El síndrome del impostor  es un término acuñado por las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes en 1978, que describe el fenómeno por el que algunas personas son incapaces de internalizar sus logros, sufriendo un miedo permanente a ser descubiertos como un fraude. Aunque que existan pruebas que demuestren su competencia, las personas con el síndrome del impostor siguen convencidos de que no merecen el éxito que han conseguido, que todo es fruto de la suerte o de haber hecho pensar a los demás que son más inteligentes de lo que realmente son y que su incompetencia será pronto descubierta por todos. Es un poco lo contrario al efecto Dunning-Krugger que también comentamos en otro post, en el que la gente más incompetente no es capaz de ver lo realmente incompetentes que son.

Recientemente la mismísima Michelle Obama reconoció en una conferencia en Oxford  que sufría ese síndrome, aun habiendo pasado del gueto de Chicago donde nació a las prestigiosas universidades de Princeton y Harvard, luego a los más prestigiosos bufetes de abogados norteamericanos y finalmente llegar  a ser una primera dama modélica durante dos legislaturas. Pues bien, Michelle reconoció pensar que toda esa carrera era, principalmente, consecuencia de la fortuna.

Sufren especialmente este síndrome personas con mucha autoexigencia, que se frustran excesivamente si el trabajo no es perfecto. Por eso no se trata de una falta de confianza ni de una baja autoestima, sino de un excesivo afán de perfeccionismo. Es un problema cada vez más frecuente (algunos estudios dicen que el 70% de nosotros lo ha sufrido alguna vez) motivado por el auge de las redes sociales y por esa necesidad permanente de mostrar una apariencia idílica en la que todo es felicidad y perfección. Compararse con los demás es lo que tiene. A veces te da la sensación de que todos son más guapos, más graciosos y más listos que tú y además, no entiendes como todavía no se han dado cuenta de ello.

Afecta a todos los ámbitos de la vida (esa sensación de no ser un buen padre, o un buen hijo…) pero en el trabajo se nota mucho. En nuestra profesión estamos permanente expuestos al juicio de compañeros, jefes o clientes, y eso puede causar cierto temor a no estar a la altura por muy preparados que estemos. Las personas con el síndrome del impostor prefieren no correr riesgos ni buscar una promoción por temor a no dar la talla una vez concedida. También aumenta el stress porque muchas veces dejan de acometer o retrasan tareas que consideran que no van a poder hacer bien, o a veces también trabajan demasiado duro para justificar que su éxito se debe a su duro trabajo y no al talento.

Creo que una pequeña dosis de “síndrome de impostor” viene bien. Te da humildad, y evita la megalomanía, el pensar que eres infalible y que todos los demás no valen nada, lo que puede llevar a estrellarte. No obstante, no hay que dejar que el miedo al fracaso te paralice. Obviamente todos nos equivocamos a diario, pero si lo piensas, las posibilidades de que esa equivocación sea realmente relevante en nuestra vida o en nuestro trabajo son insignificantes. Quizá un día le das una información errónea a tu jefe, pero quizá éste se dará cuenta a tiempo, o quizá otro compañero enmendará la plana igual que tú enmiendas la de otros, o simplemente, solo tú te has dado cuenta del error que cometiste, por lo que terminará pasando totalmente desapercibido. Es decir, la posibilidad de que ese error tenga alguna consecuencia tangible es realmente pequeña, y lo más seguro es que puedas aprender de ello y mejorar tu trabajo gracias a ese pequeño error.

Y es que al final, todo es relativo, incluso la capacidad o los conocimientos de cada uno. Una persona que lleve un año estudiando chino pensará que le falta muchísimo que aprender, pero sin embargo parecerá un nativo de Pekín a quien no entiende ni una palabra. O serás un maestro en tu trabajo para el que se dedica a otra cosa. Hay que ser conscientes del potencial de cada uno y no compararse con nadie, o si acaso, con los que son menos expertos que nosotros. Así superaremos el síndrome del impostor.