Según la RAE, la atención es “la aplicación voluntaria de la actividad mental o de los sentidos a un determinado estímulo u objeto mental o sensible”, mientras que el foco es el “punto o lugar donde está concentrada una cosa y desde donde se propaga e influye”

Propaga e influye. He aquí el matiz.

Somos una sociedad distraída

Parece que la era digital comienza a mostrarnos una cara oculta y que tener toda la información a nuestro alcance nos está pasando factura.

Nos cuesta más concentrarnos. Hacemos tantas cosas a la vez que nuestra atención se ha vuelto micro y nuestra mente dispersa. Y, como consecuencia, nos cuesta mantener también la acción.

No recordamos nada. Parece que ya no hiciera falta aprender porque todo está en Internet.

Tememos perdernos algo. El miedo a saber que nuestros colegas hacen algo que nosotros no (FOMO o Fear of Missing Out), siempre ha existido. Pero hoy un tercio de las personas tienen la sensación de que su vida y su trabajo es mucho menos interesante que la de sus conocidos.

La química rema en nuestra contra.

Estamos diseñados para distraernos, porque estar atentos a cualquier estímulo garantiza nuestra supervivencia como especie. Y aunque la velocidad de los estímulos crezca, la atención es algo indivisible. Está demostrado que solo podemos hacer bien dos cosas a la vez cuando una de ellas se puede automatizar. Y si no, lo que sucede, aunque no lo parezca, es que repartimos alternativamente la atención entre las dos.

La tecnología tampoco ayuda.

La multitarea nos dispersa. Linda Stone, miembro del MIT Media Lab, ha desarrollado el concepto de Atención Parcial Continua que define como el hecho de prestar atención a varias cosas, pero de manera superficial. Y demuestra cómo pone en riesgo nuestra capacidad para tomar decisiones.

“Sin una atención selectiva, la experiencia sería un completo caos.” Nos advierte Daniel Goleman, el psicólogo y escritor “padre” de la inteligencia emocional. La buena noticia es que hay remedio: Podemos mejorar con entrenamiento.

Pero poner atención no es suficiente.

Solo donde pones el foco pones también la acción

Si queremos que la atención dé frutos, es imprescindible dar un paso más.

El foco es un acto de voluntad en lugar de un reflejo.

Cuando todo sucede dentro de ti, por mucho tiempo que dediques a observar y a darle vueltas, corres el riesgo de la inacción. De eso que los ingenieros llamamos “la parálisis por el análisis”.

El gol empieza en la cabeza, pero en algún momento tiene que salir de ella.

Aprender a enfocarse es un arte

Un arte que yo no domino. Pero que me gustaría dominar, no son pocas las ocasiones en las que “me enroco” y no avanzo.

Por eso, leo con atención y pruebo metodologías y consejos.

Hoy quiero compartirte algunas:

Buscar formas de añadirle perspectiva a tu análisis

Rocío del cerro, en su libro Recicl@dos, sugiere la interesante metodología de teatralizar la vida. Un ejercicio que, dice, consiste en adoptar distintas posiciones para obtener una visión poliédrica del tema. Ella nos invita a ponernos en la posición de un espectador que viera los mismos hechos desde la barrera.

Se trata de sentir, ver y escucharlo todo como si fuera una película. Y ver qué aprendizajes sacas o qué emociones o circunstancias no pillas porque solo, dice, cuando dejas de ser arte y parte eres capaz de sacar moralejas.

Encontrar tu por qué

Una recompensa es un estímulo infalible para hacernos levantar el culo de la silla. Junto con el empujón, la mejor, sin duda. Tener claro para qué te va a servir hacer eso que estás rumiando, es pasar de la atención al foco en tiempo cero.

Te recomiendo que conozcas a Simon Sinek.

Cambiar tus pensamientos y tu lenguaje

No hace falta ser un lince para caer en la cuenta de que pensamos con palabras. Y que si queremos cambiar pensamientos y acciones tendremos que cambiar esas palabras que hablan de riesgos, miedos y futuros un tanto lejanos por otras que sugieran estados más cercanos y accesibles.  

Sobre programación neurolingüística (PNL) tienes toda la literatura que quieras y más.

Ponerte en acción

Elena Arnaiz (de quien ya os he hablado en otras ocasiones) dice que tenemos “una incapacidad genética” para saber en qué somos buenos. Que necesitamos por tanto que sean otros quienes nos indiquen por dónde tirar para descubrir nuestro valor. Y como seguro has deducido solo, no podremos hacerlo si no dejamos de pensar y nos lanzamos a hacer cosas que los demás puedan valorar.

No dejes de hacerte con su Pon tu talento en Acción. Acaba de salir del horno.

Apuntar a lo pequeño

La realidad es los grandes cambios son poco probables. Si lo fueran, ya los habríamos abordado hace tiempo ¿no?. De cómo trabajar un cambio desde el microhábito, ya hablamos en Para lograr algo grande, actúa en pequeño.

Tal vez te apetezca darle otra lectura.

Hacer ejercicio

Está demostrado que mantener tu cuerpo activo, activa también tu mente. Si, como yo, no eres de mucho sudar, trata de al menos salir a pasear.

Solo y sin cascos.

Asocia cada paso de tu paseo a la acción, sintiendo como esos “pasos físicos”, son pasos que impulsan tu proyecto personal.

Descansar y refrescar tu mente

Si estás leyendo hasta el final, puede que estés tan sobrecargado que no puedas dejar de revolotear sin darle a nada el foco que merece. A veces lo mejor es dejarlo todo y tomarte un tiempo muerto.

Si te gusta el baloncesto, ya sabrás cuánto es capaz de cambiar el rumbo de un partido.

Medita o vete al cine. No estarás perdiendo el tiempo. Te lo aseguro.

@vcnocito