Cómo encontramos motivación y significado en la vida diaria y en el trabajo es un misterio para muchos. No para Adam Grant, profesor de psicología organizacional en la Wharton Business a quien descubro hoy entusiasmada.

El Dr. Grant, es su post There’s a Specific Kind of Joy We’ve Been Missing me revela cómo, aunque la mayoría de las personas ven las emociones como algo exclusivamente suyo, la realidad es que las emociones son inherentemente sociales y se tejen a través de nuestras interacciones.

Algo que ya intuía, en lo que creía firmemente y de lo que he buscado sin descanso disfrutar en estos últimos meses. 

Una muestra es mi nuevo proyecto colaborativo. El programa de podcast Caminos de Knowmad que os invito a visitar. Algo a lo que hemos dado forma Alex, Cristina (no los de la canción) y yo, pero al que tan rápidamente y con tanto entusiasmo se han sumado Nacho, Dánae, Juan y Rober que casi hemos olvidado ya quién prendió la primera chispa.

Me alegra saber que estoy en el buen camino 😊

Las personas ser ríen más cuando están con otros

Las investigaciones han demostrado que hasta 5 veces más. Incluso cuando están con extraños. Lo cual, claro, no quiere decir que no se pueda uno divertir solo.

Lo que Grant comparte es que encontramos nuestra mayor dicha en momentos de “efervescencia colectiva”. Un concepto que no es suyo, sino que fue acuñado hace ya más de 100 años por el sociólogo Émile Durkheim para describir el sentido de energía y armonía que las personas sienten cuando se unen en un grupo en torno a un propósito compartido.

Según Durkheim, la efervescencia colectiva ocurre cuando las emociones se propagan en un grupo. Sucede cuando te abrazas saltando como un loco con extraños en un concierto, te surge la inspiración al ver a tus compañeros entusiasmados aportando ideas en un brainstorming o saltas como un poseso cuando tu equipo mete gol.

Parece que las emociones son como enfermedades contagiosas.

Los bajones también se pegan

En general, parece demostrado que casi todos nos metemos en esta especie de “caldo de positividad” (que me perdonen estos expertos por el símil) al menos una vez a la semana. Aunque hay afortunados que lo hacen al menos una vez al día, ya sea cantando en corros, corriendo carreras populares o compartiendo clases de yoga.

Pero, de igual modo, las emociones negativas también corren como la pólvora. Cuando comenzó la pandemia, la primera emoción negativa que se propagó fue el miedo. Olas de pánico nos llevaron a acaparar comida, guantes y geles hidroalcohólicos. Confieso haber ido a Mercadona con los guantes de fregar.

Después vino el sentimiento de pérdida: De seres queridos, de trabajos y de la vida “normal”. Los datos de aumento de depresiones así lo reflejan. Y seguro que aún queda mucho por aflorar.

Lo que me resulta más revelador es que me digan que hay razones para creer que estos síntomas no han sido causados solo por la crisis en sí, sino lo mucho que ha influido el “efecto contagio”. Y es que, está demostrado que cuando una persona cercana sufre depresión, tú corres un mayor riesgo de sufrirla.

El contagio también es “digital”

No me resulta sorprendente saber que este “contagio” no se limita a la interacción cara a cara. Que las emociones también pueden propagarse a través de publicaciones en redes sociales y comentarios en grupos de whatsApp.

De hecho, en este proyecto del que te hablaba, los «caminantes» apenas nos hemos visto… solo algún zoom con Alex y Cristina y no tantos mensajes compartidos en un grupo de WhatsApp. Y vaya energía que tiene el programa

Este «contagio» del hartazgo de lo digital puede explicar en parte cosas como la fatiga de Zoom. Un fenómeno que se ha atribuido a la tecnología, pero que yo estoy convencida que nos hemos ido “pegando” unos a otros con nuestras caras de hastío inicial y por horas de videoreunión con personas que también están tristes, estresadas, solas o cansadas.

Podemos (y debemos) subir nuestro nivel de entusiasmo

Cuando Émile Durkheim escribió por primera vez sobre la efervescencia colectiva, en 1912, era la víspera de la Primera Guerra Mundial y seis años antes de que la gripe española comenzara su propagación mortal. Pero en los «locos» años veinte que la siguieron, la gente cantaba, bailaba y hacía deporte junta. No solo encontraron «efervescencia colectiva» en la diversión superficial; también la forjaron en la profunda diversión de crear y resolver problemas juntos. Esa década trajo una explosión de arte popular como el jazz y las películas sonoras y los avances médicos como la insulina.

Así que parece que si no fuimos todo lo “emocionalmente estables” en pandemia, ahora nos toca subir nuestro nivel de entusiasmo como medio para prender la chispa de la motivación colectiva.

Subiendo nuestro nivel de apetencia y alegría hacia nuestro trabajo en la vuelta a las oficinas.

Y también hacia el mundo digital.

Algunos de nosotros ya hemos comenzado a sentir «la emoción» del trabajo con el relax que aporta un «verano extendido» trabajando desde la playa o el pueblo. Yo estoy de vuelta en casa, pero disfruto de mi terraza para desayunar y bajo a media mañana a darme un chapuzón en la piscina. No hay color.

¿Menos yo y más nosotros?

Como ya tenemos claro (y demostrado por los psicólogos) que perseguir la felicidad individualmente puede convertirnos en personas más solitarias, propongo un cambio de chip para buscar el bienestar (emocional y también económico) a través de la conexión, de la contribución y de la vocación de servicio. Donde parece, hay más posibilidades de pescar.

 Este “regreso a la normalidad” es un buen momento para repensar nuestra comprensión de la motivación y del bienestar laboral. Tal vez deberíamos poner en cuarentena ahora años de competitividad y de individualismo para pensar más en florecer como comunidad.

Para pensar menos en lo que puedo ganar yo. Y más en que, si vamos juntos tal vez nos toque ganar algo menso ahora, pero que lo más seguro es que, en breve, acabaremos ganando más.

Todos tenemos derecho a ser felices con nuestro trabajo.

Si queremos que así sea, no queda otra que buscar el hacerlo en comunidad. Trabajando en voz alta, con la empatía como arma.

Tienes capacidad para quemarte tú solo. Pero la única motivación sostenida con tu proyecto es la motivación compartida

Piénsalo.

Y comienza a hacer propuestas a tus compañeros.

@vcnocito