Mi compañera Virginia escribía la semana pasada un excelente artículo en este blog sobre como la crisis del coronavirus va a cambiar para siempre muchos aspectos de nuestra vida, entre otros la forma en la que trabajamos y en la que compramos. Aunque seguro que va a ser así, yo tengo mis dudas acerca de qué va a pasar realmente con el teletrabajo después de toda esta crisis.
He leído durante estos días a varios expertos opinar que este gigantesco experimento que estamos llevando a cabo a nivel mundial sobre la implantación del teletrabajo puede ser un fracaso. Estoy de acuerdo con ellos. Teletrabajar no es levantarte de la cama, conectar el ordenador a internet y ya. Que va. Teletrabajar es mucho más que eso. En primer lugar, para poder teletrabajar hay que tenerlo previsto antes. Obviamente, hay que disponer de las herramientas adecuadas: VPNs, herramientas de productividad en la nube, o más básico aun, portátiles para los empleados. Pero aun disponiendo de las herramientas adecuadas, hay que tener procesos adaptados a esa forma de trabajo. La propia administración pública que tanto anima a teletrabajar estos días está a años luz de estar preparada para ello. En el momento en que cualquier trámite o proceso necesita que un funcionario ponga un sello de caucho en un papel, se acabó el teletrabajo.
Y además, para poder implantar el teletrabajo con éxito es necesario un cambio en la cultura de la empresa, en sus procesos y en la forma de trabajar de la gente. Conozco el caso de una compañía que recientemente dio licencias de Office365 a todos sus empleados. Parecía que ya se habían transformado digitalmente. Pues ni mucho menos. Dado que no había cultura de trabajo colaborativo, nadie compartía archivos, no se habían creado equipos de trabajo en la herramienta… es decir, la nube estaba totalmente vacía. Allí el teletrabajo no va a funcionar estos días con total seguridad.
Improvisar el trabajo flexible en una situación de emergencia puede salir mal. Es imposible que alguien que normalmente acude a su oficina todos los días mantenga su productividad cuando le toca trabajar en el salón de su casa con 3 niños pequeños reclamando su atención. Tampoco olvidemos que no todas las personas ni todas las ocupaciones ni todas las situaciones van a permitir el teletrabajo. IBM, el pionero del teletrabajo, retiró este beneficio a algunos de sus empleados. No es que haya caído la productividad, sino que IBM necesita una inyección extra de innovación y para conseguirlo nada mejor que el contacto humano, la colaboración ágil e inmediata y la discusión de ideas en ciertas áreas de la compañía.
Esto lo digo yo, que soy un absoluto fan del teletrabajo y que llevo muchos años trabajando con cierta frecuencia desde casa. Ahora bien, “imponer” el teletrabajo o bien ofrecerlo a los empleados sin tener las herramientas adecuadas para ello es lo mejor que se puede hacer si quieres hacerlo fracasar. Espero que los malos resultados que pueden darse en muchas empresas tras estos días de teletrabajo forzoso no les sirvan de excusa para rechazar este modo de trabajo de forma estable, sino que al revés, les lleve a plantearse afrontar seriamente los cambios tecnológicos y culturales que les permita afrontar tranquilamente la siguiente crisis.