Los humanos tenemos una peligrosa tendencia a creernos el ombligo del mundo. Y a pensar que el momento que vivimos es único. Hoy, obnubilados por la avalancha información que cada día nos meten en el bolsillo Internet y las Redes Sociales, hemos vuelto a caer en la trampa y nos hemos creído (me temo) eso de que somos la sociedad más informada y formada de la historia.

El hecho incontestable es que hoy tenemos, todos, hasta en el último rincón del planeta, una capacidad de acceso a la información que está a años luz de la que hemos tenido en cualquier otra etapa de la historia. Sin embargo, no siempre estoy segura de que esta cantidad ingente de información nos esté haciendo más sabios.

Bien al contrario, puede que nos esté convirtiendo en unos ignorantes la mar de competentes.

¿Mejor desinformados o malinformados?

Yo siento, y sé que muchos vais a estar conmigo en esto, que hemos pasado de no saber de casi nada más allá de “lo nuestro”, a tener una opinión de todo. Incluso de lo que seguimos sin saber nada o casi nada.

Y no puedo evitar preguntarme: ¿Es mejor no tener opinión a tener una opinión mal formada o directamente tergiversada?

No sé.

Pero lo que sí que sé es que, me canso de tanto opi-grito. Que es como me ha dado por llamar al escribir estas líneas a las opiniones que emitimos “a gritos”.

No me molesta tanto la opinión sesgada (o incluso directamente construida a partir de datos incorrectos o relaciones causa-efecto inexistentes) como esa opinión que elige de manera más o menos consciente, no saber más, no profundizar, no comprender.  Pero que, aun así, necesita ser escupida al mundo como prueba de existencia (¿reafirmación?) de identidad.

Siento cómo crece en mí una grima terrible a esa una actitud “opinativamente peligrosa” que lleva a posturas extremas que limitan crecimiento y madurez. Sobre todo a quien las emite, pero también, como efecto colateral, a todo el que tiene la desgracia o la obligación de escucharlas. Y que resulta ser casi todo el que pasaba por allí. Por eso digo lo de «los gritos».

Y eso me preocupa, porque como bien cantan Las Punsettes en su graciosa pero muy acertada “Opinión de Mierda” , (no te la pierdas), aquí ya no pasa un día sin que escuchemos, incluso sin pretenderlo, mil y una opiniones de mierda.

Los navajazos dialécticos puedes ser osados y hasta brillantes.

Pero cortan la conversación.

A mí lo que me gusta es explorar diferentes perspectivas y aprender constantemente. No suelo conformarme con lo que ya sé, me gusta debatir con quien no comparto ni criterio ni visión del mundo. Me encanta descubrir el peligro de tener siempre la razón y que esas creencias que tengo tan asentadas pueden estar siendo tremendamente parciales o absolutamente equivocadas. Aunque, lo reconozco, en el minuto uno eso último me siente a cuerno.

Soy curiosa. Y osada.

Me gusta leer, investigar, preguntar.

Pero cada vez me cuesta más encontrar interlocutores dispuestos al combate de esgrima dialéctico. Me cuesta encontrar compañeros de ring dispuestos a enfangarse para acabar (todos) un pelín más sabios.

Aún así, no me conformo.

Me recuerdo que el ignorante no es aquel que no conoce, sino aquel que no quiere conocer. Y como no he perdido aun la fe en la voluntad que muchas personas tienen de crecer, apuesto por remontar el curso de la corriente, con el espíritu de construir una opinión colectiva mucho mejor.

¿Te has preguntado qué tipo de opinante eres tú?

Así es que hoy, te pongo sobre la mesa diez preguntas que espero que te ayuden a preguntarte qué tipo de opinante quieres ser. Animándote a que seas uno de esos con mimbres suficientes para que el mundo te ceda su bien más preciado que, no te equivoques, ya no es su tiempo, sino su escucha activa y reflexiva.

Esa escucha que busca conocer sin juzgar, sin ni siquiera, necesidad de entender.

Ahí van:

  1. ¿Crees que la información sigue siendo poder cuando ya la tenemos todos al alcance de un clic?
  2. ¿Has pensado alguna vez hasta qué punto ha sustituido la opinión inducida a la información en términos de influencia?
  3. ¿Crees que apoyarte en la tecnología para procesar la información te hace manejarla de manera más eficiente?
  4. ¿Hasta cuanto te molesta vivir en una “cámara de eco” donde todo te encaja?
  5. ¿Cuánto tiempo estás dispuesto a “perder” con los que no piensan como tú?
  6. ¿En qué medida necesitas simplificar la complejidad de la información que tienes disponible?
  7. ¿Te plantearías desinformar a propósito para conseguir alguno de tus objetivos?
  8. ¿Cuánto espacio de confirmación dedicas a eso que retransmites en tus redes?
  9. ¿Ponderas lo que escuchas por las características, valores y objetivos que presupones al emisor?
  10. ¿Dónde están tus anclajes de confianza en términos de conocimiento?

Podría hacerte más. Pero creo que éstas ya te dan para un buen rato de estrujamiento neuronal.

¡Pasea!

@vcnocito