Errar es humano, pero echarle la culpa a otro lo es todavía más”. Una frase de Baltasar Gracián que ha popularizado Les Luthiers en sus espectáculos, absolutamente cierta y aplicable a cada minuto de trabajo en cualquier empresa del mundo. Es imposible que una persona que pasa 8 horas al día haciendo cosas de una cierta complejidad en su trabajo no se equivoque ni una sola vez durante esas 8 horas, porque aunque tenga que pegar sellos, seguro que en alguna ocasión pega el sello que no es y el paquete acaba en Moscú en lugar de en Soria. Sin embargo, muy pocas veces asumimos internamente que nos hemos equivocado, menos veces aun hacemos esa asunción en público y nunca jamás de los jamases nos echamos toda la culpa sobre nosotros. Lo más a lo que llegaremos es un “vale sí, esto lo he hecho mal, pero la culpa es de fulanito, que me ha pasado los datos equivocados

Una cosa que me llama mucho la atención es que siempre pensamos que nuestros vecinos del trabajo son un desastre. Me resulta curioso. En un grupo sano impera un cierto espíritu de equipo y normalmente cada uno es más o menos consciente de sus limitaciones y de las del compañero. Entonces, surgen apaños del estilo “le voy a pedir a mi compañero que dé la formación en mi nombre porque se le dabien ese tema y otro día ya le ayudo yo con los datos que necesita para el informe”. Si es un grupo de trabajo normal, sin conflictos, ese tipo de tratos suelen funcionar muy bien. Y solemos acabar bastante satisfechos con el resultado del trabajo del grupo. O al menos nos convencemos con aquello de “podía haber sido peor. Demasiado hemos hecho con lo que teníamos”

Pero sin embargo, cuando el resultado final de un proyecto depende también de lo que hagan otros equipos, todo cambia. Lo que hacen “los otros” rara vez tiene a nuestro entender la mínima calidad exigida, siempre es un despropósito y si el proyecto va regular o mal, siempre es debido a que ese otro departamento no ha cumplido su parte. Si un producto no se vende como se esperaba, los de marketing te dirán que el producto es excelente y que es el sueño que llevaban años esperando los clientes, pero que los vendedores son unos paquetes, que no saben vender sino solo despachar, y que si de ellos dependiera estarían todos en cualquier franquicia de moda doblando camisetas porque no valen para otra cosa. Pero si preguntas a los de ventas, te dirán que el truño que han creado los de marketing es invendible, que qué era eso que se habían fumado cuando se les ocurrió semejante despropósito de producto, y que si de verdad esperan que un comercial que va siempre corriendo de acá para allá se va a leer las 85 páginas del manual de ventas del producto, es porque los de marketing no tienen ni idea de cómo es la vida real. Y como ese, multitud de ejemplos.

Otra cosa que suele pasar también es que pensamos que los demás se tocan las narices todo el día, no como nuestro departamento, ejemplo permanente de dedicación y abnegación. Cosas como “qué envidia los del departamento de Publicidad: cogen lo que yo les mando, le cambian un poco el formato, lo suben a la web… y en media hora todo listo. Y después, a 45 minutos de desayuno en la cafetería y a leer el periódico”, o “que bien viven los de ahí en frente, todo el trabajo se lo hacen las contratas y ellos simplemente se dedican a ver cómo trabajan”.Desde fuera, tendemos a ver el trabajo de los demás como la cosa más sencilla del mundo.

Igual que decía Unamuno que “el racismo se cura viajando”, creo que toda esta incomprensión o falta de empatía con el trabajo de otros se curaría también “viajando”. Tendría que ser obligatorio pasar unos días al año trabajando dentro de otro departamento con el que tuvieras relación estrecha para poder entender por qué hacen lo que hacen (quizá porque es la manera menos mala de hacer las cosas), qué herramientas tienen para desempeñar su trabajo (herramientas que puede que hayan sido proporcionadas por nuestro propio departamento, como manuales, formación, etc), o qué prioridades tienen… (aunque nos parezca increíble, hay otra gente en la empresa además de nosotros que también necesita ser atendida). Estoy seguro de que nuestra percepción del trabajo de los demás cambiaría drásticamente.

Siempre he pensado que cuando alguien se dedica a culpar de todo a todo aquel que le rodea, en el fondo está demostrando que él o ella es el mayor responsable de los errores, porque está poniendo de manifiesto que no tiene ni idea de cómo trabajan los demás y por tanto, no es capaz de aportar a los otros departamentos involucrados en un proyecto lo que necesitan para avanzar y hacer bien su trabajo. Sería como si a un coche con un motor Diesel le echas gasolina. Si el coche no anda, no es  por culpa del coche, sino de quien se ha equivocado con el combustible. Tratemos de poner el mejor combustible posible. Luego igual el coche tiene otra avería, pero entonces seguro que no habrá sido por culpa nuestra.