Dice el CEDEFOP (Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesional) que en los próximos años el 90% de los puestos de trabajo requerirán algún tipo de competencia digital, dado el avance imparable de las nuevas tecnologías en nuestra vida diaria.  Dice también ese organismo que el 45% de los ciudadanos y el 37% de los trabajadores europeos tienen habilidades digitales insuficientes que afectan notablemente a su empleabilidad, y que si nos fijamos en concreto en España, solo el 54% de los españoles posee competencias digitales básicas, lo que, no hace falta decirlo, supone un grave problema futuro para encontrar trabajo.

Pero por otra parte, estoy seguro de que si nos preguntaran “¿tú tienes habilidades digitales básicas?” todos responderíamos muy seguros con un “por supuesto que sí”. Probablemente somos capaces de cambiar nuestra foto de perfil del whatsapp en menos de 30 segundos, subimos todas las semanas a Facebook varias imágenes de la paella que nos vamos a comer y hemos visto Juego de Tronos más de una vez en nuestra smartTV. Así que por supuesto que tenemos unas habilidades digitales que dejan en ridículo a las de un millenial.

Pues no es verdad (por cierto, la mayoría de los millenials tampoco tienen habilidades digitales). No es verdad porque no se trata de ser hábil con la tecnología sino de ser competente con la tecnología. Es necesario saber que todas las redes sociales no son iguales y por tanto hay que tener un patrón de uso razonable, valorar de forma crítica la información que recibimos de internet y reconocer lo que es puro spam, o debemos tener aunque sea una mínima idea de cómo funciona un motor de búsqueda. No vale entonces con quedarse solo en el modo usuario, sino que hay que profundizar un poco más en la tecnología y darse cuenta de que las habilidades relacionadas con las redes sociales o la simple búsqueda de información en internet no son las mismas que las habilidades tecnológicas que necesitaremos en nuestro trabajo: crear, compartir y modificar documentación, comunicarse correctamente en el ámbito de un proyecto laboral, mantener un perfil de trabajo adecuado en las redes sociales, etc. Así que la ofimática como competencia extra imprescindible en un curriculum pasó a la historia. Ahora es necesario saber un poquito de ciberseguridad para no cometer imprudencias que puedan costar muy caras, gestionar mínimamente los contenidos de tus propias redes sociales, desenvolvernos con herramientas cloud o entender como funciona un buscador para darse cuenta de si lo primero que leamos en Google tiene realmente algo de sentido o no.

Además, ser competente digitalmente incluye también tener una actitud digital, es decir, tener una actitud colaborativa porque hoy en día cualquier proyecto laboral necesita de la aportación de numerosas personas y departamentos, preocuparse por mantenerse formado y tratar de estar al día de las novedades tecnológicas más importantes y estar abiertos a nuevas formas de trabajo, con personas que quizá viven en otro continente, con otra cultura y otros hábitos.

Así que tener competencias digitales nos permitirá ser capaces de optimizar tiempos y costes gracias al uso de herramientas digitales y dispositivos electrónicos, dar más velocidad a nuestra reflexión, creatividad e innovación, saber administrar nuestra identidad digital con sentido lo que acaba redundando en una mejor imagen de nuestra empresa (porque los mejores embajadores de una marca son siempre sus empleados), y en resumidas cuentas, nos dará la capacidad de adaptarnos a cualquier entorno y nos convertirán en empleados más eficientes, colaborativos y más productivos… y por tanto, más valiosos en el mercado laboral.