El por qué lo ves claro, supongo 😊. Lo que igual no ves tan claro es que estás en un escenario en el que es muy probable que te esté tocando ya. Con una urgencia y desde una altura que serán distintas para cada uno, te llega el momento de ponerte a hacer eso que nunca pensaste que necesitarías hacer.
Bien sea porque llevas un año currando como un enano en tu casa sin que tu jefe te reconozca el esfuerzo, porque estás en un sector fuertemente golpeado por la pandemia y temes perder tu trabajo (o lo has perdido ya) o porque tu negocio está en números rojos y, o reinventas o cierras.
A estas alturas, ya sabes que solo acciones diferentes llevan a resultados diferentes.
Hoy a casi todos nos toca resintonizar nuestra propuesta de valor
Nos toca repensar si seguiremos mañana siendo valiosos con lo que aportamos hoy. Analizando donde está la intersección entre eso en lo que somos buenos y eso por lo que el mercado y las empresas están dispuestos a pagar a partir de ahora.
Nos toca descubrir cuáles son nuestras fortalezas, qué capacidades necesitaríamos incorporar o desarrollar para paliar nuestras debilidades y sobre todo, qué podemos aportar en este nuevo contexto postpandemia que es ultradigital y donde muchos de los valores que nos hicieron llegar hasta donde hoy estamos (la calidad, eficiencia y disciplina en el ejercicio de nuestra tareas), no son ya suficientes para seguir siendo imprescindibles a bordo.
Ante cualquier nuevo reto, y rediseñarse es seguramente la madre de todos ellos, es natural tener ciertas dudas sobre si seremos capaces de dar la talla. Si lo tuviéramos claro, no sería un reto.
Y aunque no son pocos quienes pasan de la osadía a la temeridad, asignándose sin pudor alguno “imaginativos” conocimientos, créditos y medallas, la mayoría tendemos a justo lo contrario: a dudar de nosotros mismos.
Creer que no serás lo bastante bueno es tan habitual, que los psicólogos le han puesto un nombre: Se llama síndrome del Impostor y se podría definir como la duda de tus habilidades aun sin haberlas puesto en juego, como la incapacidad para poner en valor tus logros, haciendo incluso que te sea increíble cualquier elogio.
Aun cuando valor y logros sean reales. Te recomiendo el excelente post de Roberto hace unos meses para saberlo todo sobre él.
Yo quiero decirte algo más.
Sentirte inseguro ante nuevos pasos no te convierte en un mal caminante
Quien tiene dos dedos de frente comienza nuevos retos con inseguridad. Pero tu inseguridad no te convierte en un impostor y mucho menos en un fraude. Más bien al contrario, reconocerlo te honra ¿Por qué esperamos que haya expertos en disciplinas que hace un año nadie había oído nombrar?
Yo creo que es muy deseable que comencemos nuevos caminos con mariposas en el estómago. Que huyamos de la temeridad y de la arrogancia.
Porque sé el objetivo no es evitarlas, sino gestionarlas.
Estableciendo mecanismos mentales para conseguir saltar sin que tengan que empujarte. Y adquirir lo antes posible esa seguridad que te permita disfrutar del salto.
Te corresponde a ti anclar tu confianza
Nadie lo hará por ti.
Así que espero que te ayuden algunos de estos comportamientos que me ayudan con la mía.
- Creer en mi propuesta… y admitir cambios. Reconocer que estoy en el momento cero de una nueva aproximación y plantearla con confianza. Dejando espacio a la escucha para lo que mi público tiene que decirme.
- Presentarme con humildad… y con toda la verdad por delante. No pasa nada por admitir que esa es tu primera vez. Estamos ante nuevas necesidades, que el mundo (y menos esos que se juran expertos) no sabe bien cómo cubrir. Estamos en momentos en los que la actitud cuenta mucho más que la aptitud, así que pongo foco en presentar la mía.
- Establecer hitos para ganar seguridad. Es un riesgo permitir que ese síndrome del que hablamos nos impida reconocer logros, por pequeños que sean. Hacerlo es imprescindible para coger cuanto antes el testigo de la autoconfianza. Pongo pequeñas metas y las celebro.
- Buscar referentes y modelos a seguir. Infravaloramos el valor del ejemplo. Yo leo y busco en las redes y en mi ámbito cercano ejemplos de reinvención y observo (o pregunto) cómo lidian con quienes cuestionan su competencia, su experiencia previa o sus contribuciones.
- Me presiono para cumplir sin pretender sobresalir. Tengo claro que estoy empezando y, por tanto, aprendiendo. Trato de comportarme como aprendiz, sin pretender dar lecciones el primer día. Procuro no mirar a quienes en seguida se consideran “profesionales expertos”. Trato de mantenerme a la altura de las expectativas que yo misma he contribuido a crear. Pienso que ya habrá tiempo para brillar.
- No dejo de dar pasos. No permito que mi falta de confianza silencie mis ideas en las reuniones, ni que comentarios insensibles me apaguen. Pondero las opiniones que recibo por la credibilidad demostrada del emisor. Paso un poco de juicios tempraneros.
- Asumo que hay comportamientos que cuesta que encajen. Aunque a muchos se les llena la boca pidiendo “reinvención”, creatividad o pasión, sé que, quien se presenta en espacios que llevan décadas fomentando justo lo contrario corre el riesgo de que le pongan la zancadilla. No son pocas las Instituciones que obstaculizan la capacidad de los individuos de hacerlo diferente.
- Creo cultura. Ojalá las empresas fomentaran de verdad un ambiente diverso y creativo. Pero lo cierto es que, aunque lo intentan, son pocas las que aún lo consiguen. Así que trato de contribuir con mi ejemplo. Cuento mi viaje. Y trato de ayudar y de animar a quienes empiezan. Su agradecimiento me da alas.
¿Nos cuesta más a las mujeres?
Yo creo que empezar algo nuevo nos cuesta a todos por igual.
Pero sí que sé que nosotras somos más propensas a valorar a la baja nuestra capacidad para hacer trabajo nuevo. Que nos preguntamos con mucha más frecuencia si encajaremos en el equipo y sobre todo cómo nos valorarán nuestros compañeros.
El contexto no ayuda. Vale. Los mismos sistemas que recompensan la confianza en los líderes “comandantes”, incluso si son incompetentes, castigan un poco más la falta de confianza cuando es percibida en las mujeres.
Pero nosotras tampoco lo hacemos. Y nos toca asumir nuestra parte de responsabilidad en ello. Tomando el toro por los cuernos, animándonos a superar sesgos y exclusiones que aumentan nuestros sentimientos de duda.
A todos, sin excepción de género ni de edad, nos toca asumir la incertidumbre como una parte esperada en nuestra vida profesional. Entendiendo de una vez por todas que confianza no equivale a competencia.
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Hola, me he sentido muy identificada con tus palabras. El esfuerzo de este tiempo que nos ha tocado vivir, juntamente con ser mujer nos hace, a veces sentirnos desubicadas.
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Gracias por tu comentario! Realmente es una situación que nos toca de cerca a todos y puede que a nosotras nos esté costando un poco más, asi que… ya sabemos 🙂 Abrazos
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