Desde que empezó la pandemia mucha gente estamos teletrabajando desde casa. Empresas enteras han trabajado en remoto, desde el becario hasta el CEO, adaptando a duras penas sus procesos y sus herramientas para afrontar la nueva realidad. Ahora que el dichoso virus comienza a remitir y que poco a poco aumenta la gente que está vacunada empiezan a confluir dos realidades. Por un lado, que la forma de trabajar ha cambiado para siempre y que el teletrabajo ha venido para quedarse. Y por otro lado, las empresas comienzan a hacer planes para recuperar poco a poco “la normalidad” y para que sus plantillas se vayan incorporando paulatinamente al trabajo presencial.
Aquí surge la gran pregunta: Aquellos que decidan volver al trabajo presencial, ¿tendrán alguna ventaja en cuanto a promociones, valoraciones, etc respecto a los que elijan seguir teletrabajando la mayor parte del tiempo? Ya sé que no debería ser así pero honestamente, puede ocurrir. Si no te ven echando un montón de horas en la oficina es difícil que se valore tu trabajo igual que el de aquel que está siempre visible en su sitio aporreando el teclado. Es la idiosincrasia española. Según el BCE, España es uno de los países de Europa donde menos implantado está el teletrabajo, y los motivos esgrimidos por el BCE para ello son textualmente “las diferentes normas sociales, una organización del trabajo atrasada, el estigma vinculado a trabajar desde casa y una cultura del trabajo asociada a la vida social en la oficina”
Seguro que todos conocemos ejemplos de empresas en las que los jefes están de vuelta a la oficina y están convocando reuniones presenciales, oficinas donde la planta en la que está el director general está llena de gente trabajando mientras que la planta de abajo está vacía, gente que va a la oficina el día que sabe que el jefe acude… Muchos han descubierto que si no se implanta correctamente, esto de teletrabajar no es jauja, que a veces la casa se te cae encima y que la comunicación no fluye igual presencialmente que por videoconferencia… y si encima tu responsable va a la oficina y ve que sacrificas por la empresa hasta el punto de “arriesgar la salud”, pues tanto mejor.
El teletrabajo puede estimular “el trepismo” y suponer una oportunidad de oro para que aquel que antepone el postureo a la efectividad en el trabajo dé rienda suelta a sus “habilidades”. Y además puede llegar a ser una fuente de desigualdad, porque colectivos como las mujeres con niños pequeños está demostrado que son más proclives a quedarse en casa frente a los compañeros trepas que prefieren acudir a la oficina con regularidad… y probablemente, los segundos tengan más fácil promocionar que el primer grupo.
¿Significa esto que el teletrabajo es desaconsejable? En absoluto. Pero es innegable que puede tener ciertos “efectos secundarios” que en mi opinión pueden evitarse siguiendo dos pautas: Por una parte, establecer un sistema de recompensas basado en el cumplimiento de objetivos, en el que no importe si esos objetivos se consiguen trabajando desde casa o desde la oficina. Pero como esto no siempre es sencillo, la segunda pauta es definir bien para qué es necesario ir a la oficina. Puede ser para mantener reuniones de equipo, para realizar sesiones de brainstorming o de formación. Pero lo dicho, hay que darle un sentido y una utilidad a ir presencialmente a la oficina. Así lo tendrá más difícil el “trepa no-teletrabajador”, ese nuevo ejemplar que está apareciendo poco a poco en muchas oficinas.