Hace ya unas cuantas semanas que mi amiga Pilar me sugirió que escribiera un post sobre el teletrabajo, y la verdad es que me parece un tema estupendo para charlar sobre él aquí en nuestro balcón. Y es que según un informe de Adecco, en España sólo el 7,4% de las personas ocupadas teletrabaja, o sea, que trabaja desde casa, mientras que la media europea está alrededor del 13%. ¿Por qué un modelo que aparentemente solo trae ventajas tanto para trabajador como para la empresa, no acaba de cuajar?
Y eso que las ventajas del teletrabajo parecen muy evidentes. Para el trabajador, ayuda a conciliar la vida laboral con la profesional, ahorra costes y tiempos de desplazamiento (que me lo digan a mí, que tardo casi 1 hora en llegar a la oficina), te permite hacer tu trabajo tranquilamente sin las distracciones del trajín diario de la oficina… y para la empresa, no solo es una excelente manera de motivar y tener contentos a los trabajadores, sino que también le permite ahorrar costes de espacio, gastos generales, etc etc. ¿Dónde está entonces el problema?
En la empresa donde yo trabajo no solía haber problemas para teletrabajar si así lo solicitabas. Pero hace unos 3 años, hubo un cambio en la dirección de la empresa y pasamos al polo opuesto: el que hacía teletrabajo lo perdió, salvo casos muy concretos. Y últimamente parece que de nuevo se empieza a fomentar el trabajar desde casa en cada vez más áreas. Así que conozco de primera mano las particularidades del teletrabajo.
En mi opinión, el teletrabajo es distinto del trabajo presencial, y para que tenga éxito es necesario que tanto el trabajador como el jefe sepan dónde se meten. Para que funcione bien el trabajo debe organizarse por objetivos, y si el trabajador termina el jueves con los objetivos de la semana, mejor para él y al jefe no debería importarle que el viernes el trabajador no dedique ni un minuto a la empresa. Y al contrario, si una semana el trabajo se da mal, el trabajador debe ser consciente de que le tocará encender el ordenador el fin de semana. El teletrabajo obliga a organizar y gestionar muy bien las tareas, y eso no es fácil. Se suele ir improvisando día a día para sacar las castañas del fuego (echando horas de más por el camino)y esa manera de trabajar es incompatible con el teletrabajo.
También es cierto que muchos trabajadores no quieren el teletrabajo. Hay gente que va a la oficina a lucirse, como una forma de «éxito social», que te vean con un traje bien bonito, con el último smartphone siempre pegado a la oreja, dando apariencia de estar muy ocupado… eso «vende» socialmente. Si te quedas en casa serás muy productivo, disciplinado, y tu trabajo tendrá calidad, pero «no se te ve». Y precisamente por eso es también más difícil ser reconocido en tu trabajo y ascender. Sólo he conocido a una gerente que teletrabajara habitualmente (lo hacía todas las tardes). Por todo esto hay muchas personas que directamente no quieren saber nada del teletrabajo.
Yo pienso que estos motivos (la mala organización del trabajo y la cultura de aparentar y de premiar la cantidad por encima de la calidad) son las dos razones principales por las que el teletrabajo no está más extendido en España. Mi opinión es que las organizaciones deberían poner más empeño en fomentar el teletrabajo porque por un lado es lo mejor que puede hacerse para mantener a los empleados felices (y por tanto, como decía en un post anterior, más productivos) pero también porque tendría que ser la excusa perfecta para hacer un esfuerzo de organización del trabajo, de asignar a todo el mundo objetivos lo más claros, medibles y alcanzables posibles, lo cual acaba redundando en un incremento de la productividad.
Los argumentos que aportan los que están en contra del teletrabajo (que no se fomenta la relación entre trabajadores o entre jefes y teletrabajadores, que es más difícil transmitir la cultura y valores de la empresa, que fomenta la “vaguería”…) se podrían aplicar también por ejemplo a la educación a distancia… y sin embargo cada vez son más las instituciones de todo tipo que imparten formación incluso universitaria o de postgrado a distancia. Eso sí, todas esas instituciones tienen un programa muy bien estructurado, con trabajos o actividades periódicas para medir el progreso del alumno, con el soporte tecnológico adecuado para permitir reuniones a distancia… Es decir, lo mismo que debería hacer la empresa antes de fomentar el teletrabajo y de esta manera ahorrar costes y tener empleados más productivos.