidades antes que en las fortalezas, porque así se conseguirá superar esos puntos débiles y porque no hay que preocuparse por los puntos fuertes dado que ya los tenemos de serie. Sin embargo, creo que debe tener más peso reforzar esos puntos fuertes que todo el mundo tiene porque es más probable llegar a la excelencia potenciando los puntos positivos que mejorando ligeramente los negativos.
Además, seguro que todos decimos que agradecemos que nos digan las cosas en las que podemos mejorar dentro de nuestro trabajo, pero no estoy tan seguro de que en el fondo sea así. Hubo una investigación de “una prestigiosa universidad norteamericana” (como siempre) sobre el impacto del feedback negativo en distintos grupos de empleados. Esperaban que las personas más motivadas por mejorar y aprender valoraran mejor las críticas a su desempeño, cuando en realidad fue todo lo contrario. Ese grupo de trabajadores reaccionó peor al feedback negativo que otros con desempeño medio o bajo a los que, básicamente, todo les daba igual. La investigación evidencia que a casi nadie le gusta una crítica a su trabajo y que además, se puede acabar “etiquetando” a la gente de manera que sea incluso más difícil que antes salir de esa etiqueta. El secreto radica en ser más coach que capataz, es decir, hay que escuchar mucho primero y luego poner de manifiesto los puntos débiles pero unidos a una propuesta de desarrollo y no limitarse a enumerar una serie de defectos a corregir. Y por supuesto, destacar los puntos positivos que siempre encontrarás en una persona.
Aunque en nuestro día a día en la oficina tampoco debemos excedernos en la importancia que le demos al reconocimiento de otras personas o grupos con los que trabajamos. Todo en su justa medida. Si un comentario aislado sobre algo que has hecho te molesta en exceso puede llegar a paralizarte y a no dejarte hacer bien tu trabajo. Cuando damos tanta importancia al reconocimiento de otra persona, le estamos en realidad otorgando un poder enorme a esa otra persona. Me gustó mucho una frase que leí en el Twitter de Simon Sinek que decía que “el amor verdadero es otorgar a otra persona el poder de destruirnos confiando en que nunca lo va a usar”. En cierto modo, esto de la búsqueda a toda costa del reconocimiento es un poco lo mismo: damos a otro el poder de hacernos daño con una pequeña crítica, solo que a diferencia del amor verdadero, es bastante posible que sí lo use contra nosotros alguna vez. Como decía Oscar Wilde “sé tú mismo. El resto de papeles ya están cogidos”.