Nunca me he sentido discriminada en mi desarrollo profesional por el hecho de ser mujer. Sin embargo, haber tenido hijos me ha obligado a reconducir mis expectativas profesionales. Aunque ser madre no merma un ápice tus capacidades profesionales, reconozco que no es posible estar a tope, al menos en términos de horas, en dos proyectos a la vez. Y para muchas empresas darlo todo en jornadas interminables es condición sine qua non para contar contigo.
La discriminación laboral por ser madre no nos afecta a todas por igual
En España muchas mujeres aún son discriminadas laboralmente por el hecho de ser madres. No lo digo yo, lo dicen los datos. A pesar de que en 2007 el gobierno aprobara una Ley Orgánica para la Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres, unas 100 empresas al año reciben sanciones por incumplimiento de los derechos de las mujeres en relación a las obligaciones de conciliación y de protección de la salud de las mujeres embarazadas y lactantes. Lógicamente, las más afectadas son las jóvenes entre 25 y 35 años con formación básica. A ellas, les es casi imposible encontrar trabajo estando embarazadas, sufren cambios de puesto o despidos al anunciarlo, o les impiden ejercer su derecho a la reducción de jornada.
Es de justicia reconocer que, en el grupo socioprofesional al que pertenezco, de mujeres con estudios superiores, no sufrimos discriminación en el sentido literal del término, en relación al hecho de haber tenido hijos. Sin embargo, todas sin excepción nos sentimos tensionadas en lo laboral por el hecho de “ejercer” de madres y muchas optamos por poner un freno a nuestro desarrollo profesional.
La “devaluación” de tu consideración laboral no es exclusiva de las mujeres
Yo nunca me he sentido discriminada… pero, desde que el momento en que solicité una jornada reducida reconozco haberme visto orillada a veces. Por mis mandos y compañeros, nunca por la empresa como entidad. Porque quienes no la necesitan, la perciben a veces como una falta de compromiso por tu parte.
Pero, en este asunto, nada es lo que parece. Puede que trabajes en jornada reducida, pero poco o nada reduces tu trabajo, sólo tu presencia física en la oficina. Reducciones del 10 al 15% tienen muy poco impacto en la productividad. Lo que pasa es que, en España, el resto de compañeros no están ocho horas en la oficina, sino muchas más. Asumimos como normales jornadas de 12 horas y quien no esté dentro del sistema, está fuera. Así que, estás siendo “mal vista” por comer un sándwich frente al ordenador antes de salir pitando al cole y no asistir a esa reunión de las 7 de la tarde. ¿Algo de envidia tal vez?
Solicitar permisos de conciliación en cualquiera de sus formatos, te hacen caer en el ranking de consideración de algunos jefes y compañeros. Sin distinción de sexo, ni en quien juzga ni en quien es objeto de juicio. He visto a jefas con hijos que hacían jornadas interminables “orillar” a quienes se iban antes que ellas. Y a chicos igual de “mal vistos” por pedir un mes sin sueldo en verano para cubrir las vacaciones escolares. Mi marido, sin ir más lejos, ha ralentizado su carrera profesional tanto o más que yo… Porque atender deberes, comprar regalos de cumpleaños o acompañar a tus hijos a fútbol te quita de investigar, de escribir y de estudiar.
Afirmo sin dudarlo que la “discriminación blanda” por carga familiar no es exclusiva de las mujeres. Es sólo que estadísticamente, nosotras la pedimos en mayor proporción. Y aunque sea una situación temporal, impacta en tu proyección y en las tareas que están dispuestos a encargarte. No vaya a ser que “la liemos” si hay alguna reunión con jefazos a la que no puedes asistir.
Pero… ¿Quién pierde realmente?
Yo sinceramente creo que las organizaciones que nos dejan de lado cuando solicitamos flexibilidad horaria o jornadas reducidas para la atención de nuestros hijos, quedan en clara desventaja. Porque están dejado de lado a un plantel de excelentes profesionales tan comprometidos con lo que hacen que no están dispuestos a renunciar a nada. Las personas no somos de una manera en la oficina y de otra en casa. Y quien tiene un compromiso tan fuerte con sus hijos que solicita la reducción de jornada y la mantiene aun cuando sus hijos ya no son unos bebés, es una persona comprometida per se.
Pero también perdemos nosotros. Porque o nos apeamos del burro y paramos el carro profesional o vamos como locos corriendo por la vida para tratar de llegar a todo con la lengua fuera. O dejamos a la familia al cuidado de terceros, algo que muchos no entramos a considerar. Y así es realmente difícil poner una sonrisa todos los días, a los compañeros por la mañana y a los chavales por la tarde. Cuando uno está agotado, reconozcámoslo, es mucho más difícil ser amable, empático, negociador y paciente. Así que ni tus emails son exquisitos, ni nos llega la fuerza para no ceder a las rabietas. Ni en el ajo ni en las tajadas, que se dice.
¿Qué podemos hacer?
En un mundo ideal, tener hijos no debería ser un peaje a pagar, ni algo sobre lo que hay que estar dando continuamente explicaciones. De hecho, en muchos países europeos no lo es. Sobre el papel, la ley ya contempla bajas maternales, reducciones de jornada, permisos con y sin sueldo, hasta discriminaciones positivas en algunos casos. Y aunque seguro que hay margen de mejora en el control de su cumplimiento, podemos decir que lo básico, está.
Sin embargo, yo creo que lo que queda por arreglar es justo lo intangible. Deshacernos de ese juicio de valor que habita entre líneas, apoyándonos en ese perfil de jefe-líder que prefiriere un trabajo de calidad concentrado en el tiempo frente a un trabajo más estándar pero ejecutado en modo “todo-el-tiempo-disponible”. Nunca entenderé por qué es tan difícil de entender.
Pero, mientras ese perfil no llegue a todos los rincones, nos toca asumir de una vez por todas y sin acritud los hechos. Que comprometerte a fondo con el cuidado de tus hijos, seas hombre o mujer, ralentiza durante un tiempo tu carrera profesional. Así que “no cojas lucha”, que dicen los cubanos. No trates de nadar contracorriente, porque puede acabar contigo.
La vida es muy larga, no pasa nada. Tus hijos crecerán antes de lo que piensas y podrás darlo todo de nuevo. Sólo que probablemente ya no tengas ganas de entregarlo a quien fue tan poco empático contigo.