Esto de poderse asomar al balcón, ya con 40 (…y tantos), a veces te hace sonreír con un tanto de maldad. Uno se convierte en observador avezado y cual “abuelo cebolleta”, se da cuenta de que las situaciones que vivió hace 15 ó 20 años son muy similares a las que viven los jóvenes recién incorporados a la empresa. Ahora los móviles tendrán pantallas táctiles y de colores, pero en el ámbito de la gestión de personas, parece que hemos avanzado mucho menos en las empresas y “vuelven las modas”…. De hecho creo que hay unas cuantas que nunca llegaron a irse, y se han quedado ahí como fondo de armario.

Y una de esas modas, la prenda que nunca falla, es el arte de venderle a un joven un perfecto marrón como si fuera la mejor oportunidad en su carrera profesional….

No me da vergüenza reconocerlo, y confieso que me provoca una sonrisa maliciosa, como imagino que se la provocaría a mis compañeros más talluditos ver cómo yo me enfangué tantas veces en proyectos abocados al fracaso y que me habían vendido como un elefante blanco. Sí, a lo largo y ancho de mi carrera me han vendido muchas veces auténticos “brownies” como el gran proyecto que me haría triunfar. Proyectos en los que me embarqué con mucha ilusión y de los cuáles salí más o menos escaldada, tras haber dedicado ingentes cantidades de trabajo que no se vieron luego recompensadas. ¡¡Ay, incauta!!

Y es que un buen jefe en general sabe vender, y es muy fácil caer en la trampa, máxime cuando uno es joven, se alimenta de ilusiones, y se quiere comer el mundo. Y además de saber vender, los jefes saben a quién vender. Saben qué producto es el más indicado para cada miembro de su equipo, y como tal explotan esa habilidad: hay proyectos que un jefe inteligente ni se atreve a ofrecerle o a encargar a una persona con experiencia, porque esa experiencia hace que el individuo cuestione, enfrente, y rechace la situación.

Porque, “todo se puede hacer”, sí. Pero se puede hacer a base de recursos: tiempo y dinero. Y si me apuras, a veces eso ni siquiera es suficiente, si además no se cuenta con un sponsor que te ayude a despejar los escollos y las oposiciones dentro de la propia empresa. Esas grandes oportunidades de lucimiento en las que no se te asigna un presupuesto, ni un equipo de trabajo, ni un plazo de ejecución adecuado…. ¿Qué te están vendiendo?

Tu ilusión parece que podrá sacarlo todo adelante, pero con el tiempo te darás cuenta de que no es así, y te llevarás un gran chasco personal. Y eso es lo mínimo que te puede pasar, si tu jefe en el fondo es una buena persona y no tiene interés en ensañarse después, que también los hay.

Lo más dramático de estas situaciones de venta de marrones a jóvenes incautos es que como profesional experimentado poco puedes hacer. Cuando intentas abrirle los ojos a la víctima, en general no te va a poner buena cara, y te tachará de “yayo aguafiestas”, porque tu tiempo ya pasó. O incluso pensará que le envidias porque a él le están brindando una oportunidad que tú no tienes. Creo que ocurre exactamente como con los hijos adolescentes, que piensan que “mamá no tiene ni idea”, como si mamá hubiera nacido ya teniendo 45 años y no hubiera sido adolescente nunca.

En fin, que las modas siempre vuelven, y tendremos que ver cómo nuestros hijos se ponen los mismos favorecedores pitillos o pantalones de campana que nos poníamos nosotros con su edad… C’est la vie.