Hace meses que oímos hablar de la “renuncia silenciosa“. Ese «quiet quitting» como dicen al otro lado del charco). Renuncias que no van de dejar un trabajo donde no te sientes a gusto, sino que más bien abogan por quedarte en él haciendo lo mínimo de lo mínimo.

La “idea” surge en TikTok, con un video de 17 segundos subido por un ingeniero de 20 años llamado Zaid Khan que parece haber convencido a millones de personas con el argumento de que tu trabajo no tiene por qué ser tu vida y de que éste no define tu valor como persona.

Por supuesto que no.

Siempre he defendido que se puede ser excelente cumpliendo estrictamente nuestro horario, que “calentar la silla” era contraproducente para ti y para tu empresa porque fomentaba una cultura presencialista que no llevaba a ningún sitio.  

También que nunca deberías sentirte menos que tu jefe. Que con sonrisa y firmeza tendrías que ignorar sus “comportamientos inadecuados”, sin entrar al trapo de ellos. Que poco a poco, si nadie les seguía el rollo, se irían educando.

Pero que solo podrás sentirte seguro en ambas lides si eras excelente en tu trabajo. Y eso nunca sucede si dejar de hacer bien tu trabajo para simplemente hacerlo.

En esto, como en todo, hay partidarios y detractores. Hay quienes lo ven como la única forma de salvaguardar su salud mental, priorizar a su familia, amigos y pasiones, y evitar el agotamiento.

Pero yo lo veo como un grave error.

Cómo evitan las empresas la renuncia silenciosa es asunto suyo

Hay quien aboga por pagar por resultados y que sean quienes trabajan más quienes cobren más y obtengan las mejores promociones.

Hay quienes apuestan por invertir en motivación e incentivos.

Y quienes abogan por el control más férreo del tiempo de trabajo.

No faltan tampoco quienes invierten en monitorizar la productividad digital con rastreos y sanciones para quienes no cumplan al dedillo.

Ni quienes saborean la idea del  «desplume silencioso«, que va de hacerle la vida imposible a quien no da la talla hasta que se larga solo.

Lo que te estoy sugiriendo es que no caigas en esa trampa tú

Porque hacer lo mínimo te llevará a tu mínimo.

Al mínimo de aprendizaje, al mínimo de crecimiento personal, al mínimo de valor aportado al equipo y como consecuencia de todo ello, más pronto que tarde te llevará al mínimo de satisfacción con tu trabajo.

Si entonces puedes cambiarte de trabajo, genial. Pero sí no…. lo pagarás caro.

Soy de las que piensa que trabajamos en parte para quien nos paga, y en parte para nosotros mismos. Para aportar, para crecer, para ayudar… en definitiva, para sentirnos valiosos.

Si tu trabajo no te produce, junto con los inevitables momentos chungos, alguna emoción positiva, estás muerto.

Eres un zombi aunque aún no lo sepas. Yo veo muchos a mi alrededor.

Es perfecto, e incluso diría que altamente deseable, que en el trabajo:

  • Establezcas límites horarios, para el trabajo y también para responder a los mensajes que te lleguen fuera de ellos.
  • Te tomes todos los descansos que te correspondan y los disfrutes plenamente en total desconexión.
  • No compartas tus datos de contacto personales ni permitas que tu empresa haga uno de tu teléfono personal.
  • Te permitas hacer menos en aquellas tareas que sabes que no valen para mucho, o que no te aportan aprendizaje ni crecimiento. Y también en esos días en los que no das para más.
  • Dejes de sentir a tu jefe como un ser superior a quien no se le puede toser ni mucho menos contradecir.
  • Asumas extras, siempre y cuando sea algo totalmente elegido por ti..Y que tengas claro que te compensan.

Repito: no solo es perfecto, sino que es deseable. Suceda lo que suceda a tu alrededor.

Pero te recomiendo que, dentro de esos “cauces físicos” bien delimitados, no pongas límites ni a tu imaginación, ni a tu pasión por lo que haces, ni a tus ganas de ayudar a tus compañeros o a tus jefes. Que no dejes de poner ni una sola neurona en aquellas tareas que te permiten aprender y crecer. Que no frenes tus ganas de ir más allá y de contribuir con un trabajo excepcional.

Y que no dejes de comentar con tus jefes todo aquello que no te guste. Sin ser una “mosca cojonera” ni un “sindicalista agresivo” que de todo protesta. Con alternativas y opciones factibles en la mano.

Si lo haces, puede que tu empresa pierda. Pero mucho más perderás tú.

Ir al trabajo arrastrando los pies es ir por la vida arrastrando los pies

Y eso, además de jornadas interminables y arrugas feas en la cara, te lleva siempre a vivir el resto de tus actividades y de tus relaciones con un tono vital a la baja, algo que todos perciben y de lo que, en general, la gente que te rodea acaba huyendo.

No te hagas esa putada.

Si vas a renunciar, que sea alto y claro. Exigiendo cambios donde estás o yéndote a donde creas que vas a estar mejor.

Pero no lo hagas a la “chita callando”. Puede que la empresa ignore tu comportamiento, que tu jefe te deje morir de asco en un rincón y que ni siquiera  sufras consecuencias en salario o en tareas.

Pero lo pagarás en salud física y mental.

No te apuntes a la renuncia silenciosa. Sigue luchando por cambiar tu mundo.

Renunciar a la pasión es renunciar a encontrar un trabajo en el que sentirse a gusto.

@vcnocito