La Navidad es típicamente sinónimo de vacaciones, de alegría, de reuniones con familia y amigos y de buenos propósitos para el año siguiente. Pero en lo referente al mundo laboral, no siempre es todo idílico. A veces Navidad significa apretones extras para cerrar el año y un sobreesfuerzo añadido para lograr los objetivos y tratar de hacer en el último mes lo que no hemos podido hacer en los meses anteriores. Y por supuesto, la Navidad también es sinónimo de comidas o cenas de empresa, esas reuniones donde cualquier cosa es posible…

Yo creo que a casi todo el mundo le gusta ir a estas celebraciones de empresa. Es un buen momento para estrechar lazos con los compañeros de trabajo, para darse cuenta de que ese compañero con el que tienes tus más y tus menos diariamente también tiene su corazoncito y puede resultar ser hasta un tipo divertido. O para aprender que ese jefe que parece tan serio y que echa unas broncas monumentales es también un experto bailarín de funky o un cantante que hace palidecer a la mismísima Adele. Para las empresas, estas reuniones son una forma de agradecer al equipo el trabajo realizado durante todo el año y una manera de fomentar la comunicación y el buen rollo en compañeros que a lo mejor en el día a día apenas coinciden.

Pero no todo es de color de rosa: siempre le toca organizar la fiesta a alguien del equipo, quien suele acabar totalmente estresado. También está el que critica desde el menú elegido hasta el color de las sillas del restaurante, o el que opina que para esa birria de fiesta mejor quedarse en casa. Pero en general, se suele pasar bien ¿verdad?

Aunque siempre hay que guardar la compostura. Recuerdo una de mis primeras cenas de Navidad en la que una compañera tuvo un llamémosle “escarceo amoroso” con un chico holandés que estaba expatriado en nuestra compañía. No sé si la reputación de ella cayó por los suelos o si por el contrario se convirtió en la envidia del resto de compañeras porque aquel holandés era en ese momento un verdadero “sex symbol”. O ese compañero que acabó la fiesta totalmente perjudicado y al día siguiente pasó toda la mañana dormido dentro del baño de la oficina (encomiable el esfuerzo que hizo por al menos aparecer por allí).

Hay que ser consciente de que el entorno laboral es diferente al entorno personal. Debemos contenernos un poco porque está muy bien eso de que hay que fomentar la amistad y el compañerismo entre los compañeros de trabajo pero al final en el mundo laboral lo más importante que tenemos es nuestra reputación, y ésta puede verse afectada por una tontería. En general yo creo que son más bien los jóvenes recién incorporados al mundo de la empresa los que aun no tienen bien tomada la medida a esa diferencia entre lo profesional y lo personal, pero nunca se sabe. Como decía en otro post, en todo momento hay que ponerse ciertas barreras en el trabajo.

Ya solo me queda desear a toda la gente que sigue este blog una muy muy muy Feliz Navidad, y agradecer de todo corazón los comentarios y mensajes que recibimos de ellos, ya que son los que de verdad nos animan a seguir escribiendo de vez en cuando nuestras reflexiones sobre los que nos pasa en la oficina. ¡Nos volvemos a leer en el 2016!