Cada vez que se acerca el final del año, parece que el cuerpo nos pide una revisión de cómo nos ha ido.
A pesar de que “hacer las cuentas” deja algún poso amargo por lo no conseguido y unos gramos de «autolatigueo» por eso que pospones año tras año sin avanzar un ápice, yo creo hacer un balance anual es beneficioso y muy conveniente.
Echar la vista atrás puede llenarte de orgullo
Tendemos a pasar demasiado rápido por los logros, pues la mayoría vamos directos a lo que más pesa. Pero seguirás tu camino con más energía si echas un poco la vista atrás y repasas lo andado.
Poner en valor tus logros, sin dormirte sobre ellos, es un ejercicio que te anima a dar un siguiente salto. Poner en valor lo conseguido nos ayuda a establecer nuevos retos.
Sacar a pasear tu orgullo y tus momentos brillantes es un chute de energía. No los menosprecies y hazlo todo cuanto puedas.
Pero un balance puede también despertar pesares
Porque no serás el único que se lamente por esa oportunidad perdida o se arrepienta de aquella metedura de pata cometida.
Duele imaginar lo que podía haber sido y no fue. Porque los errores y las oportunidades perdidas sientan a cuerno. Pero arrepentirse de ellos quizás no sea la forma más útil de gestionarlos.
Porque el arrepentimiento per se no sirve sino para hacernos sentir aún peor. Desencadena el pesar por no haberlo hecho algo de un modo diferente, o por no haberlo hecho en absoluto.
Y porque el arrepentimiento es una emoción un tanto tramposa que requiere un viaje mental al pasado para imaginar (y siempre para peor) una cosa distinta a la que sucedió y qué hubiera pasado si hubiera sucedido. Vamos, que requiere jugar con una bola de cristal en la que siempre salimos mal parados.
El arrepentimiento es un sentimiento de lo más frecuente
Hay estudios que dicen que 8 de cada 10 personas se descubre arrepintiéndose con frecuencia, ya sea de lo que han hecho (arrepentimiento de acción se llama) o de lo que no han hecho (arrepentimiento de inacción).
En general, los profesionales solemos arrepentirnos de cosas como:
- Decisiones ligadas a ascensos y/o aprendizajes.
- Comportamientos relacionados con la carga, el esfuerzo y dedicación al trabajo.
- Niveles de esfuerzos o perseverancia en planes, metas y oportunidades
- Cambios y rotaciones dentro o fuera de nuestra empresa.
- Desencuentros o falta de desarrollo de la relación con algunas personas.
No me llama la atención el saber que de todos los aspectos de nuestra vida profesional que pudieran provocarnos situaciones de arrepentimiento, las que más nos pesan son las que tienen que ver con las relaciones.
Ni que, según parece, cuando eres joven un “mix de arrepentimiento” está en un 50/50, pero, a medida que pasan los años, crece alarmantemente eso que los expertos llaman arrepentimiento de inacción hasta una proporción que duplica la de los arrepentimientos de acción. Hablando en plata, que a medida que maduramos profesionalmente, lo que se queda con nosotros, es todo aquello que no hemos hecho.
¿Cómo gestionar el arrepentimiento?
Yo soy de las que piensa que las emociones negativas deberían enseñarnos algo. Que, como no se pueden evitar, al menos podríamos utilizarlas como excusa para arrancar procesos de mejora.
De lo que aprendí en el cole con las monjas una de las cosas que más se me ha quedado es aquello del espíritu de contricción. Porque, extrapolado a una vida laica, contiene los tres elementos que considero son claves para acometer cualquier cambio: dolor por lo hecho, renuncia a repetir, y propósito de cambio.
De nada sirve simplemente arrepentirse.
Decía mi abuela: «Nunca te arrepientas de nada, todo pasa por una razón».
Yo creo que esa razón bien pudiera ser nuestro propósito renovado de:
- Reflexionar más, haciendo sin miedo y con sinceridad tu balance del año como una oportunidad para ajustar el rumbo, como una forma de agradecerte a ti mismo por todo lo que has conseguido y de motivarte a seguir avanzando, como una herramienta para aprender de tus errores y seguir adelante con más fuerza.
- Actuar más aunque sea para equivocarte más, porque así al menos sabes que estarás actuando sobre la “parte mollar” de tu mix de arrepentimiento. Para arriesgarte, sabiendo que, aunque no puedas garantizar que no habrá heridas, siempre serán menos dolorosas que el peso de no haberlo intentado.
- Empatizar más humanizando a tope tu trabajo sin dejar que la eficiencia esté reñida con la relación y cuidando con especial atención tus interacciones telemáticas con toda esa gente a la que ya no ves.
- Hablar más de tus arrepentimientos. Porque creemos que nadie más se arrepiente, y que si lo hace, lo que menos desea es hablar de ello. Pero cuando hablamos, liberamos cargas y también le damos sentido. Hablar de lo que consideras que han sido tus errores y de cómo los gestionas te ayuda a ti, pero también a quienes están buscando una ocasión para hacerlo o un modelo de gestión a seguir.
Sea como fuere, te invito a tomarte el fin de año como un momento para mirar hacia atrás y hacia adelante, valorar tus logros y también tus intentos y, sea como fuere, para apretar el acelerador y seguir creciendo con nuevas energías.
¡Feliz 2023!