La leyenda de los comedores de loto relata una historia asociada al viaje de Ulises en la Odisea. En su travesía, Ulises y sus hombres llegaron a la tierra de los lotófagos, habitantes que consumían una planta llamada loto. Este vegetal les sumía en un estado placentero de olvido y embriaguez, provocando un desinterés por regresar a sus hogares.

Al comer el loto, los compañeros de Ulises perdieron el deseo de continuar su viaje, sumidos en una placentera amnesia. Así que el pobre Ulises tuvo que sacar a puñetazos a sus marinos de ese estado en el que «voluntariamente» perdían la voluntad, mucho más peligroso que los cantos de sirena que le habían obligado a él mismo a atarse al mástil del barco.

Queda claro en esta historia cómo el placer también tiene sus riesgos. Que dejarse llevar por lo que va bien sin más cuestión, desvía del camino hacia cualquier tipo de objetivo personal y de crecimiento.

Un pedazo de relato emblemático sobre cómo la falta de la necesidad de estimularse y crecer te puede acabar cagando la vida.

Hablemos de placer y disfrute. Que se parecen, pero no son lo mismo.

El placer es un sentimiento de satisfacción que uno logra cuando la información en la conciencia nos dice que hemos conseguido cumplir con las expectativas controladas por los programas biológicos o por el condicionamiento social.  Importante y molón, pero déjame que te advierta que, por sí mismo, no trae la felicidad. Las experiencias placenteras (sueño, descanso, alimento, sexo…) ayudan a mantener el orden pero no agregan ninguna complejidad a tu personalidad.

El disfrute, por el contrario, ocurre cuando no solamente se ha cumplido alguna expectativa o deseo sino cuando se ha ido más allá de lo esperado, logrando algo inesperado o que nunca habían imaginado. Cuando hay cierto “movimiento hacia delante” que siempre va a acompañado de sentimientos de novedad y realización.

Las experiencias que dan placer pueden dar disfrute, pero son dos sensaciones diferentes.

El placer puede sentirse sin esfuerzo, pero el disfrute requiere una cierta cantidad de él. Requiere cierta inversión de energía porque implica crecimiento de la complejidad.

Sin el disfrute el trabajo puede ser incluso muy placentero, pero lo será muy precariamente. Todo dependerá de la suerte y de la “cooperación” del ambiente externo.

¿Qué condiciones garantizan el disfrute?

Dicen los que lo saben casi todo sobre el bienestar y la felicidad, que son éstas:

  • Tener al menos cierta oportunidad de lograr el objetivo que nos hemos propuesto.
  • Debemos ser capaces de concentrarnos en lo que hacemos.
  • Las metas deben ser claras.
  • Tenemos realimentación inmediata.
  • Se actúa sin esfuerzo con una profunda involucración.
  • Hay un fuerte sentimiento de control sobre tus acciones.
  • La duración del tiempo se altera.
  • Desaparece la preocupación por ti mismo, aunque, paradójicamente, al terminar se refuerza el sentimiento de la propia personalidad.

Ello implica que disfrutar requiere de:

  • Disponer de habilidades en consonancia para poder alcanzar la meta. Si las habilidades no están en consonancia con la meta, la actividad no te desafía sino que te agobia o te aburre y entonces no puedes disfrutar de ella.
  • Asumir una cierta competitividad. El disfrute implica cierta competitividad contra otros o contigo mismo. Pero cuidado con la competitividad, porque cuando vencer al adversario tiene prioridad sobre hacerlo lo mejor posible, el disfrute tiende a desaparecer.
  • Combinar acción y conciencia. Cuando la atención está absorbida por la actividad, la actividad se vuelve algo espontáneo y casi automático. Te fundes con la acción y ésta, sin necesidad de mucho pensarlo, te lleva hacia delante de manera casi mágica.
  • Metas claras y retroalimentación. Incluso cuando las metas sean a largo plazo o no estén claramente definidas, al menos el significado personal debe estarlo. Asume el cambio y que, a veces, se inventan y se negocian sobre la marcha.
  • Feedback rápido y constante. El tipo de feedback puede ser insignificante, pero necesitas alguna señal para saber si lo que haces suma a la meta. El feedback crea orden en la conciencia y fortalece la estructura de la personalidad.
  • Concentración sobre la tarea actual. Cuando el cerebro está ocupado en un reto, no tiene tiempo para llorar. Se excluyen las interferencias y solo un cierto tipo de información muy selecta puede entrar en la conciencia. La preocupación queda temporalmente en suspenso.
  • Vislumbrar la posibilidad de control. Saberte con capacidad de control relaja y calma, disminuyendo el miedo al fracaso. Aunque lo que hace disfrutar no es tener el control sino sentir que se puede ejercer cierto control ante situaciones difíciles. Pero ojo, si dependemos tanto de la capacidad para controlar que no podemos prestar atención a nada más, hemos perdido el control… y la capacidad de disfrutar.
  • Pérdida de autoconciencia. En una experiencia de disfrute, no hay lugar para el escrutinio de uno mismo y muchas veces, sucede que esta pérdida de la autonomía lleva a sentimientos de profunda unidad con otros. Y a  un resurgir de tu propio yo con aún más fuerza.

Solo hay un secreto para disfrutar del trabajo

Y no. No es el sueldo, ni el jefe, ni siquiera la tarea que te toca cumplir. Y antes de que me digas que si la pasta, el jefe y la tarea se alinean en conjunción astral, cualquiera se sentirá a cuerpo de rey, te reconozco que, influir, claro que influyen.

Ya.

Lo que sucede es que esa conjunción astral casi nunca se da.

Y cuando pasa, no dura.

Sin embargo hay algo que nunca falla: Y es entender que la satisfacción con tu trabajo no depende directamente de él. Depende de cómo te sientes con cada pequeña cosa que te sucede en él.

Blanco y en botella: Para mejorar la satisfacción con él, tienes que mejorar la calidad de tus experiencias. O intentando que las condiciones externas estén de acuerdo con tus metas. O cambiando cómo vives esas condiciones externas con un solo objetivo: adaptarlas a tu metas.

Yo he disfrutado trabajando miles de veces

Incluso cuando la tarea no me encajaba del todo, he aprendido a incorporar los ingredientes que me recargan las pilas y que me hacen disfrutar.

Y he aprendido también que el elemento clave de una experiencia de satisfacción profunda en el trabajo (y me atrevería a decir que también en la vida) es dotar a cada experiencia de un fin en sí misma. Incluso si surge por otras razones, disfrutas cuando eres capaz de convertirlo en algo intrínsecamente gratificante. Cuando eres capaz de hacerla, no por un beneficio futuro, sino porque, en sí misma es para ti una recompensa.

Aunque cuidado, porque estos flows, no son buenos en sentido absoluto. Solo tienen el potencial para hacer que la vida sea más intensa, rica y con más significado porque incrementan tu fuerza y la complejidad de tu personalidad.

@vcnocito