Todos hemos vivido alguna época en la que parecía que el día no era de 24 horas sino de 12, que enseguida se acababa y te ibas a la cama con la sensación de haber hecho la mitad de las cosas que tenías previsto hacer. Pero no, todos los días tienen 24 horas, y es que la percepción del tiempo es totalmente subjetiva. Dicen los expertos que la percepción que tenemos del tiempo está relacionada con la satisfacción de nuestras necesidades y deseos y la calidad de los estímulos que recibimos… o dicho con otras palabras, es normal que se te haga más larga una comida en casa de los suegros que otra en un buen restaurante en compañía de tus mejores amigos.
El tiempo es un bien limitado, caro y valioso, pero a la vez, absolutamente equitativo, ya que todo el mundo dispone de la misma cantidad. Nuestra experiencia personal del tiempo depende de lo que esperamos que suceda en él, porque una cosa es el reloj y otra nuestras vivencias personales. Y creo que cada vez manejamos peor la relación con el tiempo, porque en el mundo de hoy las cosas suceden a una velocidad tal que nos lleva a estar permanente estresados. Dicen los psicólogos que una vez que tenemos cubiertas las necesidades básicas, la sensación de falta de tiempo es la fuente principal de tensión y problemas emocionales. Es cierto, y en mi opinión, internet es la principal “ladrón de tiempo”. El estar permanentemente enganchados al móvil o a las redes sociales nos consume tal cantidad de tiempo y energía y nos resta tanta capacidad de concentración en las otras tareas de nuestro día que acabamos por estar siempre agobiados y con la sensación de no haber terminado nada de lo que empezamos.
Así que debemos intentar sentirnos mejor con el uso que hacemos de nuestro tiempo. Pero, ¿cómo lograrlo? Principalmente, centrándonos en los objetivos importantes y rechazando obligaciones y compromisos que nos distraigan del camino para alcanzar esos objetivos. Hay que saber distinguir, sobre todo en el trabajo, lo importante de lo urgente. Lo importante es aquello que tenga que ver con nuestras metas y objetivos mientras que lo urgente es algo que puede requerir de atención inmediata, pero que realmente no será relevante para alcanzar esos objetivos. En ese caso, habrá que plantearse si esa tarea es realmente tan urgente como parece y por tanto si de verdad no es posible llevarla a cabo en otro momento.
En el ámbito exclusivamente laboral, una de las claves es saber delegar tareas, dejar que otros se encarguen de esas cosas que a nosotros nos lleva mucho esfuerzo a cambio de pocos resultados y centrarse en lo que realmente es importante, porque Pareto tenía mucha razón cuando decía que el 20% del trabajo genera el 80% de los resultados. También es importante se capaces de resolver a corto plazo los problemas que van surgiendo para evitar que crezcan, se acumulen y acaben haciéndose bola
Mucha gente cree que la hacerse una lista de tareas le ayuda a organizarse y a aprovechar mejor el tiempo. A mí no me convencen demasiado, porque o no las haces caso o por el contrario, vives obsesionado con cumplir esos horarios y agobiado por la obligación que eso supone. Lo más importante es tener claras las necesidades que queremos satisfacer, priorizarlas y sacar de la lista aquellas que sean en realidad un sueño irrealizable. Esas actividades prioritarias nos exigirán un nivel de compromiso y probablemente algo de sacrificio personal que debemos estar seguros de querer afrontar. Si no estamos seguros de que lo que realmente queremos hacer, es mejor no llevarlo a cabo.
Decía Steve Jobs que sus cosas favoritas de la vida no costaban dinero, porque lo más valioso que todos tenemos es el tiempo. Totalmente de acuerdo. Cuantas cosas que nos harían felices no las arrancamos “por falta de tiempo”. Pues seleccionemos aquello más importante para nosotros, en lo profesional y en lo personal, y dediquemos nuestro tiempo y energía a conseguirlo.