Me sirve de inspiración para mi post de hoy este artículo de Javier Ongay “La tecnología digital y el gato encerrado” . En él se explica de una manera muy clara las diferencias entre estrategia y ejecución y cómo y por qué muchas estrategias empresariales fracasan por el camino debido a una mala ejecución. 

Por una parte, es evidente que tener una buena estrategia en los negocios y en la vida en general, es fundamental para alcanzar el éxito y la felicidad. Ya lo decía el gran Alfred Hitchcock “sin duda, lo más importante de una película es el guión. Puede que lleguemos a ver una mala película realizada a partir de un buen guión, pero jamás veremos una buena película realizada a partir de un mal guion”. El guión es la estrategia, lo que queremos hacer. Si la estrategia es errónea, difícilmente alcanzaremos el éxito. 

Pero es igualmente cierto que una cosa son los planes que hacemos a principios de año (voy a apuntarme al gimnasio, voy a estudiar inglés…) y otra cosa muy distinta lo que hemos hecho realmente cuando termina el año. O en lenguaje de empresa, una cosa es la estrategia y otra la ejecución. Decía Peter Drucker, uno de los gurús más importantes del marketing, que “la estrategia es una commodity y la ejecución es un arte”. O dicho de otra manera, el power point lo aguanta todo. Seguro que todos hemos visto alguna vez ejemplos de estrategias tan impecables y brillantes como irrealizables. Cuando lees que solo el 20% de las empresas de nueva creación sobrevive más allá de los cinco años no es porque el mundo esté lleno de locos con ideas peregrinas, sino porque lo más difícil que hay es ejecutar una buena idea. 

La estrategia mola. A todo el mundo le gusta que le digan que tiene una ”gran visión estratégica” porque da a entender que sabe mucho de algo. Construir una buena estrategia no es sencillo porque implica una capacidad de abstracción y de pensar con visión de futuro que no todo el mundo tiene. Pero el problema viene cuando se diseña una estrategia que no tiene en cuenta los recursos y las capacidades de la empresa. Es como si un entrenador de fútbol pidiera a su delantero que regateara a tres defensas y para terminar la jugada disparando por la escuadra. La idea es buena y acabaría en gol seguro, pero probablemente las piernas del delantero no acompañen. Porque una cosa está clara: el recurso más importante que tiene una compañía son las personas que trabajan en ella.  

A menudo el problema radica en que las personas que diseñan la estrategia no son las mismas que luego la ejecutan. En el diseño de la estrategia suelen involucrarse los directivos de las empresas, que luego delegan la ejecución en sus equipos. Parece que la estrategia es una labor de nobles mientras que la ejecución es la tarea engorrosa y aburrida de la que se encarga el pueblo llano. Cuando precisamente, el artista debería ser el que ejecuta, si hacemos caso a Peter Drucker.

Es lo que pasa con muchos procesos de transformación digital que acometen hoy en día casi todas las empresas. La clave no está en comprar el último software del mercado y ponérselo a todos los empleados, sino en prepararlos para dicha transformación. No siempre la plantilla que trabaja en una compañía está preparada para los cambios, a pesar de ser empleados que conocen bien la empresa y que tienen conocimientos muy valiosos del negocio. Así que es crucial proveer a esas personas de la formación y los recursos necesarios para que puedan hacer un uso eficiente de las nuevas herramientas, así como convencerles de la necesidad de cambiar las formas de trabajo tradicionales. Sin hacer eso, cualquier estrategia de digitalización se irá al traste.