Hay gente que piensa que el esfuerzo y el trabajo duro son la clave del éxito (el genio es 1% inspiración y 99% transpiración, decía Thomas A. Edison). Otros sin embargo creen que el éxito es consecuencia sobre todo de factores muy alejados al trabajo duro como la suerte o el estatus e influencia social de tu familia. No sé qué opinarás tú, querido lector, pero si has llegado a tener una cierta posición social y económica (lo que se entiende normalmente por tener éxito) es probable que pienses que ha sido debido exclusivamente a tu esfuerzo y a tus méritos, que es lo que de verdad contribuye a ello. O eso al menos es lo que opina el filósofo de la Universidad de Harvard Michael Sandel, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2018: “Aquellos que han llegado a la cima creen que su éxito es obra suya, evidencia de su mérito superior, y que los que quedan atrás merecen igualmente su destino”
Según la siempre socorrida RAE, la meritocracia es “el sistema de gobierno en el que los puestos de responsabilidad se adjudican en función de los méritos personales”. Es un concepto que inicialmente era “de izquierdas” porque eliminaba el sistema aristocrático en el que los privilegios se heredan de generación en generación, basados en parámetros como la clase social o el género y permitía que las personas avanzaran no gracias a su origen social, sino a sus propios logros. Pero también es un concepto “de derechas” o capitalista, que defiende aquello del “sueño americano” y la idea de que cualquiera puede conseguir lo que se proponga, que hay que buscar la superación personal y que se puede llegar a la cima sin importar de donde se parta. Sea como sea, el concepto de meritocracia suena bien, y aparentemente, vivimos en una sociedad donde la meritocracia gobierna muchas de las decisiones que se toman.
¿Es así realmente? Pues es muy opinable. Por una parte, hay que gente que tiene ventaja sobre otros nada más nacer. No es lo mismo nacer en España que en Mauritania a la hora de poder optar a tener una vida profesional acomodada. Las familias adineradas sean de donde sean tienen más posibilidades de invertir en la formación de sus hijos que las que lo son menos. Una persona puede llegar a ser el CEO de una empresa por heredar el puesto tras jubilarse sus padres, que fueron quienes la fundaron, a pesar de quizá no tener el perfil más idóneo para el cargo. Por otra parte, la suerte, para bien o para mal, juega su papel en momentos puntuales de una carrera profesional. Todo esto va en contra del principio de la meritocracia y la igualdad de oportunidades para todos.
No obstante, yo soy de los que piensa que los méritos de cada uno sí que juegan un papel fundamental en nuestra carrera profesional. Y aun más que eso, la voluntad de conseguir un objetivo es clave para conseguirlo. Como dice mi compañera Virginia, querer no siempre es poder, pero no querer es siempre no poder. Y tiene mucha razón. No he conocido ningún caso de nadie que haya llegado a tener un cargo de responsabilidad en alguna empresa sin que eso haya sido su prioridad durante años y sí conozco gente que ha renunciado voluntariamente a esos cargos de responsabilidad por pasar a otro momento vital de sus vidas o porque no es tan bonito eso de ser un jefe importante como parecía desde fuera. Tener claro un objetivo en tu vida profesional es el primer paso para conseguirlo, y después el que lo logres más pronto, más tarde, o quizá nunca, depende en parte de la suerte y de la ventaja que te saquen otras personas que tienen ese mismo objetivo, pero sin duda, depende también y mucho de tus capacidades y de los medios que inviertas para conseguirlo, entre los que destaca sin duda la formación continua y las experiencias que vayas adquiriendo a lo largo de tu vida profesional.
Desde luego, es un tema que da para debatir… y me encantaría conocer tu opinión acerca del papel que juega la meritocracia a la hora de conseguir puestos de responsabilidad