Compartir y competir, dos palabras tan similares que hasta me he preguntado si no provendrían de la misma raíz latina, pero no. Compartir viene del latín compartiti mientras que competir proviene de competere. Pero aunque suenan parecido, tienen significados totalmente diferentes. A compartir se nos enseña desde pequeños en la guardería porque es una buena acción ya que acercamos aquello que nos sobra a los que no tienen tanto y así nadie pierde. Competir parece que no es una acción tan buena porque lleva implícito el que alguien tiene que perder, pero también se nos inculca desde pequeños porque los niños siempre están con torneos escolares o es casi inevitable preguntar a tu hijo si el niño de al lado ha sacado mejor o peor nota que él.
El compartir viene de serie en el ser humano porque somos animales sociales que desde la Prehistoria convivimos con otros seres humanos en asentamientos o tribus que servían para defendernos mejor de los peligros. Dominamos una capacidad tan asombrosa y diferencial como la del lenguaje por el único motivo de comunicarnos y poder cooperar juntos. Pero sin embargo, los seres humanos también tenemos un instinto competidor que nos lleva desde siempre a tener disputas por ocupar los mejores territorios o por liderar al grupo.
La realidad es que nos hace felices compartir. Cuando conseguimos un logro importante del que nos sentimos orgullosos rápidamente buscamos contárselo a los demás. Esto es lo que está en la base del enorme desarrollo de las redes sociales hoy en día, lo mucho que nos gusta compartir nuestras acciones y pensamiento con otras personas. Compartir conocimientos es básico para avanzar y mejorar, por supuesto también en nuestro día a día laboral. No es necesario pasar horas buscando un dato si otra persona ya lo consiguió anteriormente, así que yo puedo emplear mi tiempo en otra actividad que quizá sea de ayuda en un futuro a esa persona que me compartió el dato que necesitaba, y de esta forma ambos salimos ganando. Muy obvio, ¿no?
Pues no tanto, porque en mucha gente prevalece el instinto competidor, o llamémosle también el instinto trepa, ese afán de quedar por encima de los demás o de conseguir una cuota de poder especial. Y ya se sabe que la información es poder, luego cuanta más información yo posea y menos información tengan los demás, más poderoso soy, o al menos más cerca estaré de serlo. Así que para algunos, compartir lo justito…
Hoy en día tenemos a nuestra disposición un sinfín de herramientas para comunicarnos y compartir información. Tenemos aplicaciones que hacen muy fácil trabajar en equipo y coordinar tu trabajo con el de tu compañero de al lado para no acabar haciendo los dos lo mismo junto con otras herramientas para comunicarnos con personas que viven a miles de kilómetros de distancia pero que tienen información útil para nosotros. Como dice Alfons Cornellá en su blog “El éxito de los humanos se basa en haber colaborado. Incluso con gente que no conocemos. Es algo natural en nuestra especie, a pesar de que pensamos que el egoísmo nos domina. Sobrevivimos porque colaboramos”. Es absurda esa obsesión de algunos por ocultar información, obsesión provocada por el temor a que alguien les copie la idea o les quite el mérito. Para nada es así, porque cuanto mejor le vaya a la gente de tu alrededor o de tu grupo de trabajo, más posibilidades tendrás de que te vaya mejor a ti.
Así que definitivamente en el ámbito profesional, compartir es mejor que competir. Naturalmente hay que mantener un cierto espíritu competitivo que te lleve a hacer mejor las cosas que la competencia, pero lo cierto es que crecemos más si compartimos, y hoy en día tenemos más herramientas para hacerlo que nunca antes. Aprovechémoslas. Y por cierto, comparte este artículo si te ha parecido interesante 🙂