Parece que esta vez pocas dudas caben de que estamos ante uno de esos rarísimos “cisnes negros” que es como los economistas definen a los sucesos inesperados y de gran impacto que lo cambian todo para siempre.

¿Quién nos iba a decir hace unos meses que el país entero, chavales incluidos, se metería en casa durante semanas? ¿Si este verano te hubieran pintado un panorama de ciudades vacías, de coles y universidades desiertos, y de cines y teatros con las persianas bajadas, hubieras dado crédito? ¿Y si te hubieran dicho que las autoridades darían por sentado, con la mayor naturalidad del mundo, que las empresas deben mandar a la gente a trabajar a su casa?

Como yo, hubieras pensado que se habían tomado algo..

Nuestra vida sigue siendo bastante analógica

Reconozcamos que, aunque vamos caminando hacia la economía digital, hasta hace dos días, eran mayoría

  • Esos trabajadores y empresas “que no ven” lo de trabajar en pijama. Porque son muchos quienes lo perciben como una puerta abierta al escaqueo sin darse cuenta de lo que descansa no tener que empezar el día en un atasco y de lo que cunde el hecho de poder centrarte en la pantalla sin charlas ni reuniones innecesarias. Según un estudio reciente de Randstad, aunque el 70% querría teletrabajar, y podría hacerlo pues desarrolla su actividad delante de un ordenador, las personas que en España trabajan ocasionalmente desde su hogar no llegan al 10%.
  • Esos alumnos adultos que prefieren “ver” al profesor, aunque hacerlo les suponga pasarse en el transporte dos horas al día, que es lo que hace quien se mueve en Madrid. Porque prefieren que se lo expliquen en aulas donde igual son tantos que no pueden preguntar que sesiones de teletutoría donde podrían tener al profe para ellos solos. Según un estudio de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR), aunque desde el año 2000 la formación por internet a crecido un 900%, estamos todavía en pañales. El segmento online en el estudio de grados está en torno al 5%, aunque el de másteres alcanza ya el 26%.
  • Esas consumidores que piensan que comprar comida online es comprar peor porque les gusta “tocar y ver” eso que van a adquirir. Cierto es que en España el ecommerce crece a buen ritmo, y comprar por internet es habitual en algunos segmentos (7 de cada 10 internautas lo ha hecho alguna vez). Sin embargo, aún es totalmente residual en los frescos, que no llegan al 1% del total de compras online. Lo más curioso es que sea la falta de confianza en la calidad del producto la principal razón que disuade al 44% de la gente cuando el 80% de ellos declaran sentirse decepcionados con la calidad de los frescos en sus tiendas habituales y el 58% admite haber comprado productos de baja calidad en ellas.

El impacto del coronavirus en la economía será importante

Lamentablemente, y a pesar de que se tomarán medidas para evitarlo, el coronavirus se llevará por delante empresas y empleos. Christine Lagarde, la directora del BCE, ya advierte de que estamos ante el riesgo de una crisis como la de 2008.

Y yo me pregunto ¿podrá Internet y la economía digital salvarnos social y económicamente de lo que podría ser la ruina total?

Algunos lo han visto al vuelo. Compañías como Telefónica se han apresurado a aumentar Gigas y contenidos. Amazon debe estar poniéndose las botas… A otras, sin embargo, les ha cogido con el pie cambiado. Mercadona y Carrefour se han visto sobrepasados en sus tiendas online, aunque estoy segura de que se pondrán en seguida las pilas.

Puede que otros estén hoy descubriendo que se trabaja igual o más desde casa que desde la oficina. Que las clases online pueden ser tanto o más productivas que las horas muertas sentadas en una fría silla con una escuálida tablilla en la que apoyarse. Que una reunión por Skype ahorra tiempo y desplazamientos y que sorprendentemente, va muchísimo más al grano. Que la fruta que compras online no está ni pocha ni verde, sino que está mucho más rica que la del super, porque va directamente del árbol a la mesa.

Muchos lo descubrimos hace años. Sin que nadie nos lo haya tenido que contar.

Yo misma, hago online el grueso de mi compra semanal, fruta incluida, desde que nació mi primer hijo allá por 2004, porque preferí jugar con él que pasar el tiempo en el súper. Trabajo desde casa desde que nació la segunda en 2007 para poder compaginar sus catarros y mi trabajo. Doy formación por internet en directo y en diferido a los equipos comerciales de mi compañía desde 2015 para poder «ir a Sevilla» y llegar a tiempo al cole. Imparto cursos de postgrado en dos universidades punteras desde hace 2 años porque así puedo hacer hueco en mi agenda para compartir lo que aprendo en mi actividad. Entré en las redes en 2012 y poco a poco me he ido tragando mi idea inicial de que “las relaciones virtuales son un tanto desvirtuadas” porque he aprendido mucho y he hecho verdaderos amigos. 

Vale, yo soy teleco. Pero hoy están en sus habitaciones mis hijos, siguiendo sus clases, tan panchos y tan absortos, como cuando ven una serie en Netflix. Y la moraleja es clara, todos podemos dejar de lado nuestros prejuicios y nuestras barreras mentales y animarnos a mirar lo digital con otros ojos.

Cada uno tiene hoy la opción de contraponer miedo y angustia con mirada positiva que te abra esas puertas que ahora ves cerradas. Sea cual sea tu situación de partida, aunque creas que casi no sabes ni hacer clic.  Arrimándonos (en lo virtual) a esas personas que viven con más naturalidad en escenarios digitales y pidiéndoles que nos enseñen a hacerlo.

Seguro que lo hacen encantadas. Muchas estamos deseando. 

Abramos los ojos a las ventajas de lo online

Si de algo va a servir este bicho que tanto trastorno económico y social nos está causando ya, espero que sea para que todos nos demos cuenta de las ventajas de lo online. Trabajadores y empresarios, comerciantes y consumidores, profesores y alumnos, administraciones y ciudadanos.

Y para que dejemos de mirar a internet como un mal de nuestro tiempo que desnaturaliza servicios y relaciones.

  • Como personas tenemos una gran oportunidad de mejorar nuestra vida, personalizando compras y servicios y ahorrando una tremenda cantidad de tiempo, reduciendo desplazamientos innecesarios que nos cansan y que contaminan nuestras ciudades, aprovechando para acceder a servicios educativos y de ocio que no están disponibles en nuestros lugares de residencia o en horarios compatibles con nuestra vida.
  • Como administraciones, tenemos la capacidad de mejorar los servicios que ofrecemos, nuestros a veces antediluvianos sistemas informáticos y, por supuesto, esos trámites online, que hoy ni llegan a todas las gestiones ni son lo que se dice sencillos y amigables.
  • Y como empresas, tenemos la enorme responsabilidad de hacer realidad toda esa oportunidad latente en la sociedad, convirtiéndola en una oportunidad de real de negocio para nosotros y de desarrollo para nuestro país.

Dos cosas me parecen seguras

  • Tardaremos unos meses en volver a darnos dos besos al saludarnos.
  • La valoración que hasta ahora tenemos del e-commerce, del e-learning y del e-working o teletrabajo, ya nunca será la misma.

Así que me hoy me atrevo a poner un poco de luz en esta crisis, esperando con confianza que este bichito con aspecto de simpática nave espacial marciana, nos traiga no una gran crisis económica sino el empujón definitivo a la tan ansiada revolución digital.

Ojalá que nos deje algo bueno a cambio de todo lo que va a llevarse a su paso.

@vcnocito

PD: Quienes me conocéis sabéis que no soy de pedir difusión, pero hoy os pediría que hagáis llegar esta reflexión a cuantos incrédulos de la economía digital conozcáis.