Todos conocemos a malos jefes. La mayoría, dicho sea de paso, con brillantes carreras profesionales y excelentes aportaciones en aquellas tareas que no tienen que ver con la gestión de personas.
Sobre por qué son entonces tan malos, todos lo tenemo claro: Es lo mucho que demuestran lo poco que les importamos, es su falta de guía y de apoyo en las tareas “para ayer” que nos encomiendan, es su “gestión telegráfica” vía email, o sus mensajes a deshoras o en vacaciones.
Este tipo de jefes. que ya eran reguleros antes de la pandemia, se han convertido en insoportables con el trabajo remoto.
No te dan ninguna confianza ni la más mínima autonomía. Y dejan de hacer la poca gestión de personas y de tareas que ya hacían, para dedicarse a controlar obsesivamente tus horarios de conexión o tus días de presencia física en la oficina.
Hace tiempo que, para ell@s, ya poco cuenta la calidad y pulcritud de tu trabajo. Pero es que ahora tampoco suman esos mensajes que respondes en la cola del supermercado, en el parque con tus hijos o mientras dormitas en el sofá viendo tu serie favorita.
Ahora parece que lo único que cuenta es si tu estado en el Teams está verde o gris.
Estos malos jefes no entienden que, en general, cuanto más confianza y autonomía das, más confianza y más creatividad y resultados recibes. No han entendido es que su principal tarea hoy es diferenciar a los que son merecedores de ella de los que no.
Son los apóstoles del trabajo presencial
Los que aspiran a la vuelta a la “vieja normalidad”. Nada de teletrabajo y de lo híbrido, lo mínimo para que no haya una revuelta que les acabe cortando el cuello.
No son pocos.
Después de la pandemia, casi todos queríamos poder trabajar algún día desde casa. Y se nos concedió. Porque, la mayoría podíamos hacerlo perfectamente y porque, después de dar el callo durante meses sin pisar la ofi, no había ni fuerza moral ni suficientes garantías de seguridad sanitaria para decir que no.
Pero ahora surgen fuerzas para que todos volvamos todos los días a la oficina.
La corriente anti trabajo remoto es cada vez más fuerte. Y nadie entiende por qué. ¿Son los resultados de negocio quienes lo exigen o es que las empresas lo que buscan es complacer a sus gerentes que no se apañan gestionando con resultados y también con buen rollo y colaboración fluida sus equipos remotos?
Pero los jefes no siempre tienen la razón
Llevamos décadas asumiendo que los cuadros directivos toman las mejores decisiones. ¿Cómo no iban a hacerlo? Representan lo mejor y lo más brillante. Y se les paga mucho dinero para hacer bien su trabajo.
Pero hoy, en tiempos inciertos y cambiantes, que lleven toda la razón ya no está tan claro. No es descabellado pensar que quienes siempre han marcado el camino hoy nos podrían llevar directos al precipicio.
Todos hemos tenido buenos y malos jefes. Y es justo reconocer que, salvo excepciones, ambos consiguen hacer los números. Pero también que con unos lo damos todo y a otros estamos deseando perderlos de vista.
Está demostrado que la gente no huye del trabajo sino de los malos jefes.
Y, si que la gente buena se vaya o se queme (“desgaste de alto rendimiento” que lo llaman) es malo, lo que viene pudiera ser mucho peor. Se habla ya de la renuncia silenciosa, un movimiento laboral promovido desde TikTok (desde dónde si no) que te incita a “protestar” contra ese jefe que no entiende nada cambiando tú.
Cambiando para hacer en tu trabajo el mínimo del mínimo.
Y eso sí afectará a los números.
No todos seremos capaces de multiplicarnos por cero, pero algunos (demasiados) si lo serán. Por ello, animo a las empresas a empezar a plantearse cómo redefinir las funciones de esos jefes que no son capaces de asumir que el trabajo remoto, la flexibilidad y la autonomía de la gente, y también el trabajo por objetivos y no por horas, están está aquí para quedarse.
Porque, nos guste o no, toca asumir los cambios. Los cambios de valores y también los cambios generacionales. Toca admitir que lo que ha funcionado en los últimos cincuenta años ni de coña va a funcionar en los diez siguientes.
¿Por qué los gerentes se resisten al trabajo remoto?
Simple y llanamente, algunos tienen miedo.
Les angustia perder el control visual. Y no saben cómo manejar a esos jetas que antes controlaban con el torno de fichar y con paseítos alrededor de su mesa.
Pero lo que a la mayoría les pasa es que no saben cómo gestionar a la gente que no ven.
Creen que lo del trabajo remoto va de que las reuniones se hagan por Zoom en lugar de en una sala y de mandar mensajes por Teams en lugar de usar el email. No se dan cuenta de que esto va de dar a las personas libertad, confianza y respeto para hacer su trabajo como mejor les parezca.
Porque la productividad no es una cuestión de horas sino de resultados obtenidos en base al establecimiento previo de objetivos y metas claras. Esto ya era así cuando estábamos en la oficina, aunque muchos siguieran contando horas.
Es verdad que el trabajo remoto ahorra costes, rebaja los desplazamientos y mejora las opciones de conciliar. Sin embargo, su gran beneficio oculto es que obligará a las empresas a hacer lo que hace años que deberían haber hecho: a trabajar y a valorar a su gente en base a resultados.
Asumiendo que ahora se verán claras las diferencias en el valor aportado por unos y otros. Esas diferencias que el horario tapaba y que ahora, quedarán tan expuestas, que no quedará otra que asumir lo evidente: que el desarrollo y la valoración de la gente se haga en base a resultados.
Los jefes deberán aprender a establecer objetivos individuales según las capacidades que cada miembro de su equipo tiene y también a la confianza de la que cada uno se haya hecho merecedor. Tras años de recorrido en la gestión individualizada de los clientes, llega la gestión de personas one-to-one, y entiendo que este cambio no les será fácil. Porque prefieren el dar café para todos sin mucho profundizar.
Pero, vayamos a la oficina o trabajemos en la playa, tendrán que aprender a gestionar por confianza en lugar de por control, porque si no lo hacen, muy pronto sobrarán. Dentro de nada el control lo harán los algoritmos y las Apps. Que ya lo hacen mucho mejor, de hecho.
Estoy segura de que, a esta a guerra entre jefes presencialistas y remotistas aún le quedan años de lucha, pero también de que los buenos jefes, aquellos que buscan hacer brillar a su gente en lugar de controlarla, están destinados a ganarla. Porque no le tienen miedo.
Así que, mientras la empresa les enseña, o los pobres aprenden a golpes, ayuda a tu mal jefe a ser un buen jefe en remoto.
Consigue que no le tenga tanto miedo, que a ambos os irá mucho mejor.