Se acerca el final del año y se acerca por tanto el momento en el que muchas empresas tienen institucionalizada “la semana del feedback” o algo similar, es decir, unos días en los que cada uno se junta tranquilamente un rato con su jefe para analizar y comentar cómo ha sido su desempeño y cómo han ido los temas más importantes del año que termina.
El feedback se ha considerado siempre como una herramienta de mejora muy poderosa. Qué puede haber mejor para ayudarte a mejorar en tu trabajo que recibir una opinión sincera de quien te supervisa y te ve trabajar a diario. El problema, a mi modo de ver, es que es muy difícil dar buen feedback. He conocido muy pocas personas a lo largo de mi carrera profesional que sean capaces de dar un feedback valioso y constructivo sobre tu trabajo y no simplemente una serie de tópicos demasiado vagos como para ser realmente útiles.
Luego también está el hecho de que hay gente que no sabe recibir feedback. Para algunos cualquier crítica constituye una afrenta personal. Para otros, supone poco menos que una humillación, una especie de deshonra que puede llevarles a tener la moral y la autoestima por los suelos. Por todo esto, en una sesión de feedback lo normal es ser prudente y tirar de generalidades todo lo posible.
Tanto es así que ahora lo que se recomienda es pedir (o dar) consejo, porque cuando se pide (o da) feedback se hace más hincapié en analizar hechos y conductas pasados que a fin de cuentas, no suelen tener remedio. Con frecuencia, no se mira al futuro, ni se plantean mejores alternativas para no actuar como en el pasado y por tanto no cometer los mismos errores. Además, como decía antes, en el feedback suelen darse opiniones un poco difusas, generales y más bien vagas, del estilo “lo estás haciendo bien, no tengo ninguna queja, si acaso habla más con tus compañeros”. Por el contrario, cuando das un consejo a alguien normalmente le estás recomendando una forma de actuar concreta y mucho más específica para resolver el problema que se esté planteando: “si quieres mejorar, ¿por qué no organizas una reunión semanal para mejorar la comunicación con tu equipo de trabajo?”
¿Y por qué es más eficiente dar un consejo que dar feedback? Normalmente, asociamos “feedback” a evaluación. En el colegio, el feedback que recibías eran las notas de cada trimestre. En el trabajo, también solemos tener una evaluación de objetivos anual. Así que generalmente cuando alguien nos da feedback de manera casi inconsciente nos está poniendo una nota a nuestro rendimiento profesional, fijándose en lo que hemos hecho en el pasado, por lo que es complicado pasar a imaginar el desempeño de esa persona en el futuro. Por el contrario, cuando das un consejo, piensas más en las consecuencias futuras de ese consejo. Mientras que el pasado ya no se puede cambiar, el futuro está lleno de posibilidades. Así que si pides consejo a alguien, lo más probable es que se ponga a pensar en futuras oportunidades de mejora para ti más que en repasar un pasado que ya no se puede cambiar.
Al final se trata casi de una cuestión semántica, de significado de cada palabra, pero lo importante es que a la hora de buscar una mejora y tratar de ayudar a alguien en su desempeño profesional, debemos poner foco en buscar las acciones que incorporarán alguna mejora a futuro más que en revisar lo que hicimos en el pasado. Quedémonos con eso entonces.