Después de haber escrito sobre el pelota y el trepa, y de que mis compañeras Virginia y Elena también hayan disertado estupendamente sobre como son algunos becarios y sobre lo que aportan los tipos grises en una compañía (¡más de lo que podría parecer!), me gustaría sacar ahora a la palestra otro de los personajes que abunda en las empresas: el vago.

¡Quién no tiene un vago en su empresa, diría más, quién no tiene un vago en su vida!. Al menos en España, los vagos no siempre tienen una consideración negativa. En la máquina de café de cualquier oficina siempre encontrarás a alguien que declara abiertamente que su intención al llegar por la mañana a su mesa es trabajar ese día lo menos posible, y normalmente encuentra varios adeptos a la causa entre los asistentes. Bill Gates decía que “siempre escogería a un vago para hacer un trabajo difícil, porque encontrará una manera sencilla de hacerlo”. Y sin irse tan lejos, mi amigo Juanjo tiene la teoría de que los vagos hacen una labor social impagable, ya que son una fuente de puestos de trabajo. Si todos fuéramos excelentes profesionales sumamente productivos, habría mucha más gente en el paro. Visto así, no es tan malo ser vago… ¿verdad?

Y es que los vagos son tan abundantes que los hay de muchos tipos. Por una parte, está el vago inteligente, o lo que yo en otro post denominaba un “listo pasivo”. Es una persona competente, con buenas ideas, que hace muy bien su trabajo… pero en pequeñas dosis, y cuanto menos mejor. Son expertos en crear de la nada una alternativa más o menos chapucera para salir del paso y luego tumbarse a descansar hasta la próxima. Desde luego, es un personaje útil en cualquier empresa.

Luego está el vago entrañable. Alguien tranquilo, generalmente gracioso, que no se complica la vida con tonterías, que no tiene más pretensiones que acabar la jornada laboral sin sobresaltos y para ello estira sus tareas para que le lleven el mayor tiempo posible. Suele caer bien a todo el mundo y al final es un personaje querido por todos. Podíamos llamarle el “hombre koala”

Tenemos también al “hombre cojín”, al típico que nació cansado, vago requetevago, aquel que tiene pinta de que no va a comer por no levantarse de la silla. Es un personaje bastante gris, introvertido normalmente, que aporta poco al grupo aunque bien es cierto que tampoco resta.

Y por último, está el que podíamos llamar “vago subversivo”. Éste no solo no hace nada sino que trata de que los demás tampoco hagan nada. Se vanagloria de cómo ha logrado escaquearse de una determinada tarea y se ríe del que le ha tocado hacerla. Por supuesto, jamás de los jamases hará nada que se salga ni un milímetro de lo que son sus atribuciones teóricas y bien que se encargará de pregonarlo a los cuatro vientos para que cunda su ejemplo. Este es un personaje que yo que procuro evitar todo lo posible. Éste sí es un tipo que resta y que crea mal ambiente.

Todos hacemos el vago de vez en cuando. Como dice mi compañera Virginia, hay momentos en que es hasta beneficioso. Pero también es cierto que un vago de los de catálogo a tu lado en la oficina puede llegar a sacarte de quicio. ¿Qué hacer en entonces? Pues no dejes que tu compañero vago te distraiga. No pierdas energía en controlar si lleva tres cuartos de hora comprando camisetas en internet porque no merece la pena, no vas a conseguir nada. Hay que tratar de que el compañero vago no afecte a tu actitud, y que no te contagie. Y si te propone ir a desayunar todos los días durante una hora, pues alguna vez tendrás que decir que no. También puede ocurrir que la tarea que tiene que realizar el presunto vago no le motiva nada, le da mucha pereza ponerse a ello (a quien no le ha pasado…). Así que igual puedes echarle una mano con ello, u ocuparte tú de esa tarea si no te importa en exceso y que tu compañero se haga cargo de alguna de tus actividades. Lo que quiero decir es que muchas veces la vagancia no es genética, sino que va unida con la desmotivación.

En resumidas cuentas, tratar de trabajar lo menos posible, siempre que cumplas con tus obligaciones, me parece una actitud respetable. Pero también es igual de respetable aquél que trata de buscar siempre la excelencia en su trabajo. Señor vago, si tiene usted a alguien así a su lado en la oficina, intente no distraerle…