En un mundo hiperestimulado, destacar es clave para poder influir. Porque, en el ruidoso zoco en que se ha convertido nuestro día a día, el primer paso para que alguien te escuche es que levante la vista de su móvil y te mire. O que en su rápido escaneo por la Red, haga clic en ese contenido que le estás proponiendo.

Sin embargo, destacar es un arte que no todo el mundo logra poner en práctica de manera efectiva. Y es que, con independencia de la idoneidad de tu propuesta, hacerla llegar al mundo en la era digital tiene claves insospechadas.

Identificamos personajes en todos los ámbitos que, sin motivo aparente, se llevan el gato al agua. ¿qué tienen que no tengan los demás?

  1. La primera impresión. Que la propuesta te va a interesar es algo que debes ser capaz de intuir de un vistazo. El primer destello tiene que levantar tu ceja o no te quedarás a comprobarlo. Los títulos de tus post, las fotos conque acompañas tus propuestas, las preguntas con que abres tus charlas o las frases de reclamo de tus ofertas cada día más lo son todo. Porque si no enganchas con ellas, se acabó lo que se daba. Aunque lo que viniera a continuación fuera la caña, te quedaste sin público para apreciarlo.
  2. La emoción. Sé que volver a sacar a colación la importancia de una historia es tratar de reinventar la rueda. Que estamos pelín cansados de escuchar lo del poder del storytelling, pero no está demás recordar que, además de las historias, hay otros elementos que transmiten emoción. El chiste, la anécdota o el ejemplo o el paralelismo con algo muy conocido es fundamental. Lo de hablar desde el corazón, dejando un poco al margen lo políticamente correcto, sube enteros en la era digital. Tantos que, si falta, cualquier mensaje resbala.
  3. La escucha. Ser capaz de ir detectando a medida que avanzamos  qué necesidades le van surgiendo a quienes nos escuchan, y movernos para llegar a cubrirlas hasta donde podemos es la mejor manera de que te sigan escuchando. Se trata de conocer a nuestros oyentes, a nuestro público. De ir detectando qué nuevos huecos se les abren y de ir haciendo por acercarnos a ellas en mejor o peor medida. Eso les hace ver que tenemos empatía con sus necesidades, que les entendemos… y, por tanto, les podemos ayudar.
  4. La simplificación. Aviso a los alérgicos del telegrama que simple no significa necesariamente poco trabajado. Ya decía Shakespeare que, la brevedad es el alma del ingenio. De hecho, hay que ser muy bueno para simplificar. Pero en un contexto donde no paramos, tener que leer dos veces una frase para procesarla es la puerta al “next”. Cuanto más breve, más transmite. Curioso, pero terriblemente cierto.
  5. La interpretación. Nos guste o no, nos toca ser conscientes de la relevancia de “interpretar” nuestro mensaje, para hacerlo llegar con un envoltorio a la altura de las expectativas del público. Vocalización, lenguaje no verbal y tono acordes suman. Porque ya sea en video, en audio o en texto, hay que meter “teatro” a la cosa porque la vinculación de lo actoral con la llegada de un mensaje es innegable. Saber manejar tiempos, miradas y silencios, ya sea en el cara a cara o cámara mediante, es vital para tocar la fibra del oyente. Y como en la escena teatral, los “actores” deben perder el miedo y transmitir un discurso convincente y preparado.
  6. La puesta en escena. Además, la elección de las prendas, colores y calidad del vestuario, escenas de fondo o iluminación son vitales. Si el público los identifica como atributos propios del personaje, contribuyen a la credibilidad de su historia. No menosprecies el valor del atrezzo.
  7. La exposición. Debemos ser conscientes de que la presencia se construye muy poco a poco. Por ello, estar presente en actos, medios o redes sociales es crucial. Por supuesto, esto no va del estar por estar, ni del estar hasta en la sopa. Pero, estar, hay que estar. Porque, para que tu mensaje cale, necesitas la validación de la sociedad (o al menos de esa parte constituye tu público objetivo), y esta nunca llega de un día para otro. Tu público tiene que convencerse de que eres capaz y en ese proceso no hay otra que darte oportunidades para confrontar tu propuesta.
  8. La Naturalidad y la espontaneidad. No solo de discurso enlatado vive el influyente. Hay que saber improvisar. Sabiendo cómo actuar también ante el competidor o el hater, incluso cuando éste te descoloca en directo. Está bien dejar traslucir los gestos y emociones propios de la persona, olvidando de vez en cuando al personaje. Saber actuar es importante. Saber cuándo dejar de hacerlo más aún.  
  9. El entusiasmo. En un mundo de trabajadores remotos y de compras digitales, donde todos compiten por hablar más alto, el entusiasmo comunica y se transmite incluso a través de una pantalla. La alegría y el optimismo se contagian. Y aún cuando no lleve la mejor de las estrategias colgando, la ilusión deja de lado a propuestas bien pertrechadas. Porque cabrearse con todo lo que no sucede a nuestro gusto, con ese jefe que no tiene estrategia clara o con ese cliente que no sabe lo que quiere es lo que saben hacer todos. Lo que marca diferencias no es el happy flower sin más, sino el vislumbrar una gestión optimista de las situaciones comprometidas.
  10. La Autenticidad. Porque estamos más que hartos de mensajes enlatados, de bustos parlantes y de clones. Toca poner de nuestra parte, de ofrecer nuestra alma a quien está dispuesto a entregarnos su bien más preciado: su tiempo. Como decía Oscar Wilde, “Sé tu mismo, que los demás puestos ya están ocupados”

Casi nada…

Es que lo de mover montañas nunca fue tarea fácil. Y las personas somos más duras de pelar que las montañas.

@vcnocito