Ya he mencionado en alguna otra ocasión en este blog lo que solía decir un director que tuve hace ya bastantes años: “motivado se viene de casa”. Y algo de razón sí que le doy. El ser feliz en el trabajo (y en cualquier parte de la vida) es hasta cierto punto una elección personal de cada uno. La cara que le pongas al mal tiempo depende de uno mismo. Hay acontecimientos de tu vida personal que influyen directamente en las ganas con las que vienes a trabajar, para bien o para mal, y eso también es inevitable.
Pero está claro que luego en la oficina te encuentras cosas que te desmotivan, que te mueven a tratar de conseguir simplemente el aprobado raspado en tu trabajo y que te quitan las ganas de esforzarte por buscar algo más que cubrir el expediente. Estas son algunas de las cosas que yo personalmente encuentro más desmotivadoras:
Falta de desarrollo profesional
No necesariamente me refiero a ascender y llegar a ser un importante directivo de nuestra compañía. Como decía en un post anterior, no todos tenemos las habilidades necesarias para gestionar un grupo grande de gente o un presupuesto de millones de euros. Por desarrollo profesional me refiero a sentir que cada vez estás en proyectos de más importancia, que la empresa invierte en tu formación, que confían más en ti y te dan más autonomía para tomar tus propias decisiones. Es más bien una cuestión de sentirte reconocido en tu vida profesional. Sin desarrollo profesional y sin un reconocimiento a lo que haces de vez en cuando el trabajo se vuelve gris y monótono.
Perder el tiempo
Largas reuniones que no llevan a ninguna parte porque en realidad no hay voluntad de llegar a un acuerdo y al final la conclusión de la reunión es “le damos una vuelta” o “lo escalamos”, reuniones de seguimiento periódicas que tenían sentido en el lanzamiento del proyecto pero que más adelante solo suponen dar vueltas a lo mismo porque no hay avances significativos, emails enviados a docenas de personas con información irrelevante… da la sensación muchas veces de que no se valora tu tiempo, y por consiguiente, no se valora tu trabajo, lo que es realmente frustrante.
Falta de visión a largo plazo
Decía Einstein que “solo las vacas no rectifican nunca”, y es verdad. Entiendo perfectamente que haya cambios de estrategia en las empresas, que se pruebe una cosa y si no funciona bien se pruebe otra, pero tener una idea general, una visión a largo plazo de donde quiere ir la compañía es muy importante. Carecer de eso te hace tener la sensación de trabajar para nada, de estar haciendo algo inútil porque no sabes si estás contribuyendo a alcanzar el objetivo de la empresa o no ya que no conoces realmente cual es ese objetivo.
Compañeros “tóxicos”
Esto se merece un post entero… ¿Quién no ha tenido alguna vez un compañero al lado que le quitaba las ganas de ir a trabajar? El que se escaquea de todo, el triste que lo ve todo negro y contagia su pesimismo, el pesado que pregunta y pregunta sin avanzar nada por sí mismo, o simple incompatibilidad de caracteres con tu vecino de mesa… O te ha tocado participar en un proyecto con gente de otro área que no colabora para nada porque tiene intereses contrarios a los tuyos y ves que por más que tiras del carro eso no avanza. Hay que llevarse bien con todo el mundo en la oficina, pero hay gente con la que es muy difícil y muy agotador.
Malos jefes
Dejo para el final lo que encuentro más desmotivador. Ya escribí un post sobre esto hace unas semanas. Se dice que el jefe es el principal motivo por el que la gente se va de una compañía, y es verdad. Jefes que no toman ninguna decisión que implique un mínimo de riesgo, que no defienden tu trabajo fuera de tu departamento o que directamente mandan el mensaje de “calla y haz lo que te digo” es el elemento más desmotivador que puedes encontrar en la oficina.
Lo cierto es que tienes poco margen de maniobra para influir en alguna de estas cosas que desmotivan. No sueles tener nada que hacer para cambiar la política de promociones de tu empresa, quien ha entrado nuevo a tu departamento o como es la personalidad de tu jefe. Si estás rodeado de elementos “desmotivantes”, o cambias de empresa o te adaptas. Yo creo que el secreto en esas situaciones es encontrar tu pequeño mundo en el que te encuentras bien y aislarte un poco: hacerte con una tarea que te motive lo suficiente y que preferiblemente le sea ajena al mal jefe que te ha tocado para que así te deje trabajar tranquilo, tratar de evitar a los compañeros con los que tienes mala relación (que normalmente suelen ser los menos) y dado que probablemente no vayas a ascender nunca, conformarte con los pequeños reconocimientos que cosechas día a día: el “muchas gracias” de un compañero o un colaborador, un “qué pena que cambies de proyecto”, un mail de agradecimiento de un cliente… como decía al principio, la cara que le pongas al mal tiempo depende en gran medida de ti mismo.