Investigaciones recientes demuestran que los factores que más influyen en la valoración que tu jefe hace de ti son subjetivos. Y que están relacionadas con el valor que percibe en las tareas que haces, con la relación que estableces con él o ella y con la percepción que tiene de tu compromiso con el equipo y la organización
Así que si piensas que es la calidad y la rapidez con la que haces tu trabajo son la mayor parte de tu nota, te aviso que vas camino de la frustración. Lo siento, pero es hora de asumir que los aspectos puramente operativos, solo te harán llegar al 5.
Si quieres brillar en el ranking de empleados, con el consiguiente “beneficio colateral” que ello te pueda traer, asume que, por mucho que te fastidie reconocerlo (y por mucho que tu jefe jamás lo haga), la impresión que tiene de ti (sea real o no) es la clave.
Y para que “su idea” y tu realidad se acerquen, no te queda otra que dar un paso y aproximarte a lo que piensa y a lo que siente. Estas son los aspectos de tu relación con tu jefe que deberías comenzar a cambiar ya:
El no saber cuáles son sus objetivos
Es difícil valorar el tiempo que debemos dedicar a cada tarea y cómo priorizarlas, cuando no sabes cuáles son las aspiraciones de mejora de tu departamento o qué factores aprietan el zapato de tu jefe.
Parece algo de Perogrullo, pero es muy habitual que tu trabajo consista en una lista de tareas que en poco o en nada cambian con cada presupuesto y a las que no ves contribución a ambición de mejora alguna.
Todos sabemos contestar sin duda alguna a un ¿qué tienes que hacer la semana que viene? Pero reconozcamos que no todo lo haríamos ante un ¿qué impacto tiene esta tarea en el negocio? El trabajo puede organizarse por tareas o por objetivos, y lo ideal es un mix que establezca hacia dónde queremos ir y cómo cada paso que damos contribuye a que lleguemos a destino.
Porque, cuando nos focalizamos solo en las tareas, no aportamos valor.
Así que pídele que establezca y comparta sus objetivos. Organiza tus tareas para dar prioridad a las que más contribuyan a lograrlos. Y no olvides comenzar a resaltar no tanto tus logros sino como esos logros han contribuido a conseguir esos resultados que le importan.
Duro, pero real.
Si no aportas (valor), no importas. Como bien dice mi querido Guillem Recolons.
Que no sepa lo que haces
Aun hay mucha gente que piensa que es tarea del jefe saber qué haces y cómo de bien o mal lo haces. Que asume que sus jefes sabrán y recordarán todo lo que han hecho. Pero la realidad es que sobreestimamos hasta qué punto otros saben y recuerdan lo que conseguimos.
Tal vez en algún momento de la historia eso no fuera así, pero te aseguro que hoy cada vez es más probable que tu jefe tenga una idea demasiado vaga de ti. Porque el trabajo remoto ha reducido tus encuentros y con ellos tus opciones de ponerle al día, porque todo va más rápido y no encuentra nunca hueco, o simplemente porque su gestión se ha empobrecido hasta reducirse a una serie de emails telegráficos….
Da igual. Ya has visto que no puedes quedarte con lo que él o ella tengan a bien captar.
Aunque solo sea por puro interés, el que tu jefe sepa lo que haces y cómo lo haces es 100% asunto tuyo. Y hay una excelente manera de romper barreras con este asunto: vendérselo como una necesidad de ayuda.
Comienza asegurando que recuerda tus logros. Aunque creas que los tiene en mente, entregarle sin que te lo pida un pequeño informe semanal o mensual es mano de santo. Con datos, mejor que mejor. Y acto seguido pide consejo y directrices para seguir ayudando… al tiempo que le recuerdas cómo deseas que adelante lo haga más.
Que no sienta tu compromiso con el equipo y la organización
Pocas veces esto entra claramente en la lista de lo que te piden. Pero tu inclinación por contribuir al futuro del equipo y a mejorar el trabajo que ya se está haciendo, cuenta y mucho.
Así que déjate de individualismos y de intentar brillar en solitario. Resalta tu valor para la organización es la mejor manera de resaltarte tú porque los jefes tienden a recordar lo general mejor que el detalle. Al enmarcar tu trabajo en el de tu grupo, curiosamente no te minimizas, sino que sobresales porque ayudas a tu jefe a verte como alguien que está agregando valor.
Y al trabajarlo, algunos consejos:
- Pon foco en tu contribución, y no tanto en tus relaciones. Está muy bien que seas amable con tus compañeros y que les prestes tu ayuda, pero no dejes de conectar tus acciones con el cumplimiento de los objetivos de tu equipo. Cuidado con que el fin sea “ser majo” porque puedes quemarte asumiendo marrones de otros sin que eso contribuya lo más mínimo a que el equipo mejore y, por tanto, a que tu jefe te valore mejor. El valor no es la amabilidad per se, sino cómo esa actitud contribuye, no solo al buen ambiente, sino a un mejor resultado.
- Muestra lo que puedes llegar a hacer. Porque no solo nos evalúan en base a lo que hacemos, sino que también importa la idea de lo que podemos llegar a hacer. Dar un giro positivo a las recomendaciones, captando sugerencias sin tomarlas como una recriminación sino como una pauta que te indica el camino, es un buena manera de mejorar la visión de tu potencial. Como también lo es enfatizar las oportunidades que ofrecen tus propuestas en lugar de poner foco en los desajustes o la falta de operatividad de otros. Demostrando con ello tu compromiso a seguir en el proyecto, en lugar de insinuar que no te gusta cómo se hacen las cosas (incluso si es la verdad).
- Sonríe y enseña tu mejor cara. Sin pretender llevarte bien con todos ni estar de buen humor siempre, trata de “ponerte a tono” en los momentos de interacción social. Asistiendo a los eventos que se organicen (reuniones virtuales incluidas) con buena cara, te apetezca ponerla o no. Respondiendo a los mensajes con humor y añadiendo emojis sonrientes en cuanto encuentres la ocasión. Tendemos a suponer que quien está feliz, está comprometido.
Todas estas actitudes mejorarán sin duda la forma en que tu jefe te mira. Pero es que además mejorarán tu vida. Porque te sentirás más valioso tratando de ayudar. Y porque entender a los demás conectando mejor con quienes te rodean, te hará serlo de facto.
No olvides que estos nuevas actitudes necesitan “riego y abono” si deseas que crezcan lo suficiente para que den frutos. Y que hacerlo, lleva su tiempo.