Somos un país de contradicciones. Contratamos empleados del hogar por horas y luego comentamos con disgusto que, “limpia muy bien, pero, no perdona, se va estrictamente a su hora”. Pues no pillo el por qué, si contratamos y pagamos por cumplir un horario, esperamos que, por sistema, la gente lo alargue. 

Esta conversación mantenida en un ámbito doméstico la semana pasada, viene al pelo para repensar los criterios utilizamos para valorar el trabajo de nuestros empleados.

Adelanto que pretendo romper una lanza en favor de todos aquellos profesionales que cumplen con pasión y energía su trabajo y que lo hacen, salvo lógicas excepciones, dentro del horario que han pactado con su empresa. Por todos aquellos que no tienen ninguna necesidad de “calentar la silla” para pelotear a su jefe, que están igual de comprometidos con su trabajo que con el resto de su vida y que saben que cantidad no siempre es igual a calidad.

La conciliación de la vida laboral y familiar, así como la racionalización de horarios son temas que, pese a estar en todos los foros de empresa, parece que no han encontrado lugar en la cabeza de muchos. Sin embargo, yo creo que nos iría mucho mejor si dejáramos de ver el trabajo como algo encorsetado en un lugar concreto (la empresa) y en un tiempo determinado (tu horario laboral). Puede que salga como un clavo a las 5, pero ¿dejo por eso de darle vueltas a cómo enfocar esa presentación a cliente que tengo mañana?

Confundimos el tocino con la velocidad y el presentismo con el compromiso. Reconozco que me hierve la sangre cuando oigo comentarios del tipo “Ese se levanta a las 6, ¡con la de cosas pendientes que hay que hacer!». ¿Tú que sabes de su vida?

Si eres de los que piensa que quien se va a habitualmente a su hora o que, quien solicita una reducción de jornada por el motivo que sea, es porque no tiene suficiente compromiso, puede que nada de lo que diga te hará cambiar. Pero escucha un segundo, porque valorar a las personas sólo por cuántas horas le echan al curro es perderse muchos matices. Y añadir a la ecuación variables que tal vez acaben arrojando un falso resultado.

Déjame que te exponga algunas razones por las que creo que es un error valorar a los profesionales en función del número de horas que dedican a su trabajo.

  • Ni es posible ni realista pensar que acabas todo lo pendiente cada día. Llevo trabajando casi 30 años. A temporadas muchas más horas de las pactadas, otras tratando de acortar ese café para exprimir al máximo las horas fijadas. Jamás me he ido a casa sin saber qué me tocaba hacer al día siguiente. Siempre he dejado cosas para mañana, siempre ha habido asuntos pendientes. ¿Qué clase de profesional no los tiene? ¿O es que tus proyectos tienen tan poca enjundia que empiezan y acaban en el mismo día?
  • La presencia en la oficina no siempre implica resultados. He tenido el “placer” de ver cómo mis “ocupados” compañer@s tomaban interminables cafés, dedicaban dos horas a comer, o vagabundeaban por internet con tal de no irse a su casa.  Cada uno con sus razones para alargar su estancia en la oficina. Parejas coñazo o falta de ellas, hijos agotadores, compañeros de piso a lo que prefiero no encontrarme, temor ante el qué dirán… ¡hasta calefacciones estropeadas!  Pero, entre ellos, sólo unos pocos tratando de llegar a más. Y no me digas que no lo notas, porque basta con echar un vistazo a su postura.
  • Las personas somos un todo, no tenemos compartimentos laborales y personales. El compromiso con el trabajo surge de la pasión. Y esta no entiende de compartimentos estancos. Las personas apasionadas, se comprometen fundamentalmente consigo mismas. Con su trabajo, sí, pero también con su salud y su aspecto, con sus relaciones, con sus aficiones, con sus aprendizajes. Y no aceptan, salvo excepciones, el no poder cumplir con todos esos «sus» compromisos. Un profesional que se precie ha aprendido a abrir su cuerpo y su mente a otros aspectos de la vida. Porque sabe que sin duda, redundarán en la calidad de su trabajo.
  • No es posible rendir en jornadas maratonianas. ¿Cuántas veces no me he tirado horas tratando de pillar ese error en el código que lo hacía entrar inexplicablemente en bucle para descubrirlo en cinco minutos, ya fresca y descansada al día siguiente?. El mundo que nos toca vivir precisa de toda nuestra creatividad para hacer frente a nuevos y tal vez nunca explorados retos. Y para ser creativo es fundamental oxigenarse, salir, compartir, cambiar de actividad… incluso hacer el vago. Encerrarse de sol a sol no permite abrir la mente a lo nuevo, no deja lugar para esa “extrapolación” que anima a dejar de repetir procesos que ya no funcionan y buscar, motu propio, la manera de retarlos.

No confío en haberos convencido. Pero, por favor, al menos os pediría que no nos impongáis vuestra forma de verlo. Y si puede ser, dejad morir en la punta de la lengua comentarios del estilo “este no vale porque no tiene suficiente hambre” a quien no se va a de la oficina aún más tarde aún que tú. O guardad para uso estrictamente personal recriminaciones como “hay que ver la calidad de vida que gastas desde que has tenido hijos” a quien hace el pino puente para darlo todo aunque sea en formato exprés porque es el único que le permite llegar a tiempo a la salida del cole.

La valoración por tiempo de desempeño no sólo no es justa, sino que encima, no siempre es real.

@vcnocito