Durante muchos años éxito profesional y carrera directiva fueron sinónimos. El triunfo en tu profesión se medía en el tamaño de tu coche de empresa, las vistas de tu despacho o el crédito de tu tarjeta. Aun hoy, muchos lo siguen viendo así. Sin embargo cada vez somos más los profesionales con un nuevo concepto de éxito basado en un trabajo que te guste, con un nivel de autonomía que te permita conjugar resultados y aprendizaje y con un conjunto de retribuciones emocionales que van más allá del estatus y del sueldo.

No todos aspiramos a ser directivos

Hemos roto el paradigma de crecimiento vertical donde la empresa te demuestra lo bueno que eres y lo mucho que te valora, haciéndote jefe. Razones para no desear crecer formando parte de la estructura de la compañía hay muchas.

Ver que no siempre suben los mejores o cómo se estropea un buen empleado al convertirse en un mal jefe puede que haya contribuido a abrirnos los ojos. Haber experimentado en carne propia cómo ha bajado la valoración de tus jefes al pedir una jornada “reducida” que en nada reduce tu aportación pero que te permite llegar al cole por decir “no” a la reunión de las 7, es sin duda una experiencia que marca.

Cada uno con sus razones, lo cierto es que cada vez somos más los profesionales seniors que nos sentimos cómodos en las promociones horizontales, que buscamos el crecimiento profesional en base al reto, al trabajo interdisciplinar con otros grupos o el fortalecimiento de nuestra agenda.

Buscamos modelos más flexibles

Porque cuando vas avanzando en tu carrera profesional, cada vez decides menos por el binomio sueldo/actividad y comienzas a tener más en cuenta el contexto en el que debes desarrollar esa actividad. Y si tienes que elegir entre llegar todos los días a las 10, sin tiempo ni para niños, ni para gimnasio, ni para piano, sin parar ni cuando duermes o cerrar a una hora razonable, combinando razonablemente trabajo, aficiones y familia o amigos, pues eliges lo segundo.

La mayoría de quienes tenemos familia optamos por este modelo. Muchas mujeres nos sentimos muy ajenas cuando vemos identificar emponderamiento femenino con cuotas en puestos directivos. Pero no somos las únicas. Cada vez más, hombres y jóvenes de ambos sexos sin hijos, eliminan la carrera directiva de sus objetivos de crecimiento profesional.

Comienza a perfilarse un nuevo paradigma de trabajo ideal que incluye variables como aprendizaje, conciliación, autonomía, tiempo personal e impacto social.

Cada vez más, aspiramos a un trabajo flexible, basado en una relación de confianza profunda con la empresa que nos permita dar lo mejor de nosotros mismos… sin quedar literalmente exhaustos.

Todos trabajamos por dinero

Pero una vez cubiertas nuestras necesidades con un sueldo razonable, la aspiración no va por crecer en pasta. Retos intelectuales, reconocimiento social, agradecimiento por el valor aportado, clientes encantados o simplemente un buen ambiente comienzan a inclinar la balanza.

Ya no vemos un trabajo a tiempo parcial como algo cutre. Ni ser autónomo es sinónimo de ser un paria profesional. Nos interesamos cada vez más por las colaboraciones freelance o por el microemprendimiento con proyectos profesionales individuales que quien sabe acaben dándonos de comer.

En España, desgraciadamente, la oferta de estas actividades y el apoyo para llevarlas a cabo aún es tímida, pero todo llegará. Porque lo están haciendo ya en otros países y porque cada vez hay más demanda de profesionales que no verían con malos ojos pasarse a ese modelo a cambio de ganar control sobre su carrera y sobre sus vidas.

Ganar dinero está dejando de ser un mantra social. En una sociedad cada vez más diversa, donde la digitalización da sentido a los “bichos raros” cada vez nos sentimos más libres para escribir nuestra propia definición de éxito.

Redefiniendo nuestra ambición sobre modos diferentes de asegurar un ingreso decente y un desarrollo profesional satisfactorio. Probablemente no todos deseemos esa transición abrupta que pasa de directivo estresado a vendedor de hamburguesas pero empiezo a tener amigos que buscan el cambio.

Conozco a  una experimentada veterinaria que llegó a vender esa clínica propia que tanto le había costado levantar para cambiarla por un trabajo administrativo solo para poder disfrutar de su tiempo y de su familia. Y está encantada. A un sufrido vendedor a mala comisión que montó una agencia de formación para vendedores. Y no sólo está contento, sino que le va tan bien que ya se plantea dejar la vida anterior.

Las empresas deberían tomar buena nota. Cuando tiras de la cuerda, puedes romperla.

Pero me temo que muchas aún andan mirando al ecommerce y al Big Data. Pues ellas verán.

@vcnocito