Aparentemente, la respuesta a la pregunta que da título a este post debería ser que sí, ¿verdad? En el mundo de la empresa, profesionalizado por definición, donde nada se deja al azar y todo se calcula al milímetro y donde se invierten grandes sumas de dinero esperando retornos de inversión aun mayores, los puestos de responsabilidad, aquellos cuyas decisiones tienen impacto inmediato en la cuenta de resultados de la empresa, deberían ser ocupados por las personas más talentosas. Sería lo lógico y lo esperado.
Sin embargo, ¿cuántas veces nos hemos preguntado cómo es posible que semejante individuo, más cerca del primate que del ser humano, haya alcanzado ese puesto de tanta importancia? Hay casos que parecen desafiar la máxima de que a más talento, más éxito profesional. Aunque analizándolo despacio, podemos encontrarle alguna explicación.
Antes de nada habría que empezar definiendo que entendemos por éxito profesional. Creo que “éxito” no debería medirse en la empresa por el número de personas que trabajan a tu cargo, de manera que solo serían personas exitosas aquellas que dirigen un grupo de varias docenas de empleados. Tampoco sería una buena medida el sueldo que ganas. No estoy de acuerdo en que a mayor sueldo, mayor éxito laboral has tenido. Para mí, el éxito profesional está en alcanzar las metas que te hayas propuesto, que además pueden ser distintas en distintos momentos de tu carrera. De ahí que yo considere una persona exitosa a aquel técnico que está para apoyar al comercial en las ventas más importantes de la empresa o el autónomo que levanta un negocio desde cero y consigue que sea lo suficientemente rentable como para que su familia pueda vivir holgadamente. Ambos son ejemplos de personas que logran sus metas, su labor es valorado por clientes y compañeros y además es probable que sean felices con su trabajo diario.
No obstante, hay otras personas que no se conforman con eso, sino que su aspiración es tener poder, mandar mucho. Y para conseguirlo, se requieren talentos y habilidades especiales, diferentes a las que empleas en el día a día de la oficina. En primer lugar, son gente que tienen muy claro que alcanzar el poder es su objetivo, y no cejan en el empeño hasta conseguirlo. Si surge una vacante de jefe en tu empresa y no te presentas a ella, es complicado que tú consigas ese puesto. Sin embargo, otros sí optan a todas esas vacantes y parece que solo les falta andar por la empresa con un cartelito al cuello que ponga “quiero ser jefe” para que no queden dudas de sus intenciones. Y también se preocupan de acercarse a aquellas personas que pueden influir en la progresión de su carrera profesional, o como se dice ahora, se convierten en maestros del networking. Para poder progresar en la empresa, ayuda mucho aquello de estar en el momento justo, en el sitio justo, y sobre todo, decir lo apropiado y no meter la pata en ese momento justo. Hay gente que se mueve para atrapar alguno de esos momentos justos, mientras que otros se limitan a verlos pasar por delante sin tomar ninguna determinación.
¿Significa eso que serán los mejores jefes posibles porque son los más talentosos? No siempre. Creo que los mejores jefes son los que surgen de forma “espontanea”, es decir, personas respetadas por sus compañeros, que conocen bien el trabajo que van a tener que desempeñar porque ya han estado relacionados con él anteriormente y que además posean ciertas dosis de liderazgo. Siempre me ha gustado que cuando queda libre un puesto de responsabilidad en una organización, sea ocupado por alguien “de dentro”, que se lo haya ganado como un ascenso, porque entonces sí que el talento y el buen desempeño profesional acaba llevando al éxito, y que solo se recurra a alguien ajeno a esa organizacion si el objetivo es darle un cabio de rumbo a la misma.
En cualquier caso, el éxito profesional para mí no es necesariamente llegar a ser un alto cargo en una empresa. El mayor éxito es alcanzar lo que uno se ha propuesto y ser feliz en tu día a día en la oficina. Y para eso tampoco se requiere un talento especial. Simplemente hay que adecuar tus metas a tus capacidades.