Ejemplos de cómo hasta el más idílico de los paraísos laborales puede transformarse de golpe en un infierno, hemos tenido estos días varios. La moción de censura que ha desalojado de la noche a la mañana a Rajoy del gobierno o la inesperada marcha de Zidane del Real Madrid tras ganar la Copa de Europa me dan qué pensar sobre el valor de saber reconocer cuándo debes dar un paso atrás.

A mí me gusta gestionar activamente mi trabajo y mi desarrollo. Proponiendo proyectos, propiciando oportunidades para hacer cosas nuevas, mirando siempre hacia delante. Sin embargo, todos nos encontramos en la empresa y en la vida con momentos que no hay por dónde pillarlos. Momentos en los que, casi de repente, proyectos que fluían a ritmo se enrocan en círculos y donde tus aportaciones que antes desbloqueaban con ligereza hoy son escollos que ralentizan. Tu mundo gira en un parpadeo sin que termines de entender qué ha pasado para que, lo que venías haciendo con cierta aceptación, ahora, de repente, ya no gusta.

Dice que hay que saber irse de los sitios cuando aún te pueden echar de menos. Yo creo que retirarte sin que nadie te eche, incluso sin que nadie quiera aún que te vayas, es un talento muy valioso. Y tan escaso que deberíamos ponernos como objetivo el desarrollar olfato para intuir cuando lo que aportamos ya no encaja como antes, para reconocer cuando el grupo prefiere anclarse en otro estilo.

Si dudas, para

Rebelarse a entender que ahora sobras es siempre una opción. Pero igual no es mala idea fijarnos en lo que la naturaleza nos enseña. Algunos animales hibernan para sobrevivir al invierno, época en la que es más difícil conseguir alimento. Cuando vienen mal dadas, regulan su metabolismo para conservar la energía que han ido acumulando durante los meses más cálidos. Buscan lugares escondidos donde sentirse protegidos y seguros, se encogen disminuyendo al límite sus necesidades (incluso la de respirar), viven de las grasas acumuladas y reducen toda actividad.

A priori puede parecer un riesgo, pues parece más inteligente que a uno le sientan imprescindible, ¿no? No olvidemos que quienes gustan de pasar desapercibidos normalmente son las personas que jamás se arriesgan, que nunca toman una decisión y que sólo aspiran a hacer lo justo y necesario para salir del paso cobrando a fin de mes…

Para quienes tenemos a gala el presentar siempre batalla, una retirada temporal puede sabernos a auténtica derrota. Nos costará seguro entender que ahora lo mejor es callarnos y dejando correr ideas y oportunidades, pero a todos nos viene bien un periodo de introversión que propicie la reflexión. Sin significarnos, bajando el pistón para ceder el espacio a otros, estando ausentemente presentes mientras reorientamos la actividad hacia dentro.

Y trata de reponer fuerzas

Dicen algunos con cierta soberbia que “hay gente a la que se educa dejándola sola”. Yo creo, sin embargo, que cuando algo no fluye, lo mejor que puedes hacer es tratar de reeducarte tú.

Aprovechando para desempolvar la lista de “debes”, para formarte y para centrarte en tareas pendientes desde hace siglos porque no son urgencia para nadie y no están bajo los focos hirvientes del mail. Dejando tu “piloto automático” en posición social, tratando de llevarlo este nuevo proceso sin estridencias. Y con buena cara, aunque te la tengas que proponer. Reforzando tu amabilidad y tu buena relación con compañeros. Con interacciones y charlas lo más alejadas posibles del día a día laboral.

Aguantando las ganas de actuar, de proponer o de impulsar, reponiendo calladamente energías hasta que estemos listos para salir de la cueva. Será seguro el momento de mirar el mundo con ojos descansados y decidir si continuamos aquí con un valor renovado o emprendemos viaje a otras áreas. ¡Mudarse también es muy sano!

Aprender a parar es un arte. Aunque no debiera ser la norma. No vayamos a convertirnos en lirones, que pasan la mitad de su vida dormidos.

¿De dónde crees que viene la expresión «dormir como un lirón»? 

Y tú ¿cómo capeas los temporales?

@vcnocito