Especialistas, por favor, den un paso a un costado. Tras muchos años considerando que lo que se buscaba (y pagaba) en el mercado laboral eran expertos que lo sabían todo acerca de un determinado nicho de conocimiento, resulta que ahora se valora más a aquellos profesionales que no son expertos pero sí son buenos en diferentes disciplinas: tecnología, marketing, finanzas o cultura, por ejemplo. Es lo que defiende Marisol Menéndez en un post de linkedin con el que estoy totalmente de acuerdo. De hecho, escribí sobre ello en este mismo blog hace un tiempo, hablando del cada vez más demandado perfil profesional en forma de peine: personas multidisciplinares, con intereses variados, que pueden enfrentarse a diferentes situaciones y desafíos y que pueden adaptarse a cambios de ocupaciones y carreras a lo largo de su vida profesional.

Se trata de una tendencia que viene con los nuevos tiempos. En la era industrial, los trabajos eran uniformes y escalables, enmarcados dentro de las cadenas de producción de las empresas, donde la gente se dedicaba a apretar siempre el mismo tornillo como parte de la cadena de montaje de la que formaba parte. Esa forma de trabajo era fundamental para el crecimiento masivo que se dio en décadas pasadas, así que estuvo muy bien… pero el mundo ha cambiado muchísimo. Ahora nos encontramos inmersos dentro del famoso entorno VUCA (Volátil, Uncertain – incierto, Complejo, Ambiguo). Es más, hay quien habla de que eso del VUCA se ha quedado obsoleto, y que ahora estamos en un entorno BANI (Brittle – frágil, Ansioso, No-lineal, Incomprensible). Todas estas siglas intentan explicar la rápida transformación y la complejidad de nuestro mundo, los vertiginosos cambios tecnológicos que nos asaltan y los desafíos globales como la pandemia de Covid a la que nos enfrentamos.

Se atribuye al escritor uruguayo Mario Benedetti aquello de “nos cambiaron las preguntas cuando teníamos todas las respuestas”. Eso es lo que vivimos a diario. Las antiguas recetas universales que valían para todo ya no son suficientes. Ahora prima la agilidad, tener una estrategia clara y sobre todo, la predisposición para adaptar continuamente nuestros planes de acción en función de como cambie el entorno. No necesitas tener memorizados un arsenal de datos cuando puedes encontrar cualquier cosa en Google, ni tampoco romperte mucho la cabeza generando contenido, cuando cualquier inteligencia artificial generativa puede hacerlo en unos segundos por ti. Lo que realmente necesitas son las famosas soft skills o habilidades blandas, principalmente la facilidad para adaptarte a diferentes situaciones y la capacidad de entender lo que sucede a nuestro alrededor, para aportar ese toque y ese plus personal a lo que la IA pueda generar o a lo que cualquiera puede encontrar en Google. Y para conseguirlo, nada mejor que haber vivido muchas cosas, haber pasado por múltiples situaciones que hayan acabado bien y también mal, haber leído mucho, haberte formado en distintas facetas… en definitiva, haber tocado muchos palos.

Yo valoro y admiro mucho a aquellas personas que son buenas en alguna disciplina técnica y a la vez, dominan algún arte (pintar, escribir, tocar un instrumento…) porque me transmiten precisamente que son capaces de hacer cosas de lo más variados. Cada vez más, cambiar de carrera no es un fracaso sino casi un patrón de éxito que nos lleva a ser más completos, porque en un mundo que premia la innovación, es esencial integrar en un mismo perfil múltiples disciplinas. Requiere curiosidad, cierta dedicación, amplitud de miras, pero tampoco hace falta ser Superman. Al final, merece la pena.