Que el mundo del trabajo está cambiando es una obviedad de la que hemos hablado mucho en este blog. Cambia en muchos aspectos: en uso de la tecnología sea cual sea tu profesión, en ubicación (trabajo presencial vs teletrabajo), en volatilidad, en flexibilidad, en grado de incertidumbre diaria…
Todos estos cambios se notan en el tipo de perfil profesional que se demanda en el mercado laboral. La persona que hace cincuenta años entraba a trabajar en una empresa sabía que lo más probable es que se jubilara en ella y que durante todos los años que permaneciera allí haría más o menos las mismas tareas, alcanzando más nivel de experiencia y en el mejor de los casos, llegando a ser una referencia en la compañía en esa tarea. Esas personas tenían un perfil en forma de I, donde llegas a saber mucho de una determinada área y nada más que de eso.
Posteriormente a principios de este siglo se puso de moda el perfil en forma de T, esto es, gente que sabe mucho de una cosa, normalmente de aquello en lo que se ha formado durante su época de estudiante, pero que no se queda ahí, sino que es capaz de adaptarse a otras tareas relacionadas con esa actividad. Sería como un árbol en el que partiendo de un tronco común (su área de especialidad) los conocimientos y las habilidades se ramifican. Los profesionales con forma de T son personas que no se limitan a ser expertos en una sola cosa sino que han adquirido habilidades, conocimientos y nuevas soft skills que les permiten trabajar de forma colaborativa y adaptarse a las cambiantes circunstancias del entorno. Seguro que has oído aquello de ser aprendiz de todo y maestro de nada… pues los profesionales T son aprendices de todo y maestros en al menos una cosa.
Pero no queda ahí… Después se empezó a hablar de los perfiles en forma de la letra griega Pi. Profesionales con dos líneas fuertes y complementarias de expertise asumiendo que la tradicional división entre ciencias y letras ya forma parte del pasado. Estoy pensando por ejemplo en ese financiero que años después de terminar sus estudios se forma en Derecho y se convierte en el jefe del área legal de su empresa financiera. Esta segunda base puede surgir de hobbies o de otras áreas de interés que complementen el área de conocimiento principal y es muy importante buscar la formación necesaria para afianzar ese segundo pilar de conocimientos que complementa al principal. Como decía antes, esta gente son aprendices de todo y maestros de al menos dos cosas.
Y hace poco oí hablar de la demanda creciente que existe hoy en día de perfiles en forma de peine, gente que estudió digamos una ingeniería pero que a la vez lee todo lo que encuentra sobre historia, psicología o filosofía, que en su vida ha trabajado en un departamento técnico, en finanzas y en marketing y que luego hace sus pinitos en recursos humanos o en diseño de interfaces web por ejemplo. Se trata de gente curiosa que puede dedicarse a varias cosas y que cambia con facilidad de ocupación. Pero todo con un denominador común, las habilidades transversales que poseen, que son las que unen todas las otras áreas de conocimiento y son aplicables a cualquier entorno o situación. Lo importante para conseguir este perfil en forma de peine es trasladar las habilidades de una especialización a las demás áreas de conocimiento para que se retroalimenten entre ellas.
En resumidas cuentas, nunca es tarde para aprender y para reinventarse si es preciso. Dice el filósofo brasileño Paulo Freire que “ninguno ignora todo, ninguno lo sabe todo. Por eso aprendemos siempre”. Y tiene mucha razón a mi juicio, con el añadido de que en la era digital eso de aprender siempre ya no es un lujo sino una necesidad para todos nosotros.