Durante años asumimos las bondades de la adaptación como mecanismo indiscutible de supervivencia. Fue Darwin quien nos convenció de que “no sobrevive el más fuerte, sino el que mejor se adapta al medio”. Sin embargo, cuando el medio aprieta, sólo sale adelante quien colabora de verdad.

Hoy descubro, leyendo El confidencial, algo que ya muchos intuimos. Una investigación en la Universidad de Copenhague realizada en grupos de bacterias confinadas en espacios cerrados, ha demostrado que la “supervivencia del más cooperativo” supera a la “supervivencia del más fuerte”. Porque, ante la escasez de espacio, las bacterias sacrifican propiedades individuales para beneficiar a la comunidad en su conjunto. O sea, que cooperan para sobrevivir, contradiciendo a Darwin y a su teoría de la evolución.

En lugar de competir haciendo que los elementos más adecuados superen a los más débiles, al ser forzadas a luchar por el espacio, las ¿poco inteligentes? bacterias, deciden trabajar hombro con hombro, y ocupar menos y cediendo sitio a las más débiles, lo que les permite crecer como no podrían hacerlo solas. Incluso cierran procesos innecesarios, reparten tareas laboriosas y comparten resultados con sus vecinas.

¿Y no es era digital un espacio donde el medio, que no es otro que la atención de las personas, llámense clientes, jefes o inversores, está igual de reñido?

Voilá.

Nos guste o no, la moraleja es bien clara. O aprendes a colaborar de verdad, y disfrutas haciéndolo, o en el siglo XXI tienes los días contados como marca y como profesional.

Y hablamos de colaborar con mayúsculas.

Porque llamamos colaborar a demasiadas cosas

Colaborar no es opinar. O al menos no sólo opinar. Hay un tiempo para la idea y un tiempo para la ejecución. Es colaboración sin duda participar activamente y desde posiciones lo más personales posibles en la fase de análisis. Pero matan al equipo esos “no lo veo, yo lo que haría es” cuando el trabajo ya está hecho. Sólo por algunos, claro.

Colaborar no es sentarte con. Porque la colaboración profunda se basa en un fuerte trabajo individual. Aunque cada vez resulte más habitual que, ante la tarea de preparar una presentación, de hacer un informe o de elaborar un plan de acción en grupo, la opción favorita de algunos siempre sea el “nos sentamos y lo hacemos”. Colaborar de verdad es planificar juntos, pero trabajar cada uno en su mesa, para luego componer el puzle final con las piezas.

Colaborar no es apuntarte a. Colaborar no es ir a todas las reuniones del equipo. Porque la colaboración con mayúsculas no admite el estar por estar. Es más bien, al contrario. Colaborar es saber cuándo tu aportación (en términos de esfuerzo y de entrega) no está al nivel de la de tus compañeros y retirarte. Porque, aunque ni somos iguales ni pretendemos serlo, y por ello, cada uno tendrá su rol y sus debes, sin quid pro quo, la colaboración deriva en abuso.

Colaborar no es ir en el pelotón chupando rueda sin dar un solo relevo. Colaborar es eso que hacen las bacterias.

Colaborar es ceder terreno para que otros lo ganen

Colaborar es más trabajo. Es muchas veces más tiempo y más tarea que si lo hicieras solo, porque tienes que explicar, ceder, negociar, encajar y sobre todo, respetar modos y maneras de los demás. Y ajustarte a sus capacidades, a sus manías y a sus ritmos. ¿Cuántas veces no hubieras acabado antes haciéndolo solo?

Colaborar es entrega. Porque, contrariamente a lo que a veces pensamos, la verdadera colaboración no está movida por un objetivo común, sino por un deseo común de formar comunidad con alguien. De crear lazos que van más allá del proyecto. De sentir que aportas y que te aportan.

Colaborar es perder tú a veces. Como esas bacterias que, pudiendo producir capas de defensa, “deciden” reducir la sustancia protectora que pudieran producir para dejar sitio a aquellas que lo hacen peor.  Y no pasa nada, porque colaborar es la seguridad de saber que, a la larga, siempre llegamos más lejos juntos. Colaborar es generosidad. Es ese “hoy por ti, mañana por mi”.

Y, sobre todo, colaborar tiene necesariamente que ser disfrutar de la relación que se crea cuando las personas confían de verdad en otras personas. Porque si no disfrutas de la compañía, ningún viaje tiene sentido.

Y tú, ¿estás dispuesto a colaborar de verdad?

@vcnocito