Hoy he dedicado mi mañana a leer las redes de quienes siempre me apoyan comentando o compartiendo algunos de sus contenidos, a chatear con colegas que hace tiempo que no veo y a escribir alguna recomendación en Linkedin a las personas con la que más a gusto trabajo.

Porque, aunque a veces se nos olvide en el corre-corre de la jornada, sin las personas nada ocurre.

Tu valor profesional depende en gran medida de lo que profesores, jefes y compañeros te dieron. Pero, por pudor mal entendido o por agenda mal gestionada, en general,  somos menos agradecidos de lo que debiéramos.

Serlo un poco más no es una cuestión de encontrar el tiempo para hacerlo, sino de cambiar el foco moviéndolo del yo al ellos.

Y de aprovechar mejor los medios que la era digital ha puesto en nuestras manos.

Reconociendo que no lo hiciste del todo solo

Vale, puede que no cargaran como tú con el peso de la tarea. Pero la ayuda no siempre se presta con las manos. Y tampoco es siempre directamente proporcional al tiempo que pasan a tu lado.

Me gusta la idea de repensar cada logro vivido reconociendo esa ayuda material, y también esa idea, esa inspiración o ese comentario crítico que ni siquiera te hizo levantar la vista del papel, pero que, en el fondo, lo cambió todo.

Que le dio ese toque que hizo que un proyecto pasara de bueno a genial.

Buscando ocasiones para reconocerlo públicamente

El reconocimiento se vuelve más poderoso cuando se hace en público porque su efecto se multiplica.

A las personas nos importa mucho más de lo que nos gusta reconocer la opinión de los demás. Mientras que las críticas nos desconciertan y nos pueden llegar a paralizar, un agradecimiento público, un reconocimiento en voz alta  siempre nos sirve como catalizador.

Que los demás nos pongan en valor nos hace mejorar la valoración que tenemos de nosotros mismos.

El elogio es un regalo que no deja de producir.

Por ello, no deberíamos dejar pasar ninguna oportunidad para elogiar a quien nos da. Sin dejar que se nos pasen  los momentos ni los medios sin hacerlo.

Ser agradecido es de bien nacido, pero además renta.

Porque la primera misión de cualquier profesional es cultivar la confianza de las personas que eventualmente serán cliente o empleador de sus conocimientos, capacidades y servicios. Darles las gracias es, entre otras cosas, hacerles saber cuán valioso es para nosotros la interacción con ellos y cuánto les agradecemos que sigan en nuestro radar.

El reconocimiento incentiva y nos sitúa en cierta medida en deuda porque nos hace tener una actitud más positiva y receptiva hacia esa persona y hacia nosotros mismos.

Nunca fue tan fácil hacer que todos ganen.

Nunca se agradece lo suficiente. Nunca se elogia lo suficiente. Nunca se reconoce lo suficiente.

Demostrar «afecto telemático» es una cuestión pendiente en tiempos digitales.

Sé que conseguir que el cariño se cuele en ese grupo de WhatsApp donde parece que todos hubiéramos programado un bot que felicita el cumpleaños cuesta. Sin embargo, ni el medio ni la presión de la agenda deberían ser una barrera. 

Hoy tenemos más oportunidades que nunca para conectar. ¿No deberíamos aprender a sacarles más jugo?

No importa lo rápido que vivas o lo ocupado que estés, ni siquiera lo poco que te gusten los mensajitos o las pantallas, te invito a derribar pereza y prejuicios, buscando nuevos modos y maneras de hacerle saber al otro el papel que jugó en tu historia.

Debes encontrar tiempo y también nuevas formas para agradecer.

@vcnocito